Dinero © Matías Medina/Cathopic
Padre Antonio Rivero: “¿Cómo y para qué uso el dinero?”
XXV Domingo del Tiempo Ordinario
VIGÉSIMO QUINTO DOMINGO DEL TIEMPO COMÚN
Ciclo C
Textos: Amós 8, 4-7; 1 Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13
Antonio Rivero, L.C. Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos.
Idea principal: Seamos astutos, sobre todo en el uso del dinero para ayudar a las personas más pobres.
Síntesis del mensaje: con la parábola del administrador injusto y sin escrúpulos (evangelio), Jesús no nos anima a ser deshonestos, sino nos invita a ser astutos y saber hacer cálculos para hacer obras buenas. Jesús quiere suscitar en nosotros cierta emulación. Parece querernos decir: “Ese administrador no se deja desanimar por las circunstancias, sino que encuentra soluciones, aunque injustas. Así pues, vosotros, que sois discípulos míos, también debéis mostraros astutos, ingeniosos, buscar soluciones, incluso inesperadas, pero nunca injustas”. Astutos especialmente para poder ayudar a los pobres con nuestro dinero, conquistado con honestidad. Si Dios “levanta del polvo al desvalido y alza de la basura al pobre” (Salmo), ¿qué estamos dispuestos a hacer nosotros?
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, si Cristo nos invita a la astucia, habrá que definir bien lo que significa esta palabra. La palabra astucia es un término que se emplea con recurrencia cuando se quiere dar cuenta de la sagacidad que presenta un individuo a la hora de comprender o de resolver determinada situación que a la luz de cualquiera resulta ser bastante compleja de resolver. Es decir, este sentido del término lo usamos siempre que queramos indicar que tal o cual dispone de un entendimiento notable que es capaz de distinguir sin problemas aún aquello que para la mayoría es inentendible o difícil de desentrañar. También, la astucia implica la habilidad que alguien posee a la hora de desentrañar un engaño. Pero además de la mencionada referencia positiva que presenta, también nos encontramos con la contracara del término, dado que la astucia puede implicar, asimismo, la sagacidad que alguien dispone a la hora de engañar, mentirle a alguien sobre determinada cuestión para conseguir un fin.
En segundo lugar, Cristo lógicamente nos invita a la astucia positiva, sobre todo en el uso del dinero para ayudar a los más necesitados. El dinero, lo sabemos, puede ser fuente de ambición y tentación. Pero bien usado, puede ser fuente de bendiciones para pobres, enfermos y gente carenciada. Escribí en mi libro sobre Jesucristo: “Todos los bienes materiales son regalos de Dios, nuestro Padre. Debemos usarlos en tanto cuanto nos lleven a Él, con rectitud, moderación, desprendimiento interior. Al mismo tiempo, son medios para llevar una vida digna y para ayudar a los más necesitados. Lo que Jesús recrimina es el apego a las riquezas, y el convertirlas en fin en sí mismas”. Jesús nos dice que debemos elegir: o la esclavitud respecto al dinero, o el servicio a Dios. Por eso, nos invita a tener una actitud clara: ser inteligentes, ingeniosos, en el sentido del bien y, especialmente, en el sentido de la caridad generosa. Ya sabemos lo que le pasó al rico Epulón por no compartir su riqueza con el pobre Lázaro (cf. Lc 16, 19-31). Debemos encontrar soluciones para ayudar a la gente necesitada, a esos emigrantes, a esos pobres que duermen debajo de un puente, a quienes no tienen un mendrugo de pan para llevarse a la boca. No debemos vivir con una actitud de parálisis que nos impida hacer algo por esa gente; debemos mostrarnos emprendedores. ¿Cómo sacó adelante el padre Pío la “Casa para el Alivio al sufrimiento”, cuando en su bolsillo tenía unas cuantas liras? ¿Cómo construyó san Alberto Hurtado la casa “El Hogar de Cristo”? ¿Qué no hizo santa Madre Teresa de Calcuta o santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars por los ancianos, o santa Soledad Torres Acosta por los enfermos? La Iglesia no cesa de emprender iniciativas para ayudar a las personas necesitadas: Cáritas, Vicentinos…Y esto facilita las cosas para los cristianos: cada uno puede colaborar con las iniciativas emprendidas ya por la Iglesia, para crecer en esa virtud de la generosidad, en vez de dejarse contagiar por el egoísmo y la ambición en el uso del dinero.
Finalmente, ahora toca el turno a nuestra conciencia y a nuestros bolsillos. ¿Cuánto hay contante y sonante en nuestra cartera? El profeta Amos en la 1ª lectura ya critica duramente a esos ricos explotadores que esquilman al pobre y pisotean la piedad, la justicia y la verdad. Fiel a su programa, el profeta estigmatiza las trampas de los comerciantes insaciables, las cuales consistían en achicar la medida y usar balanzas falsas. Así se enriquecían y por medio del dinero injustamente adquirido, oprimían al pobre. Las trampas y la corrupción de aquella época no son muy diferentes de las actuales. Pero Dios considera como hechas a Él mismo estas injusticias: “el Señor no olvidará jamás vuestras acciones”. Sabemos que no siempre el dinero es injusto, pero sí peligroso. A los aprovechados de entonces y a los de ahora les gustaría que Dios no se metiese en estas cosas, y que la Iglesia tampoco tocase este tema. Pero la Palabra de Dios es clara, viva y tajante en este campo del dinero y la explotación, como vemos en Amós. Y san Pablo en la 2ª lectura nos abre la perspectiva de la generosidad, no tanto en el sentido material –dar dinero-, sino en el sentido espiritual: rezar por los grandes y ricos de la tierra, para que todos llevemos una vida digna, piadosa y honesta. Este consejo espiritual de san Pablo lo ponemos en práctica en la oración de los fieles cada domingo. Ahora nos toca vaciar nuestros bolsillos para dar una sonrisa el pobre. Firmemos un cheque para ayudar a una obra de caridad y de promoción humana.
Para reflexionar: ¿Me tendrá Dios que echar en cara lo que Amós a los corruptos de su tiempo? ¿Tengo la conciencia tranquila en el uso o abuso del dinero, adquirido incluso con mañas, con sangre y con mentiras? ¿El dinero me obstaculiza en el crecimiento de mi fe y amor? ¿Soy también inteligente para las cosas del espíritu?
Para rezar: Señor, dame la gracia de usar el dinero, ganado con honestidad, para vivir con dignidad, sacar adelante a mi familia, dar una educación de calidad a mis hijos, y para ayudar a los más necesitados. Líbrame de la avaricia y la tacañería. Tú nos diste todo. Es más, te diste totalmente. Nada te reservaste. Que imite tu ejemplo y eso me basta. Lo que estoy dando aquí es lo que recibiré en el cielo. Y lo que me reservo aquí, se queda aquí. Amén.
Para cualquier duda, pregunta o sugerencia, aquí tienen el email del padre Antonio, arivero@legionaries.org
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