Evangelio del día: El amor de Jesucristo dura para siempre
Evangelio del día 🎧 AUDIO. Juan 13,31-33a.34-35: Les doy
un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como yo los he amado
Evangelio del día: Juan
13,31-33a.34-35
Evangelio del día
(Amarse los unos a los otros como Dios nos ama): "En aquel entonces,
después que Judas salió, Jesús dijo: "Ahora el Hijo del hombre ha sido
glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en
él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto. Hijos míos, ya no
estaré mucho tiempo con ustedes. Ustedes me buscarán, pero yo les digo ahora lo
mismo que dije a los judíos: "A donde yo voy, ustedes no pueden
venir". Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así
como yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto
todos reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los
unos a los otros" Palabra
del Señor
Reflexión del Papa Francisco
El amor de
Jesucristo dura para siempre, jamás tendrá fin, porque es la vida misma de
Dios. Este amor vence el pecado y da la fuerza para volver a levantarse y
recomenzar, porque con el perdón el corazón se renueva y rejuvenece.
Todos lo sabemos: Nuestro Padre jamás se cansa de amar y sus
ojos no se amodorran al mirar el camino de casa, para ver si el hijo que se fue
y se ha perdido regresa.
Podemos hablar de la esperanza de Dios: nuestro Padre nos espera
siempre. No sólo nos deja la puerta abierta: nos espera. Él está involucrado en
esto, esperar a los hijos. Y este Padre no se cansa ni siquiera de amar al otro
hijo que, aun permaneciendo siempre en casa con él, sin embargo no es partícipe
de su misericordia, de su compasión.
Dios no sólo está en el origen del amor, sino que en Jesucristo
nos llama a imitar su mismo de amar:
"Como yo los
he amado, así ámense también ustedes los unos a los otros" (Jn 13, 34).
En la medida en que los cristianos viven este amor, se
convierten en el mundo en discípulos creíbles de Cristo.
El amor no
puede soportar permanecer encerrado en sí mismo. Por su misma naturaleza es
abierto, se difunde y es fecundo, genera siempre nuevo amor. (Celebración
penitencial en la Basílica Vaticana, 08 de marzo de 2014)
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