lunes, 11 de enero de 2016

Santa Honorata de Pavia - San Paulino de Aquilea 11012016

Santa Honorata de Pavia

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Santa Honorata, virgen
En la ciudad de Pavía, en la Liguria, traslación de santa Honorata, virgen consagrada a Dios y hermana de san Epifanio, obispo.
Honorata, la cuarta hermana de san Epifanio, obispo de Pavía, vivió en el siglo V. Los nombres simbólicos de las tres primeras eran Especiosa, Luminosa y Liberata. Epifanio, siendo obispo de Pavía, tuvo que cumplir una misión ante el emperador Antemio y marchó a Roma. A su regreso, consagró a Dios a su hermana más joven, Honorata, confiándola a los cuidados de Luminosa (tal vez otra Luminosa), que vivía en el monasterio de San Vicente de Pavía, fuera de la puerta palatina.
Algunos años más tarde, en 476, el rey de los godos, Odoacro, se apoderó de la ciudad y la entregó al pillaje. Luminosa y Honorata se encontraron en el número de las cautivas. Epifanio tuvo que rescatarlas junto con otros muchos prisioneros. Luminosa no tardó en morir y Honorata, que la sobrevivió, pasó los últimos años de su vida practicando las buenas obras. A su muerte, fue enterrada en la iglesia de San Vicente. En el siglo IX, con ocasión del traslado de su cuerpo, ocurrieron muchos milagros. El día 11 de enero es el aniversario de esta traslación.
Del grupo de vírgenes mencionado (Especiosa y las demás), todas enterradas en la iglesia de San Vicente, sólo santa Honorata ha quedado inscripta en el nuevo Martirologio Romano.
Acta Sanctorum, 11 de enero. Para la «Vida de san Epifanio», de Ennodio, que da estos detalles, ver el Corpus Scriptorum Ecclesiasticorum, Viena, vol. VI, p. 350. La imagen es el fragmento central del cuadro "San Epifanio libera a su hermana Honorata de las manos de Odoacro", de Paolo Barbotti (1858)

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Paulino de Aquilea

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San Paulino de Aquilea, obispo
En Forlí, ciudad de la región de Venecia, san Paulino, obispo de Aquilea, que se esforzó en convertir a los ávaros y a los eslovenos, y presentó al rey Carlomagno un poema insigne sobre la Regla de la fe.
Uno de los más ilustres y santos prelados de los siglos VIII y IX fue Paulino de Aquileya, quien parece haber nacido hacia el año 726, en una granja cerca de Friuli. Su familia vivía del laboreo de la granja, y el joven Paulino pasaba buena parte de su tiempo en los trabajos del campo. Sin embargo, lograba reservar algunas horas al estudio, y con los años llegó a ser un famoso gramático. Carlomagno le llamó, en una carta, Maestro de Gramática y Muy Venerable. Estos epítetos nos hacen suponer que Paulino era ya sacerdote. El mismo monarca, en reconocimiento de los méritos de Paulino, le regaló ciertas posesiones en su país. Parece que hacia el año 776, Paulino fue elevado contra su voluntad a la sede del Patriarcado de Aquileya. En dicha Iglesia se dejaron sentir los benéficos efectos de su celo, piedad e inteligencia. Carlomagno le pidió que asistiera a todos los grandes concilios de su tiempo, por remotos que fuesen los sitios en que se reunían, y el propio santo reunió un sínodo en Friuli, en 791 o 796, contra los errores que se iban propagando sobre el misterio de la Encarnación.

El más grave de esos errores era la herejía adopcionista: Félix, obispo de Urgel de Cataluña, profesaba que Cristo, en cuanto hombre, era simplemente hijo adoptivo de Dios. San Paulino escribió contra él una refutación que remitió a Carlomagno. El santo prelado no se ocupaba menos de la conversión de los paganos, que de la supresión de los errores, y predicó incansablemente el Evangelio a los idólatras de Carintia y Estiria que no habían abandonado la superstición. Al mismo tiempo, la conquista de los avaros por Pipino había abierto un nuevo campo al celo del obispo. Muchos de los avaros, evangelizados por los misioneros enviados por San Paulino y los obispos de Salzburgo, abrazaron la fe. El santo se oponía con todas sus fuerzas a que los bárbaros fuesen bautizados antes de haber sido suficientemente instruidos en la fe, y en general al abuso, tan común en aquellos tiempos, de imponérsela.

Cuando el duque de Friuli fue nombrado gobernador de las tribus de los hunos, a las que había recientemente conquistado, San Paulino escribió para él una excelente «Exhortación», en la que urgía a buscar la perfección cristiana, le daba reglas sobre la práctica de la penitencia y remedios contra los diferentes vicios, especialmente contra el orgullo; le instruía además sobre el deseo de agradar a Dios en todas las acciones, sobre la oración y las disposiciones esenciales para ella, sobre la comunión, el cuidado de evitar las malas compañías y algunos otros puntos. El libro termina con una hermosa oración y la promesa del santo de pedir por la salvación del buen duque.

Las ardientes súplicas de San Paulino atraían constantes bendiciones del cielo sobre las almas que le habían sido confiadas. Alcuino le rogó que no se olvidase de implorar para él la divina misericordia, cada vez que ofreciera el santo sacrificio del altar. La vida de Paulino terminó con una santa muerte, el 11 de enero de 804.

Las obras de San Paulino fueron editadas por J. F. Madrisi, y se encuentran en Migne, PL., vol. XCIX, cc. 17-130; ver también Acta Sanctorum, 11 de enero, vol I, pág 713ss.; G. Giannoni, Paulinus II, Patriarch von Aquileia (1896).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


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