Leyente inteligente, sigue
corriendo a su aire este mes de septiembre. Y estamos acercándonos al día 22,
domingo próximo.
Te dejo a continuación los
comentarios de nuestros habituales dos textos del Evangelio: Uno del narrador
Lucas, y el otro del narrador Mateo. Con la atención puesta en las sugerencias
eclesiásticas se nos propone la meditación del relato de Lucas 16,1-13. Se
trata de la continuación del mensaje de la parábola del hijo pródigo.
El asunto de este mensaje es
para estarnos tú y yo hablando de él desde ahora mismo hasta cuando se nos
acaben las palabras. Toda una vida. Y seguramente seguiríamos hablando de ello.
El asunto es Dios o el Dinero. Y yo digo que el asunto es, en realidad, DIOS Y
EL DINERO. Hasta me atreví a decir que el texto evangélico que se nos propone
podría muy bien titularse como 'El Elogio de la corrupción'. Por estos lares de
nuestra tierra de España sabemos bien qué es eso de la corrupción. Hemos tenido
aventajados maestros y sabemos de ella todos más de lo que nos imaginamos.
Podríamos ser especialistas profesores para impartir ciencia económica en
cualquier máster sobre la economía, el mercado de la economía,la economía de
mercado, el dinero que es moneda, papel, plástico o virtualidad, dinero
sagrado, dinero manchado, dinero lavado, dinero negro, contante y sonante...
Dios. Desde el lugar central vaticano en Roma hasta la más sencilla de las ermitas
los ordenados y sus fieles seguidores saben que para ese Dios siempre se le
debe ofrecer
lo mejor de lo mejor,
lo máximo de lo máximo,
lo excelente de lo
excelente.
Este Dios se lo merece todo,
de todos y siempre.
Y por más que medito, imagino,
contemplo y analizo nunca he visto que alguien haya visto a ningún Dios comer,
beber, vestirse... o usar nada de cuanto se le ha dejado para
ennoblecimiento de su patrimonio. ¿Para qué o para quién se queda tanta ofrenda
máxima, excelente y abundante? No añado más leña al fuego, que sé que ya está
que arde... Lo demás se comenta en el comentario...
El segundo texto corresponde
al quinto y último discurso que el Evangelista Mateo pone en boca de su Jesús
de Nazaret. Un Jesús de Nazaret que parece ser el nuevo Moisés de los cinco
libros de su Ley. Este discurso lo pronuncia Jesús al salir del Templo de
Jerusalén. Se marchó de ahí Jesús y más de uno de sus seguidores no llegó a
comprender por qué huía de aquella manera. Debería haberse quedado ahí hasta después
de las elecciones. Estaba a punto de ganar la partida al Sacerdocio y a la
presencia romana en Israel. Estaba a un tris de conseguir ser no sólo el nuevo
Moisés de la Ley, sino el nuevo David del mando del Reino, en nombre de Dios.
Los discípulos, creo yo, sintieron que su Jesús era un cobardica que no aguantó
la presión y se dejó apresar y matar... Y antes de que todo ello sucediera, el
Evangelista Mateo imaginó que su Jesús pronunció un solemne discurso de
despedida digno de ser grabado en piedra, en pergamino, en imprenta... Ningún
otro evangelista se enteró de este hecho tan definitivo como se lo imaginó
Mateo. Me da la ligera impresión de que Mateo era o fue el redactor jefe
enviado a cubrir los acontecimientos periodísticos de Jerusalén en los comienzos
de los años treinta del siglo primero. Aunque las cosas no fueran así, se le
parecen tanto...
Y ahora nada más. Nos
seguimos leyendo con atención. Puedes también acceder a los comentarios en el
archivo adjunto.
Domingo 25º del T.O. Ciclo C (22.09.2019): Lucas
16,1-13.
‘Dios y el Dinero no son dos amos. Son uno’. Lo escribo CONTIGO:
Después del relato
que llamé y llamaré ‘Lucas quince’, se nos propone para la liturgia de la
eucaristía de este domingo el texto de Lucas 16,1-13. Y si alguien
lo desea, puede alargar su lectura y meditación hasta el versículo decimoctavo,
porque Lucas 16,14-18 no se nos leerá jamás en la liturgia dominical. ¿Otra
nueva censura de la clerecía al Evangelio? Una más.
Junto a este primer
asunto recuerdo que este Evangelista nos está contando la tarea evangelizadora
que realiza su Jesús de Nazaret mientras va de camino desde Galilea (Lc 9,51)
hasta Jerusalén (Lc 19,29). El texto que se nos propone (Lc 16,1-13) parece
encontrarse en una supuesta o imaginada segunda etapa de dicho camino que
tendría su inicio en Lc 13,22 y su final en Lc 17,10. En el camino, el Jesús de
Lucas comparte sus decisiones con sus seguidores.
De esta imagen del
camino, ya se comentó aquí, se sirvieron los tres Evangelios llamados
sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) para presentarnos la experiencia de ser
seguidores de aquel hombre de Galilea, laico, llamado Jesús y considerado
profeta por su forma de convivir y de compartir cuanto sabía, soñaba y creía.
En el texto
de Lucas 16,1-13 el Evangelista nos deja entre manos una de
sus parábolas nada sencillas de comprender. Una de las ediciones de la biblia
que suelo consultar titula en negrita ‘Parábola del administrador
sagaz’ este relato que se nos leerá en la santa misa eucarística.
