San Justino, mártir
fecha: 1 de junio
fecha en el calendario anterior: 14 de abril
†: c. 165 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 14 de abril
†: c. 165 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Memoria de san Justino, mártir, que, como filósofo que era, siguió
íntegramente la auténtica sabiduría conocida en la verdad de Cristo y la
confirmó con sus costumbres, enseñando lo que afirmaba y defendiéndola con sus
escritos. Al presentar al emperador Marco Aurelio, en Roma, su Apología en
favor de la religión cristiana, fue conducido al prefecto Rústico, ante quien
se declaró cristiano, siendo condenado a la pena capital.
Patronazgos: patrono de los filósofos.
refieren a este santo: San Pío I
Oración: Señor, tú que has enseñado a San
Justino a encontrar en la locura de la cruz la incomparable sabiduría de
Cristo, concédenos, por intercesión de tu mártir, la gracia de alejar los
errores que nos cercan y de mantenernos firmes en la fe. Por nuestro Señor Jesucristo,
tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por
los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
Uno de los más distinguidos mártires del
reinado de Marco Aurelio fue san Justino. A pesar de que era laico, fue el
primer apologeta cristiano cuyas obras principales han llegado hasta nosotros.
Sus escritos ofrecen detalles muy interesantes sobre los primeros años del
santo y las circunstancias de su conversión. El mismo Justino cuenta que era
samaritano, ya que había nacido en Flavia Neápolis (Nablus, cerca de la antigua
Siquem); no conocía el hebreo, pues sus padres eran paganos, probablemente de
origen griego. Justino recibió una excelente educación liberal, que aprovechó
muy bien, y se consagró especialmente al estudio de la retórica y a la lectura
de los poetas e historiadores. Más tarde, su sed de saber le movió a estudiar
filosofía. Durante algún tiempo profundizó el sistema de los estoicos, pero lo
abandonó al comprender que no tenían nada que enseñarle sobre Dios. Recurrió
entonces a un maestro peripatético, pero el interés de éste por el dinero, le
decepcionó muy pronto. Los pitagóricos le dijeron que, para empezar, necesitaba
conocer la música, la geometría y la astronomía. Finalmente, un discípulo de
Platón le ofreció enseñarle la ciencia de Dios. Un día en que paseaba por la
playa, tal vez en Éfeso, reflexionando sobre uno de los principios de Platón,
vio que le seguía un venerable anciano; al punto empezó a discutir con él el
problema de Dios. El anciano despertó su interés, diciéndole que él conocía una
filosofía más noble y satisfactoria que cuantas Justino había estudiado; Dios
mismo había revelado dicha filosofía a los profetas del Antiguo Testamento y su
punto culminante había sido Jesucristo. El anciano exhortó al joven a pedir que
se le abrieran las puertas de la luz para llegar al conocimiento que sólo Dios
podía dar. La conversación con el anciano movió a Justino a estudiar la Sagrada
Escritura y a informarse sobre el cristianismo, aunque ya desde antes se había
interesado por la religión de Jesús: «Aun en la época en que me satisfacían las
enseñanzas de Platón -escribe-, al ver a los cristianos arrostrar la muerte y
la tortura con indomable valor, comprendía yo que era imposible que hubiesen
llevado la vida criminal de que se les acusaba». A lo que parece, Justino tenía
unos treinta años cuando se convirtió al cristianismo; pero ignoramos el sitio
y la fecha exacta de su bautismo. Muy probablemente tuvo éste lugar en Éfeso o
en Alejandría, pues consta que Justino estuvo en esas ciudades.
Aunque ya había habido antes algunos
apologetas cristianos, los paganos conocían muy poco de las creencias y las
prácticas de los discípulos de Cristo. Los primitivos cristianos, la mayor
parte de los cuales eran hombres sencillos y poco instruidos, aceptaban
tranquilamente las falsas interpretaciones para proteger los sagrados misterios
contra la profanación. Pero Justino estaba convencido, por su propia
experiencia, de que muchos paganos abrazarían el cristianismo, si se les
presentaba en todo su esplendor. Por otra parte -citemos sus propias palabras-
«tenemos la obligación de dar a conocer nuestra doctrina para no incurrir en la
culpa y el castigo de los que pecan por ignorancia». Así pues, tanto en su
enseñanza como en sus escritos, expuso claramente la fe y aun describió las
ceremonias secretas de los cristianos. Ataviado con las vestimentas
características de los filósofos, Justino recorrió varios países, discutiendo
con los paganos, los herejes y los judíos, En Roma tuvo una argumentación
pública con un cínico llamado Crescencio, en la que demostró la ignorancia y la
mala fe de su adversario. Según parece, la aprehensión de Justino en su segundo
viaje a Roma se debió al odio que le profesaba Crescencio. Justino confesó
valientemente a Cristo y se negó a ofrecer sacrificios a los ídolos. El juez le
condenó a ser decapitado. Con él murieron otros seis cristianos, una mujer y
cinco hombres. Desconocemos le fecha exacta de la ejecución.
