Santa Rita de Casia, religiosa
fecha: 22 de mayo
n.: ant. 1370 - †: c. 1457 - país: Italia
canonización: B: Urbano VIII 1 oct 1627 - C: León XIII 24 may 1900
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: ant. 1370 - †: c. 1457 - país: Italia
canonización: B: Urbano VIII 1 oct 1627 - C: León XIII 24 may 1900
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Santa Rita, religiosa, que, casada con un hombre violento, toleró
pacientemente sus crueldades reconciliándolo con Dios, y al morir su marido y
sus hijos ingresó en el monasterio de la Orden de San Agustín en Casia, de la
Umbría, en Italia, dando a todos un ejemplo sublime de paciencia y compunción.
Patronazgos: patrona de los fabricantes de embutidos, protectora en situaciones
desesperadas, exámenes, y pérdidas de objetos, también contra la viruela.
«Abogada de imposibles».
Tradiciones, refranes, devociones: El agua por Santa Rita, toda la cosecha quita.
Truenos por Santa Rita, toda la cosecha quita.
Por Santa Rita, el agua da más que quita.
Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.
Santa Rita, santa Rita, te da y te quita.
Truenos por Santa Rita, toda la cosecha quita.
Por Santa Rita, el agua da más que quita.
Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.
Santa Rita, santa Rita, te da y te quita.
Oración: Te pedimos, Señor, que nos concedas
la sabiduría y la fortaleza de la cruz, con las que te dignaste enriquecer a
santa Rita, para que, compartiendo en las tribulaciones la pasión de Cristo,
podamos participar mas íntimamente en su misterio pascual. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)
Para iniciar una novena a la santa:
¡Poderosísima Santa Rita de Casia! Con razón te aclama la cristiandad como «Abogada de imposibles». Ya que todo lo alcanzas del Señor, no rehúses obtenerme de Dios la gracia que te imploro en los días de esta novena. Que todo lo que te pido sea para mi bien y salvación de mi alma. Amén.
Para iniciar una novena a la santa:
¡Poderosísima Santa Rita de Casia! Con razón te aclama la cristiandad como «Abogada de imposibles». Ya que todo lo alcanzas del Señor, no rehúses obtenerme de Dios la gracia que te imploro en los días de esta novena. Que todo lo que te pido sea para mi bien y salvación de mi alma. Amén.
Los padres de Rita eran humildes
labradores de Roccaporena, en los Apeninos centrales; pero su hija, que nació
en 1381, estaba destinadada a ser excelsa y ejemplar como hija, como esposa y
como religiosa. Su gran santidad y su poderosa intercesión iban a merecerle, un
día, el título de «la santa de los imposibles y la abogada de los casos
desesperados».
Cuando Rita nació, sus padres eran ya
bastante viejos. La niña dio, desde los primeros años, muestras de
extraordinaria piedad y amor de la oración. Pronto concibió el deseo de
consagrarse al servicio de Dios en el convento de las Agustinas de Casia. Pero
sus padres determinaron casarla, y la joven se sometió humildemente, con la
idea de que la obediencia era el mejor medio de agradar a Dios. Desgraciadamente,
sus padres no supieron escogerle marido. El esposo resultó un hombre brutal y
disoluto; por su temperamento iracundo, era el terror de los vecinos. Rita
soportó durante dieciocho años, con increíble paciencia, sus insultos e
infidelidades. Al ver que sus dos hijos seguían cada vez más de cerca el
ejemplo de su padre, sufría profundamente, pero no podía hacer otra cosa que
llorar a escondidas y orar fervorosamente por ellos. Un día, la gracia de Dios
tocó el corazón de su esposo, quien le pidió perdón por todo lo que la había
hecho padecer. Pocos días después, los vecinos trajeron a Rita el cadáver de su
marido, cubierto de heridas. Rita nunca supo si había muerto en una riña o
había perecido víctima de una venganza. Su pena se agudizó todavía más, cuando
se enteró de que sus dos hijos habían jurado vengar a su padre. La santa
suplicó fervorosamente a Dios que no permitiese que sus hijos se convirtieran
en asesinos. Dios escuchó su oración, puesto que los dos jóvenes enfermaron y
murieron antes de llevar a cabo su venganza. Rita, que los asistió tiernamente
en su enfermedad, consiguió que, antes de morir, perdonasen a sus enemigos.
