sábado, 21 de septiembre de 2019

‘Dios y el Dinero no son dos amos. Son uno’. (DomingoDomingo 43º de Mateo (22.09.2019): Mateo 24,1-51.)


Leyente inteligente, sigue corriendo a su aire este mes de septiembre. Y estamos acercándonos al día 22, domingo próximo. 
Te dejo a continuación los comentarios de nuestros habituales dos textos del Evangelio: Uno del narrador Lucas, y el otro del narrador Mateo. Con la atención puesta en las sugerencias eclesiásticas se nos propone la meditación del relato de Lucas 16,1-13. Se trata de la continuación del mensaje de la parábola del hijo pródigo.
El asunto de este mensaje es para estarnos tú y yo hablando de él desde ahora mismo hasta cuando se nos acaben las palabras. Toda una vida. Y seguramente seguiríamos hablando de ello. El asunto es Dios o el Dinero. Y yo digo que el asunto es, en realidad, DIOS Y EL DINERO. Hasta me atreví a decir que el texto evangélico que se nos propone podría muy bien titularse como 'El Elogio de la corrupción'. Por estos lares de nuestra tierra de España sabemos bien qué es eso de la corrupción. Hemos tenido aventajados maestros y sabemos de ella todos más de lo que nos imaginamos. Podríamos ser especialistas profesores para impartir ciencia económica en cualquier máster sobre la economía, el mercado de la economía,la economía de mercado, el dinero que es moneda, papel, plástico o virtualidad, dinero sagrado, dinero manchado, dinero lavado, dinero negro, contante y sonante... Dios. Desde el lugar central vaticano en Roma hasta la más sencilla de las ermitas los ordenados y sus fieles seguidores saben que para ese Dios siempre se le debe ofrecer 
lo mejor de lo mejor, 
lo máximo de lo máximo, 
lo excelente de lo excelente. 
Este Dios se lo merece todo, de todos y siempre. 
Y por más que medito, imagino, contemplo y analizo nunca he visto que alguien haya visto a ningún Dios comer, beber, vestirse... o usar  nada de cuanto se le ha dejado para ennoblecimiento de su patrimonio. ¿Para qué o para quién se queda tanta ofrenda máxima, excelente y abundante? No añado más leña al fuego, que sé que ya está que arde... Lo demás se comenta en el comentario...
El segundo texto corresponde al quinto y último discurso que el Evangelista Mateo pone en boca de su Jesús de Nazaret. Un Jesús de Nazaret que parece ser el nuevo Moisés de los cinco libros de su Ley. Este discurso lo pronuncia Jesús al salir del Templo de Jerusalén. Se marchó de ahí Jesús y más de uno de sus seguidores no llegó a comprender por qué huía de aquella manera. Debería haberse quedado ahí hasta después de las elecciones. Estaba a punto de ganar la partida al Sacerdocio y a la presencia romana en Israel. Estaba a un tris de conseguir ser no sólo el nuevo Moisés de la Ley, sino el nuevo David del mando del Reino, en nombre de Dios. Los discípulos, creo yo, sintieron que su Jesús era un cobardica que no aguantó la presión y se dejó apresar y matar... Y antes de que todo ello sucediera, el Evangelista Mateo imaginó que su Jesús pronunció un solemne discurso de despedida digno de ser grabado en piedra, en pergamino, en imprenta... Ningún otro evangelista se enteró de este hecho tan definitivo como se lo imaginó Mateo. Me da la ligera impresión de que Mateo era o fue el redactor jefe enviado a cubrir los acontecimientos periodísticos de Jerusalén en los comienzos de los años treinta del siglo primero. Aunque las cosas no fueran así, se le parecen tanto...
Y ahora nada más. Nos seguimos leyendo con atención. Puedes también acceder a los comentarios en el archivo adjunto.   

Domingo 25º del T.O. Ciclo C (22.09.2019): Lucas 16,1-13.
‘Dios y el Dinero no son dos amos. Son uno’. Lo escribo CONTIGO: 

Después del relato que llamé y llamaré ‘Lucas quince’, se nos propone para la liturgia de la eucaristía de este domingo el texto de Lucas 16,1-13. Y si alguien lo desea, puede alargar su lectura y meditación hasta el versículo decimoctavo, porque Lucas 16,14-18 no se nos leerá jamás en la liturgia dominical. ¿Otra nueva censura de la clerecía al Evangelio? Una más.

Junto a este primer asunto recuerdo que este Evangelista nos está contando la tarea evangelizadora que realiza su Jesús de Nazaret mientras va de camino desde Galilea (Lc 9,51) hasta Jerusalén (Lc 19,29). El texto que se nos propone (Lc 16,1-13) parece encontrarse en una supuesta o imaginada segunda etapa de dicho camino que tendría su inicio en Lc 13,22 y su final en Lc 17,10. En el camino, el Jesús de Lucas comparte sus decisiones con sus seguidores.

De esta imagen del camino, ya se comentó aquí, se sirvieron los tres Evangelios llamados sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) para presentarnos la experiencia de ser seguidores de aquel hombre de Galilea, laico, llamado Jesús y considerado profeta por su forma de convivir y de compartir cuanto sabía, soñaba y creía.

En el texto de Lucas 16,1-13 el Evangelista nos deja entre manos una de sus parábolas nada sencillas de comprender. Una de las ediciones de la biblia que suelo consultar titula en negrita ‘Parábola del administrador sagaz’ este relato que se nos leerá en la santa misa eucarística.

