Memoria de san Ireneo, obispo, que, como atestigua san Jerónimo, de niño fue discípulo de san Policarpo de Esmirna y custodió con fidelidad la memoria de los tiempos apostólicos. Ordenado presbítero en Lyon, fue el sucesor del obispo san Potino y, según cuenta la tradición, murió coronado por un glorioso martirio. Debatió en muchas ocasiones acerca del respeto a la tradición apostólica y, en defensa de la fe católica, publicó un célebre tratado contra la herejía.
En Alejandría de Egipto, en tiempo del emperador Septimio Severo, santos mártires Plutarco, Sereno, Heráclides, catecúmeno, Herón, neófito, otro Sereno, Heraidis, catecúmena, Potamiena y Marcela, su madre, todos discípulos de Orígenes, que, por confesar a Cristo, unos fueron degollados y otros entregados a las llamas. Entre ellos destacó la virgen Potamiena, que sufrió innumerables pruebas en defensa de su virginidad y, después de padecer por su fe atroces tormentos, finalmente fue quemada viva junto con su madre.
En Roma, san Pablo I, papa, quien, afable y misericordioso, de noche visitaba en silencio las viviendas de los enfermos pobres y les prestaba ayuda. Defensor de la fe ortodoxa, escribió a los emperadores Constantino y León para que restituyeran el culto a las sagradas imágenes. Muy devoto de los santos, trasladó entre himnos y cánticos los cuerpos de los mártires desde los cementerios en ruinas a los diversos títulos y monasterios del interior de la ciudad, y promovió su culto.
En Córdoba, en la región hispánica de Andalucía, san Argimiro, mártir, que en la persecución llevada a cabo por los sarracenos bajo el reinado de Mohamed II, siendo monje y ya avanzado en edad, el juez musulmán le invitó a negar a Cristo y, por perseverar en la confesión de la fe, fue atormentado en el potro y finalmente traspasado por una espada.
En Burghasungen, en el territorio de Hesse, san Heimerado, presbítero y eremita, el cual, expulsado del claustro y expuesto al escarnio y desprecio de muchos, por amor a Cristo peregrinó incesantemente.
En Londres, en Inglaterra, san Juan Southworth, presbítero y mártir, que, por ejercer su ministerio sacerdotal en este país, tuvo que soportar cárceles y destierros, y bajo Oliverio Cromwell fue condenado a muerte. Cuando vio el patíbulo preparado en Tyburn, exclamó que era para él lo que la Cruz fue para Cristo.
En Lovere, en Lombardía, santa Vicenta Gerosa, virgen, que fundó, junto con santa Bartolomea Capitanio, la Congregación de Hermanas de la Caridad.
En la aldea de Wanglajia, cerca de Dongguangxian, en la provincia de Hebei, en China, santas mártires Lucía Wang Cheng, María Fan Kun, María Qi Yu y María Zheng Xu, las cuales, habiendo sido educadas en un orfanato cristiano, durante la persecución llevada a cabo por la secta Yihetuan, cogidas de las manos y alegres como si fueran a la celebración de boda, fueron decapitadas.
En el lugar de Jieshuiwang, cerca de la ciudad de Shenxian, en la misma provincia china de Hebei, santa María Du Zhaozhi, mártir, madre de un sacerdote, que desistió de la fuga por no querer traicionar su fe en Cristo y sometió serenamente su cuello al hacha de sus perseguidores.
En la ciudad de Drohobych, en Ucrania, beatos mártires Severiano Baranyk y Joaquín Senkivskyj, presbíteros de la Orden Basiliana de San Josafat y mártires, que, en tiempo de persecución contra la fe, con su martirio fueron partícipes de la victoria de Cristo.
En Roma, beata María Pía Mastena, virgen y fundadora.
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