Al quedar sola en el mundo, Rita concibió
de nuevo el deseo de hacerse religiosa. Así pues, pidió la admisión en el
convento de Casia, pero se le respondió que las constituciones sólo permitían
recibir doncellas. La santa insistió por tres veces y otras tantas recibió la
misma respuesta de la priora. Pero, finalmente, se hizo una excepción con ella
y pudo tomar el hábito, en 1413. Santa Rita practicó en el convento la misma
sumisión que en su vida de hija y de esposa. Jamás cometió una sola falta
contra la regla. Su superiora, para probarla, le mandó en cierta ocasión que
fuese a regar una vid seca; la santa no sólo obedeció aquella vez sino que regó
la planta todos los días. En los puntos en que la regla permitía cierta
libertad, como en el uso de las penitencias corporales, la santa era implacable
consigo misma. Manifestó particularmente su caridad en la asistencia a las
religiosas enfermas. Con su ejemplo y sus palabras consiguió la conversión de
muchos cristianos tibios. Todo cuanto la santa hacía y decía, se afincaba en su
gran amor por Dios, que era el motivo de su existencia.
Desde niña había sido especialmente devota
de la Pasión; como religiosa, fue arrebatada muchas veces en éxtasis, mientras
contemplaba los misterios dolorosos de la vida del Señor. En 1441, la santa
asistió a un fervoroso sermón que san Jacobo de la Marca pronunció sobre la
coronación de espinas. Poco después, hallándose arrodillada en oración, Rita
sintió un agudo dolor en la frente, como si una de las espinas de la corona se
le hubiese clavado. La herida supuró y despedía tan mal olor, que Rita debió
retirarse a un rincón apartado del convento para no molestar a las demás. Se
dice que la herida desapareció temporalmente, como la santa lo había pedido a
Dios, para poder acompañar a sus hermanas en la peregrinación que hicieron a
Roma, en el año jubilar de 1450; pero reapareció en cuanto Rita volvió al
convento, de suerte que se vio obligada a vivir prácticamente como reclusa
hasta su muerte. Durante sus últimos años, la santa padeció, además, otra
enfermedad, que soportó con la misma paciencia. Jamás abrevió en la penitencia
y, hasta el fin de su vida, durmió sobre un jergón de paja.
Murió el 22 de mayo de 1457. Su cuerpo ha
permanecido incorrupto hasta nuestros días. En las iglesias de los agustinos se
bendicen las rosas de Santa Rita. Según cuenta la tradición, en su lecho de
muerte la santa pidió a un visitante de Roccaporena que fuese al jardín a
traerle una rosa. Como todavía no empezaba la estación de las rosas, el
visitante tenía pocas esperanzas de poder complacer a la enferma; pero, con
gran sorpresa, descubrió en el jardín un rosal en flor. Llevó entonces la rosa
a la santa y le preguntó si quería otra cosa; «sí, -replicó Rita-, quiero dos
higos». El visitante volvió al huerto y encontró dos higos en una higuera sin
hojas.
La leyenda de Santa Rita, tal como se
cuenta generalmente, no es del todo satisfactoria desde el punto de vista
histórico. La santa murió en 1457, pero la primera biografía que se conoce fue
publicada en 1600, y desconocemos las fuentes en que el autor se basó. Existen
muchas biografías modernas; pero ninguna de ellas añade nada sustancial a la
narración de Acta Sanctorum (mayo, vol. V), que se basa en la biografía de
Cavallucci (siglo XVII). Quedan todavía muchos puntos oscuros.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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