Ignoro si alguna traducción se atreve a titular este relato como ‘El elogio de la corrupción’.  Así lo dejo escrito porque, sinceramente, no se me ocurre otra mejor titulación después de leer “¿Qué haré ahora que mi señor me quita la administración... Haceos amigos con el dinero injusto...” (Lucas 16,3-9). Quiero pensar que el narrador Lucas no desea presentar a su Jesús como el profeta que propala tales injusticias. Por eso, esta parábola es muy desafortunada.

En este contexto, en el que nos ha situado la parábola, escucharemos la frase lapidaria que se pone en labios de este Jesús de Nazaret: “Decía también a sus discípulos: No podéis servir a Dios y al Dinero” (Lucas 16, 1 y 13). Tú y yo nos consideramos discípulos de este Jesús de Nazaret y creo que comprendemos muy bien a nuestro Jesús que denunciaba la realidad del Templo y del Sacerdocio de la Religión de Israel por el lujo de su ostentación y por el ansia insaciable de Dinero. ¿Cómo saber cuál era el estado de las finanzas del Tesoro del Templo?

Y sigo mi contemplación crítica. ¿Existe alguna RELIGION en nuestra tierra en la que su Dios no esté casado realmente con su Dinero? ¿Existe algún Dios sin Dinero? Tanto el uno como el otro, ¿no lo ha creado el ser humano a su imagen y semejanza? Tú y yo somos conscientes o no de que ese es nuestro propio poder creador.

En nuestra familia eclesial, a lo largo de siglo tras siglo, hemos acumulado méritos sobrados para dedicarle a nuestro Dios el mejor de nuestros Dineros e, incluso, hasta la riqueza que no se poseía. A muchos se nos llegó a llenar la boca con aquello de ‘el buen uso de las riquezas’. ¿Puedo pensar que Lucas se equivocó? Dios y el Dinero no son dos ‘amos’. Son uno y el mismo.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 43º de Mateo (22.09.2019): Mateo 24,1-51.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

“Jesús salió del Templo” (Mateo 24,1). Según este Evangelista, desde este preciso momento de su narración se está empezando a cumplir lo que había dejado anunciado en Mt 21,45-46: La autoridad de aquel Templo de Jerusalén estaba buscando la oportunidad de apresar a Jesús para hacerlo desaparecer. El primer paso de esta desaparición es el éxodo, la salida definitiva, de Jesús del lugar central de la historia, la religión, la política... y la identidad de Israel.

A partir de ahora, Mateo pone en boca de su Jesús de Nazaret el quinto y último discurso. Con seguridad, aquel hombre y laico de la Galilea nunca pronunció este discurso tal cual lo leemos ahora sus oyentes. Los cuatro discursos anteriores tampoco los pronunció este Jesús tal cual los hemos leído y nos hemos atrevido a comentarlos críticamente. Recuerdo ahora que el primero de estos discursos lo encontramos en los anteriores capítulos quinto, sexto y séptimo.

Este explícito discurso final, el quinto, ocupa la totalidad de los capítulos vigésimo cuarto y vigésimo quinto del Evangelio de Mateo. Insisto en que el número de discursos de este Jesús de Mateo fueran cinco. ¿Acaso no anduvo pensando Mateo en los cinco libros de la Ley que puso su Yavé Dios en sus manos como Camino, Luz y Vida para el pueblo de Israel?

Creo que para este narrador Mateo, el verdadero y nuevo Moisés no es ya el de aquella Ley, sino el laico galileo protagonista de su relato que traía entre manos una nueva experiencia de vida, se la llame humana o divina, material o espiritual... Y esta experiencia nace, crece y llega a su plenitud cuando se siembra en los adentros de la persona esta semilla: “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás. Ahí se encuentran toda la Ley y los Profetas”.

Este discurso final (Mateo 24-25) comienza con esta categórica afirmación de este Jesús ante la magnífica construcción del Templo del que acaba de salir: “¿Veis todo esto? ¡Todo será destruido!” (Mt 24,1-2). Una denuncia tan radical como lo es ésta no fue un mensaje ‘original’ ni de Jesús de Nazaret ni del Evangelista.

La primera persona que se atrevió a dejar escrita una denuncia tan radical fue un campesino de Moreset Gat, pueblecito cercano a Jerusalén, llamado Miqueas, que en los alrededores del año 725 antes de Cristo proclamaba: “Escuchad jefes de Israel... jueces... sacerdotes... y profetas... Por vuestra culpa el monte de Sión será arado, Jerusalén se convertirá en un montón de ruinas y el monte del Templo se cubrirá de maleza” (Miqueas 3,8-12). ¿Por qué?

Este Jesús del Evangelista Mateo, como aquel Miqueas del campo, habla con diáfana clarividencia para toda aquella persona que se atreva a escuchar, sea de la época que sea: “Estad atentos para que nadie os engañe” (Mt 24,4). ¡Cuánto me recuerda esto lo que acabamos de leer y comentar en el capítulo anterior de este Evangelio! No me olvido, estamos leyendo el quinto discurso del ‘nuevo y definitivo Moisés de Israel, que es Jesús’ y éste nos llama la atención: Lo que importa siempre es ‘la buena noticia del Reino-Reinado de Dios’ (Mt 24,14; Mt 25,1). Y esta buena noticia ya nos la dejó regalada, sembrada y explicada en su tercer discurso (Mt 13). ¡¡¡Que nadie nos enrede a ti y a mí con el lenguaje de la apocalíptica!!!
Carmelo Bueno Heras

No hay comentarios:

Publicar un comentario