Evangelio del día: El Espíritu Santo es el gran Consolador que
nos guía
Evangelio del día 🎧 AUDIO. Juan 16,5-11 - VI Martes de
Pascua: Si no me voy, no vendrá a ustedes el Espíritu Santo, el Consolador
Evangelio del día: Juan 16,5-11
Evangelio del día (El
Espíritu Santo es el gran consolador): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus
discípulos: "Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta:
«¿A dónde vas?». Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he
dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me
vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Consolador; en cambio, si me
voy, yo se lo enviaré. Y cuando Él venga, establecerá la culpabilidad del mundo
en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han
creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de
juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado" Palabra del Señor
Reflexión del Papa Francisco
[...] Bajo la acción del Espíritu Santo, todo es una gran riqueza,
porque el Espíritu Santo
es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a
la armonía.
En la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo. Un
Padre de la Iglesia tiene una expresión que me gusta mucho: el Espíritu Santo
"ipse harmonia est". Sólo Él puede suscitar la diversidad, la
pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad. [...]
Si nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad,
la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la
variedad en la comunión de la Iglesia.
[...] Así, pues, preguntémonos: ¿Estoy abierto a la armonía del
Espíritu Santo, superando todo exclusivismo? ¿Me dejo guiar por Él viviendo en
la Iglesia y con la Iglesia?
Los teólogos antiguos decían: el alma es una especie de barca de
vela; el Espíritu Santo
es el viento que sopla la vela para hacerla avanzar; la fuerza y el ímpetu del
viento son los dones del Espíritu. Sin su fuerza, sin su gracia, no iríamos
adelante.
El Espíritu Santo nos
introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una
Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos
impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la
bondad del Evangelio, para comunicar el gozo de la fe, del encuentro con
Cristo.
El Espíritu Santo es el alma de la misión. Lo que
sucedió en Jerusalén hace casi dos mil años no es un hecho lejano, es algo que
llega hasta nosotros, que cada uno de nosotros podemos experimentar.
El Espíritu Santo es el don por excelencia
de Cristo resucitado a sus Apóstoles, pero Él quiere que llegue
a todos. Jesús, como hemos escuchado en el Evangelio, dice: «Yo le pediré al
Padre que les envíe otro Paráclito, que esté siempre con ustedes» (Jn
14,16).
Es el Espíritu Paráclito, el Consolador, que da el valor para
recorrer los caminos del mundo llevando el Evangelio.
El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las
periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo.
Preguntémonos si tenemos la tendencia a cerrarnos en nosotros
mismos, en nuestro grupo, o si dejamos que el Espíritu Santo nos conduzca a la
misión. (Reflexión en la Plaza de San Pedro, 19 de mayo de 2013)
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