Los únicos escritos de Justino mártir que
nos han llegado completos son las dos Apologías y el Diálogo con Trifón. La
primera Apología, de la que la segunda no es más que un apéndice, está dedicada
al emperador Antonino, a sus dos hijos, al senado y al pueblo romanos. En ella
protesta Justino contra la condenación de los cristianos por razón de su
religión o de falsas acusaciones. Después de demostrar que es injusto acusarles
de ateísmo y de inmoralidad insiste en que no sólo no son un peligro para el
Estado, sino que son ciudadanos pacíficos, cuya lealtad al emperador se basa en
sus mismos principios religiosos. Hacia el fin, describe el apologeta el rito
del bautismo y de la misa dominical, incluyendo el banquete eucarístico y la
distribución de limosnas. El tercer libro de Justino es una defensa del
cristianismo en contraste con el judaismo, bajo la forma de un diálogo con un
judío llamado Trifón. Parece que san Ireneo utilizó un tratado de Justino
contra la herejía.
Las actas del juicio y del martirio de san
Justino son uno de los documentos más valiosos y auténticos que han llegado
hasta nosotros. El prefecto romano, Rústico, ante el que comparecieron Justino
y sus compañeros, los exhortó a someterse a los dioses y a obedecer a los
emperadores. Justino replicó que no era un delito obedecer a la ley de
Jesucristo:
Rústico: ¿En qué disciplina estás especializado?
Justino: Estudié primero todas las ramas de la filosofía; acabé por escoger la religión de Cristo, por desagradable que esto pueda ser para los que se hallan en el error.
Rústico: Pero, debes estar loco para haber escogido esa doctrina.
Justino: Soy cristiano porque en el cristianismo está la verdad.
Rústico: ¿En qué consiste exactamente la doctrina cristiana?
Justino le explicó que los cristianos creían en un solo Dios, creador de todas las cosas y que confesaban a su hijo, Jesucristo, anunciado por los profetas, quien había venido a salvar y juzgar a la humanidad. Rústico preguntó entonces dónde se reunían los cristianos.
Justino: Donde pueden. ¿Acaso crees que todos nos reunimos en el mismo sitio? No. El Dios de los cristianos no está limitado a un solo lugar; es invisible y se halla en todas partes, así en el cielo como en la tierra, de suerte que los cristianos pueden adorarle en todas partes.
Rústico: Está bien. Pero dime entonces, dónde te reuniste tú con tus discípulos.
Justino: Siempre me he hospedado en casa de un hombre llamado Martín, junto a los baños de Timoteo. Este es mi segundo viaje a Roma y nunca me he alojado en otra parte. Todos los que lo desean pueden ir a verme y oírme en casa de Martín.
Rústico: Así pues, ¿eres cristiano?
Justino: Sí, soy cristiano.
Después de preguntar a los otros si eran también cristianos, Rústico dijo a Justino:
Rústico: Dime, tú que eres elocuente y crees poseer la verdad, si yo te mando torturar y decapitar, ¿crees que irás al cielo?
Justino: Si sufro por Cristo todo lo que dices, espero recibir el premio prometido a quienes guardan sus mandamientos. Yo creo que todos los que cumplen sus mandamientos permanecen en gracia de Dios eternamente.
Rústico: ¿De suerte que crees que irás al cielo a recibir el premio?
Justino: No es una simple creencia, sino una certidumbre. No tengo la menor duda sobre ello.
Rústico: Está bien. Acércate y sacrifica a los dioses.
Justino: Ningún hombre sensato renuncia a la verdad por la mentira.
Rústico: Si no lo haces, te mandaré torturar sin misericordia.
Justino: Nada deseamos más que sufrir por nuestro Señor Jesucristo y salvarnos. Así podremos presentarnos con confianza ante el trono de nuestro Dios y Salvador para ser juzgados, cuando se acabe este mundo.
Los otros cristianos ratificaron cuanto había dicho Justino. El juez los sentenció a ser flagelados y decapitados. Los mártires murieron por Cristo en el sitio acostumbrado. Algunos de los fieles recogieron, en secreto, los cadáveres y les dieron sepultura, sostenidos por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Rústico: ¿En qué disciplina estás especializado?
Justino: Estudié primero todas las ramas de la filosofía; acabé por escoger la religión de Cristo, por desagradable que esto pueda ser para los que se hallan en el error.
