En Roma, en el cementerio de Balbina, en la vía Ardeatina, santos Marcos y Marceliano, mártires en la persecución bajo el emperador Diocleciano, a los que hermanó el sufrimiento.
En Trípoli, ciudad de Fenicia, san Leoncio, soldado, que por los atroces tormentos sufridos en la cárcel llegó a la corona del martirio.
En África, santos Ciríaco y Paula, mártires.
En Burdeos, ciudad de Aquitania, san Amando, obispo, que instruyó en la doctrina de la verdad y bautizó a san Paulino de Nola, quien, a su vez, alabó en sus escritos al obispo.
En el monte Cronio (hoy Gemmariario), cerca de las termas de Selinunte, en Sicilia occidental, san Calógero, eremita.
En Schönau, lugar de Renania, en Germania, santa Isabel, virgen, insigne por su observancia de la vida monástica.
En Mantua, ciudad de Lombardía, beata Hosana Andreasi, virgen, que vistió el hábito de la Orden de Hermanas de la Penitencia de Santo Domingo y logró armonizar con las ocupaciones seculares la contemplación de Dios y el ejercicio de las buenas obras.
En Padua, en el territorio de Venecia, san Gregorio Barbarigo, obispo, que instituyó un seminario para clérigos, enseñó el catecismo a los niños en su propio dialecto, celebró un sínodo, mantuvo coloquios con su clero y abrió muchas escuelas, mostrándose liberal con todos y exigente consigo mismo.
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