Hoy es lunes. Ni tú ni yo nos
hemos equivocado de día. Tan solo sucede una cosa: Vamos con un día de retraso
porque estas líneas de presentación y los correspondientes comentarios deberían
estar ya en tus manos y ante tus ojos.
Ayer fue domingo y estuve en
Bujedo con muchas personas, pero especialmente con otras siete personas
presentes y otras siete tan presentes como las anteriores, aunque no estuvieran
así físicamente. Siete y siete suman catorce. Eso es 'casi' todo.
Estuvimos de campo, de monte,
de encuentro, de diálogos... como suelen ser los encuentros entre las personas
normales.
Nos encontramos para
compartir el tiempo y cuantas otras cuestiones se nos fueron haciendo presentes
sin haberlas programado u organizado.
La única finalidad del
encuentro era encontrarse. Estar, sentirse presente, hablar, comer, pasear,
preguntar y responder, compartir las horas del día y de la noche.
Tanto las peñas de los montes
de Bujedo como los rastrojos otoñales de los horizontales campos de labor
fueron testigos silenciosos de nuestros pasos, risas, fotos, comentarios y de
las agujetas de nuestros cuerpos no del todo acostumbrados cotidianamente a
estas actividades despreocupadas de todo lucro que no fuera el respirar aire
limpio, azul y transparente...
¡Qué bien se está cuando se
está bien!
Y no son necesarias muchas
cosas.
Bueno, alguna sí, como el
tiempo y como el deseo...
En la tarde de ayer domingo,
al terminar y escribir el punto y seguido del encuentro, nos citamos para
seguir caminando en el próximo año y en su nuevo mes de septiembre y por estos
caminos de fuera y de dentro del monasterio de La Salle de Bujedo.
Qué distintas me resultan
estas experiencias de aquellas otras que se nos anuncian en la lectura del
relato del Evangelio de Lucas del próximo domingo 29 de septiembre en el que se
nos cuentan los planes de un hombre rico que soñaba con nuevos
enriquecimientos, insaciables.
Pensaba que a este rico le
sobraba de todo menos humanidad. Justamente lo que volvimos a saber y sentir en
este fin de semana y por las sendas y caminos de los montes, campos y claustros
de Bujedo.
¿Existe acaso otra inmensa
riqueza que no sea el ser persona?
Junto a esta evocación y
recuerdo de 'aquel hombre rico de humanidad arruinada' coloco también los
mensajes del relato del narrador Mateo en el capítulo vigésimo quinto de su
Evangelio.
¡¡¡Lo recordamos muy bien!!!
Y hasta nos hemos atrevido a bautizarlo como 'el Juicio final universal'.
Y creo que no se trata de
eso, sino más bien del vivir cotidiano y del vivirlo aquí y codo con codo como
si se tratara de hacer juntos el camino sin otra preocupación que hacer este
camino juntos y a gusto.
Y... ya no es necesario
alargarnos más.
Muchas gracias por estar y
encontrarnos de nuevo, sea domingo o lunes.
Sabrosa lectura de los
relatos del Evangelio y de sus comentarios que se encuentran a
continuación.
También los encuentras en el
archivo adjunto...
Domingo
26º del T.O. Ciclo C (29.09.2019): Lucas 16,19-31.
¿Buenos y malos? No. Personas. Lo medito y escribo CONTIGO:
Lucas
nos está contando en el texto de este domingo -y del siguiente- el final de la
segunda etapa del camino que recorre su Jesús de Nazaret desde el norte de
Israel hasta Jerusalén. Sorprende que el narrador no vaya precisando los
lugares por los que transcurre este camino. Abierta queda la interpretación de
este dato del relato. Apunto este pormenor por si sirve algo para ubicar el
contexto de la lectura del Evangelio de Lucas 16,19-31.
El
texto es muy popularmente conocido por las gentes que asiduamente participan en
la liturgia eclesial. Creo que se trata de una parábola. Para muchos
comentaristas no es así. Los hay que piensan que Lucas está contando hechos
reales, históricos, tanto en la realidad de este mundo, como en el más allá
después de la muerte. ¿Parábola o acontecimiento?
“Había
un hombre rico... Y también un hombre pobre llamado Lázaro”
(Lc 16,19-20). Lucas es el único Evangelista que pone en labios de su Jesús
este relato. Nada se dice a propósito de la identidad de este Lázaro. Tan solo
que es un enfermo y empobrecido que acaba muerto de hambre a la puerta de la
casa de un hombre rico a quien le sobra de todo, menos humanidad.
¿Tiene
algo que ver este Lázaro con las hermanas llamadas Marta y María de Lc
10,38-42? Según este relato de Lucas, no. Según el cuarto Evangelio en Jn 11,
estas dos mujeres tienen un hermano llamado Lázaro que a muchos lectores e
intérpretes les parece oportuno identificar con el ‘Lázaro’ de esta narración
lucana. Los contextos literarios de estos relatos son tan distintos como
distantes en ambos Evangelistas. Y creo no equivocarme demasiado si añado que
el contexto teológico de estos dos relatos (el de Lucas y el de Juan) con sus
tres personajes (Marta, María, Lázaro) de uno y otro Evangelio es mucho más
decisivo que el literario.