Ignoro si alguna
traducción se atreve a titular este relato como ‘El elogio de la
corrupción’. Así lo dejo escrito porque, sinceramente, no se me
ocurre otra mejor titulación después de leer “¿Qué haré ahora que mi
señor me quita la administración... Haceos amigos con el dinero injusto...” (Lucas
16,3-9). Quiero pensar que el narrador Lucas no desea presentar a su Jesús como
el profeta que propala tales injusticias. Por eso, esta parábola es muy
desafortunada.
En este contexto,
en el que nos ha situado la parábola, escucharemos la frase lapidaria que se
pone en labios de este Jesús de Nazaret: “Decía también a sus
discípulos: No podéis servir a Dios y al Dinero” (Lucas 16, 1 y
13). Tú y yo nos consideramos discípulos de este Jesús de Nazaret y creo que
comprendemos muy bien a nuestro Jesús que denunciaba la realidad del Templo y
del Sacerdocio de la Religión de Israel por el lujo de su ostentación y por el
ansia insaciable de Dinero. ¿Cómo saber cuál era el estado de las finanzas del
Tesoro del Templo?
Y sigo mi contemplación
crítica. ¿Existe alguna RELIGION en nuestra tierra en la que su Dios no esté
casado realmente con su Dinero? ¿Existe algún Dios sin Dinero? Tanto el uno
como el otro, ¿no lo ha creado el ser humano a su imagen y semejanza? Tú y yo
somos conscientes o no de que ese es nuestro propio poder creador.
En nuestra familia
eclesial, a lo largo de siglo tras siglo, hemos acumulado méritos sobrados para
dedicarle a nuestro Dios el mejor de nuestros Dineros e, incluso, hasta la
riqueza que no se poseía. A muchos se nos llegó a llenar la boca con aquello de
‘el buen uso de las riquezas’. ¿Puedo pensar que Lucas se equivocó? Dios y el
Dinero no son dos ‘amos’. Son uno y el mismo.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 43º de Mateo (22.09.2019): Mateo 24,1-51.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
“Jesús salió del
Templo” (Mateo
24,1). Según este Evangelista, desde este preciso momento de su narración se
está empezando a cumplir lo que había dejado anunciado en Mt 21,45-46: La autoridad
de aquel Templo de Jerusalén estaba buscando la oportunidad de apresar a Jesús
para hacerlo desaparecer. El primer paso de esta desaparición es el éxodo, la
salida definitiva, de Jesús del lugar central de la historia, la religión, la
política... y la identidad de Israel.
A partir de ahora,
Mateo pone en boca de su Jesús de Nazaret el quinto y último discurso. Con
seguridad, aquel hombre y laico de la Galilea nunca pronunció este discurso tal
cual lo leemos ahora sus oyentes. Los cuatro discursos anteriores tampoco los
pronunció este Jesús tal cual los hemos leído y nos hemos atrevido a
comentarlos críticamente. Recuerdo ahora que el primero de estos discursos lo
encontramos en los anteriores capítulos quinto, sexto y séptimo.
Este explícito
discurso final, el quinto, ocupa la totalidad de los capítulos vigésimo cuarto
y vigésimo quinto del Evangelio de Mateo. Insisto en que el número de discursos
de este Jesús de Mateo fueran cinco. ¿Acaso no anduvo pensando Mateo en los
cinco libros de la Ley que puso su Yavé Dios en sus manos como Camino, Luz y
Vida para el pueblo de Israel?
Creo que para este
narrador Mateo, el verdadero y nuevo Moisés no es ya el de aquella Ley, sino el
laico galileo protagonista de su relato que traía entre manos una nueva experiencia
de vida, se la llame humana o divina, material o espiritual... Y esta
experiencia nace, crece y llega a su plenitud cuando se siembra en los adentros
de la persona esta semilla: “Todo cuanto deseas que te hagan,
házselo a los demás. Ahí se encuentran toda la Ley y los Profetas”.
Este discurso final
(Mateo 24-25) comienza con esta categórica afirmación de este Jesús ante la
magnífica construcción del Templo del que acaba de salir: “¿Veis todo
esto? ¡Todo será destruido!” (Mt 24,1-2). Una denuncia tan radical
como lo es ésta no fue un mensaje ‘original’ ni de Jesús de Nazaret ni del
Evangelista.
La primera persona
que se atrevió a dejar escrita una denuncia tan radical fue un campesino de
Moreset Gat, pueblecito cercano a Jerusalén, llamado Miqueas, que en los
alrededores del año 725 antes de Cristo proclamaba: “Escuchad jefes de
Israel... jueces... sacerdotes... y profetas... Por vuestra culpa el monte de
Sión será arado, Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas y el monte del
Templo se cubrirá de maleza” (Miqueas 3,8-12). ¿Por qué?
Este Jesús del
Evangelista Mateo, como aquel Miqueas del campo, habla con diáfana
clarividencia para toda aquella persona que se atreva a escuchar, sea de la
época que sea: “Estad atentos para que nadie os engañe” (Mt
24,4). ¡Cuánto me recuerda esto lo que acabamos de leer y comentar en el
capítulo anterior de este Evangelio! No me olvido, estamos leyendo el quinto
discurso del ‘nuevo y definitivo Moisés de Israel, que es Jesús’ y éste nos
llama la atención: Lo que importa siempre es ‘la buena noticia del
Reino-Reinado de Dios’ (Mt 24,14; Mt 25,1). Y esta buena noticia ya nos la dejó
regalada, sembrada y explicada en su tercer discurso (Mt 13). ¡¡¡Que nadie nos
enrede a ti y a mí con el lenguaje de la apocalíptica!!!
Carmelo Bueno Heras
No hay comentarios:
Publicar un comentario