Rústico: Pero, debes estar loco para haber escogido esa doctrina.
Justino: Soy cristiano porque en el cristianismo está la verdad.
Rústico: ¿En qué consiste exactamente la doctrina cristiana?
Justino le explicó que los cristianos creían en un solo Dios, creador de todas las cosas y que confesaban a su hijo, Jesucristo, anunciado por los profetas, quien había venido a salvar y juzgar a la humanidad. Rústico preguntó entonces dónde se reunían los cristianos.
Justino: Donde pueden. ¿Acaso crees que todos nos reunimos en el mismo sitio? No. El Dios de los cristianos no está limitado a un solo lugar; es invisible y se halla en todas partes, así en el cielo como en la tierra, de suerte que los cristianos pueden adorarle en todas partes.
Rústico: Está bien. Pero dime entonces, dónde te reuniste tú con tus discípulos.
Justino: Siempre me he hospedado en casa de un hombre llamado Martín, junto a los baños de Timoteo. Este es mi segundo viaje a Roma y nunca me he alojado en otra parte. Todos los que lo desean pueden ir a verme y oírme en casa de Martín.
Rústico: Así pues, ¿eres cristiano?
Justino: Sí, soy cristiano.
Después de preguntar a los otros si eran también cristianos, Rústico dijo a Justino:
Rústico: Dime, tú que eres elocuente y crees poseer la verdad, si yo te mando torturar y decapitar, ¿crees que irás al cielo?
Justino: Si sufro por Cristo todo lo que dices, espero recibir el premio prometido a quienes guardan sus mandamientos. Yo creo que todos los que cumplen sus mandamientos permanecen en gracia de Dios eternamente.
Rústico: ¿De suerte que crees que irás al cielo a recibir el premio?
Justino: No es una simple creencia, sino una certidumbre. No tengo la menor duda sobre ello.
Rústico: Está bien. Acércate y sacrifica a los dioses.
Justino: Ningún hombre sensato renuncia a la verdad por la mentira.
Rústico: Si no lo haces, te mandaré torturar sin misericordia.
Justino: Nada deseamos más que sufrir por nuestro Señor Jesucristo y salvarnos. Así podremos presentarnos con confianza ante el trono de nuestro Dios y Salvador para ser juzgados, cuando se acabe este mundo.
Los otros cristianos ratificaron cuanto había dicho Justino. El juez los sentenció a ser flagelados y decapitados. Los mártires murieron por Cristo en el sitio acostumbrado. Algunos de los fieles recogieron, en secreto, los cadáveres y les dieron sepultura, sostenidos por la gracia de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Como es natural, existe una literatura muy
abundante sobre un apologeta, cuya vida y escritos plantean tantos problemas.
Recomendamos a este propósito la excelente bibliografía que da G. Bardy en su
artículo Justin en DTC, vol. vm (1924), ce. 2228-2277. Fuera del hecho de su
martirio, todo lo que sabemos acerca de San Justino se reduce a lo que él mismo
nos cuenta en su «Diálogo con Trifón». San Ireneo, Eusebio y san Jerónimo,
mencionan a san Justino, pero apenas añaden algún dato nuevo. El texto de las
actas de su martirio se halla en Acta Sanctorum (junio, vol. I). En casi todas
las colecciones modernas de actas de los mártires, se encuentran las actas de
san Justino. Es curioso que en Roma no se conserve ninguna huella del culto a
san Justino; su nombre no se halla ni en el calendario filocaliano ni en el
Hieronymianum.
N.ETF: Además de las actas del martirio, cuyo extracto se lee en el Oficio de Lecturas del oficio del santo, en la liturgia de las horas se utilizan dos lecturas más de sus obras, por demás preciosas: de la I Apología, sobre el bautismo cristiano, y de la misma obra, sobre la celebración eucarística. Las dos Apologías y el Diálogo con Trifón pueden leerse en español en ETF, en la sección dedicada a los Padres de la Iglesia. SS Benedicto XVI empleó en 2007 una de sus catequesis sobre los Padres en presentar a san Justino.
N.ETF: Además de las actas del martirio, cuyo extracto se lee en el Oficio de Lecturas del oficio del santo, en la liturgia de las horas se utilizan dos lecturas más de sus obras, por demás preciosas: de la I Apología, sobre el bautismo cristiano, y de la misma obra, sobre la celebración eucarística. Las dos Apologías y el Diálogo con Trifón pueden leerse en español en ETF, en la sección dedicada a los Padres de la Iglesia. SS Benedicto XVI empleó en 2007 una de sus catequesis sobre los Padres en presentar a san Justino.
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