En
el texto de Lucas 16,19-31 Jesús estaba hablando a ‘todos los publicanos,
pecadores, fariseos y maestro de la Ley’ (Lc 15,1-3). Lucas dice
explícitamente, y no deseo olvidarlo nunca, ‘todos’. ¿Exagera? No. ¿Puedo
pensar que estos maestros de la Ley y fariseos son ‘el hombre rico’ y que
aquellos publicanos y pecadores son ‘el hombre pobre, llamado Lázaro’? ¿No se
creían ‘los judíos buenos’ las únicas personas escogidas por su Yavé Dios aquí
y en el más allá?
Cuando
medito despacio en todo esto me acabo diciendo que esta parábola del ‘hombre
rico y del hombre pobre’ no es otra cosa que el mensaje del Salmo primero de la
Biblia judía. Pero al revés. Esta narración que Lucas coloca en boca de su
Jesús (aquel galileo que a los doce años se ocupa de las cosas de la casa de su
padre) vendría a ser la parábola blasfema de ese Salmo.
El
Salmo 1 es ‘una bienaventuranza’ de la RELIGION judía que nos solemos tragar
los llamados cristianos como si fuera la Buena Noticia del Evangelio: “Feliz
el hombre que pone su alegría en la Ley de Dios, la lee y medita y vive noche y
día. Es como un árbol plantado junto al río... Todo cuanto hace le sale bien.
No sucede lo mismo con los impíos, son como paja que se lleva el viento... Yavé
Dios protege el camino de los buenos. El camino de los impíos acaba mal”.
Según leemos en la parábola de Lucas, su Jesús judío y laico propone y proclama
un mensaje abierta-mente enfrentado. Tú, yo y todos, lo recuerdo, llevamos
dentro una semilla y ¡podemos elegir!
Carmelo
Bueno Heras
Domingo
44º de Mateo (29.09.2019): Mateo 25,1-46.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)
El
relato de Mateo 25,1-46 es la segunda parte del quinto discurso (Mt 24-25)
que coloca este Evangelista en boca de su Jesús de Nazaret. Así lo adelantaba
en el comentario anterior. Por esta razón se puede constatar que Mt 26,1 es una
expresión, llamada catáfora, usada explícita y reiteradamente por su autor para
marcar el final de cada uno de estos cinco discursos (Mt 7,28; 11,1; 13,53 y
19,1). Frente a la Ley de Moisés, la nueva Ley de Jesús. La alternativa.
En
el texto se descubren con facilidad tres parábolas. Las tres muy conocidas. La
parábola de las lámparas, encendidas o apagadas, es la primera (Mt 25,1-13).
Con estas lámparas hay que ‘estar atentas y atentos’. Hay que impedir toda
posible distracción, olvido o desinformación.
La
segunda parábola es, en apariencia, la de los talentos que se invierten para
que rindan (Mt 25,14-30). En realidad es la parábola del propietario aquel que,
empapado por la confianza, decide repartir sus bienes, sus talentos, su
patrimonio.
La
tercera parábola tiene todas las apariencias de un juicio (Mt 25,31-46). ¿Será
la parábola del juicio final? La letra del texto no desautoriza tal
interpretación. ¿Estamos ante el juicio que sólo admite, sin matices, que las
personas seamos buenas o malas? ¿Y qué sucede con quienes a veces son más
buenos que malos, sin dejar de ser lo uno y lo otro a partes desiguales? Del
texto de esta tercera parábola me grita en mis adentros esta pregunta que brota
de todos los vivientes: “Señor, ¿cuándo te vimos?...” (Mt 25,39 y
25,44).
Estas
tres parábolas tienen como contexto un asunto muy explícito para el Evangelista
y que nadie debemos olvidar: “Qué sucede con esto del Reino de los Cielos” (Mt
25,1 y 25,14). Se trata de un Reino o Reinado preparado desde el comienzo de
todo, desde que el mundo es mundo (Mt 25,34). Y este Reino-Reinado, ¿no es el
Reino-Reinado de las bienaventuranzas del discurso primero de este Jesús de
Mateo?
¿Acaso
no vino la Ley de Moisés y de su Yavé Dios para ser presencia viva de ese
Reino-Reinado que se está preparando desde los orígenes? ¿Acaso no tiene todo
viviente, todo hijo de hombre, lámpara y talento para despertar y cuidar la
presencia de ese Reino-Reinado de los Cielos en la Tierra? ¿Acaso no ha vivido
el hijo de hombre Jesús de Nazaret como lámpara encendida y talento invertido
en sembrar y en enseñar a sembrar ese Reino-Reinado de los Cielos en su tierra
de Galilea, de Israel y más allá de sus fronteras? ¿Acaso no ha venido ya?
¿Cuándo
te vimos, cuándo te vimos...? Esa inquietadora pregunta para quienes piensan en
el final empieza a tener su respuesta apropiada, al menos y así lo creo como
leyente-oyente de este Jesús de Mateo, cuando acogemos la siembra -en nuestros
adentros entrañables- de aquella semilla que se nos confía: Todo cuanto
deseas que te hagan, házselo a los demás. Ésta es toda la Ley y los Profetas
(Mateo 7,12).
. ¿Quién llega para encender la lámpara? Él, tú, yo...: Cuanto
deseas..., házselo a los demás.
. ¿Dónde invertir el talento? En ti, en él, en él...:
Cuanto deseas..., házselo a los demás.
. ¿Cuándo te vimos? Cuanto deseas..., házselo a los demás. Así
siempre... Y aquí.
Carmelo
Bueno Heras
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