En Turín, en la Liguria, san Máximo, primer obispo de esta sede, que con su paterna palabra llamó al pueblo pagano a la fe de Cristo, y con sólida doctrina lo condujo al premio de la salvación eterna.
Conmemoración de san Próspero de Aquitania, quien, versado en filosofía y en letras, llevó con su esposa una vida íntegra y modesta, y habiendo abrazado la vida monástica en Marsella, defendió enérgicamente contra los pelagianos la doctrina de san Agustín sobre la gracia divina y el don de la perseverancia, asumiendo después en Roma el servicio de secretario del papa san León I Magno.
En Reggio, de la región de Emilia, san Próspero, obispo.
En Maurienne, en Saboya, santa Tigris, virgen, que con gran celo propagó en este lugar el culto a san Juan, el Precursor.
En Rosemarkie, en Escocia, san Moloc o Luano, obispo.
En Jaca, en la Hispania Tarraconense, santa Eurosia, virgen y mártir.
En Egmond, de Frisia, san Adalberto, diácono y abad, que ayudó a san Willibrordo en la evangelización de aquellos lugares.
En Bretaña Menor, san Salomón, mártir, que, mientras fue rey, instituyó sedes episcopales, amplió los monasterios y mantuvo la justicia, pero al ser apartado de su cargo, fue cegado y muerto en la iglesia por sus adversarios.
En Goleto, cerca de Nusco, en la Campania, san Guillermo, abad, el cual, nacido en Vercelli, se hizo peregrino y pobre por amor a Cristo, y, aconsejado por san Juan de Matera, fundó el monasterio de Montevergine, en el que reunió a unos monjes a los que impartió una profunda doctrina espiritual, y también otros diversos monasterios, tanto masculinos como femeninos, en varias regiones de la Italia meridional.
En la Cartuja de Le Réposoir, en Saboya, beato Juan, llamado «Hispano», monje, que escribió los estatutos para las monjas de la Cartuja.
En Marienwerder, en la Prusia polaca, beata Dorotea de Montau, que, al quedar viuda, vivió recluida en una celda junto a la catedral, entregada a la oración continua y a la penitencia.
En Laval, en Francia, beata María Lhuillier, virgen y mártir, que, recibida en la Congregación de Hermanas Hospitalarias de la Misericordia, durante la Revolución Francesa fue decapitada por mantenerse fiel a los votos religiosos de la Iglesia.
En la ciudad de Nam Dinh, en Tonkín, santos Domingo de Henares, obispo de la Orden de Predicadores, y Francisco Do Minh Chieu, mártires, el primero de los cuales propagó la fe cristiana durante cuarenta y nueve años, y el segundo cooperó con él como catequista. Ambos fueron decapitados por su fe en Cristo, en tiempo del emperador Minh Mang.
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