San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia
fecha: 17 de septiembre
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: 1542 - †: 1621 - país: Italia
otras formas del nombre: Roberto Bellarmino
canonización: B: Pío XI 13 may 1923 - C: Pío XI 29 jun 1930
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 13 de mayo
n.: 1542 - †: 1621 - país: Italia
otras formas del nombre: Roberto Bellarmino
canonización: B: Pío XI 13 may 1923 - C: Pío XI 29 jun 1930
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la
Orden de la Compañía de Jesús, que intervino de modo conspicuo, con sutiles y
peculiares aportaciones, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal,
y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la
diócesis de Capua, en Italia. Finalmente, desempeñó en la Curia romana
múltiples actividades relacionadas con la defensa doctrinal de la fe.
refieren a este santo: Beato Juan
Juvenal Ancina, San Luis Gonzaga
Oración: Señor, tú que dotaste a san Roberto
Belarmino de santidad y sabiduría admirable para defender la fe de tu Iglesia,
concede a tu pueblo, por su intercesión, la gracia de vivir con la alegría de
profesar plenamente la fe verdadera. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Uno de los más grandes controversistas de
todos los tiempos y el más distinguido de los defensores de la Iglesia contra
la Reforma protestante, fue Roberto Francisco Rómulo Belarmino, cuya fiesta se
celebra en este día. Roberto nació en 1542 en la ciudad de Montepulciano, en
Toscana. Era miembro de una noble familia venida a menos. Sus padres eran
Vicente Belarmino y Cintia Cervi, hermana del papa Marcelo II. Desde niño,
Roberto dio muestras de una inteligencia superior; conocía a Virgilio de
memoria, escribía buenos versos latinos, tocaba el violín y así, pronto empezó
a desempeñar un brillante papel en las disputas públicas, con gran admiración
de sus conciudadanos. Su devoción no cedía a su inteligencia; cuando tenía
diecisiete años, el rector del colegio de los jesuitas de Montepulciano
escribió sobre él en una carta: «Es el mejor de nuestros alumnos y no está
lejos del Reino de los Cielos». Roberto quería ingresar en la Compañía de Jesús,
pero su padre, que tenía otros planes sobre él, se oponía firmemente; sin
embargo, con la ayuda de su madre, el joven consiguió al fin el deseado
permiso. En 1560, se presentó Roberto en Roma ante el general de los jesuitas,
quien le redujo mucho el tiempo de noviciado y le destinó casi inmediatamente a
proseguir los estudios en el Colegio Romano. Roberto tuvo que luchar toda la
vida contra la mala salud. Al fin de los tres años de filosofía estaba tan
débil, que los superiores le enviaron a tomar los aires natales; el joven
religioso aprovechó su estancia en Toscana para instruir a los niños y dar
conferencias de retórica y poética latinas. Un año más tarde, fue trasladado a
Mondovi del Piamonte y destinado a dar cursos sobre Cicerón y Demóstenes. Roberto
no conocía del griego más que el alfabeto, pero, con su obediencia y energía
características, preparaba por la noche la lección de gramática griega que
debía impartir al día siguiente. El futuro cardenal se oponía al castigo
corporal de los alumnos y jamás lo empleó. Además de ejercer el magisterio,
predicaba con frecuencia y el pueblo acudía en masa a sus sermones. Su
provincial, el P. Adorno, que le oyó predicar un día, le envió inmediatamente a
la Universidad de Padua para que recibiese cuanto antes la ordenación
sacerdotal. Roberto se entregó ahí nuevamente a la predicación y al estudio;
pero al poco tiempo, el padre general, san Francisco de
Borja, le envió a Lovaina a proseguir sus estudios y a predicar
en la Universidad, para contrarrestar las peligrosas doctrinas que esparcía el
canciller Miguel Bayo y otros. En el viaje a Bélgica tuvo por compañero al
inglés Guillermo Allen, que sería también, un día, cardenal. Belarmino pasó siete
años en Lovaina. Sus sermones fueron extraordinariamente populares desde el
primer día, a pesar de que predicaba en latín y era de tan corta estatura, que
subía en un banquillo para sobresalir en el púlpito a fin de que el auditorio
pudiese verle y oírle. Pero sus oyentes decían que su rostro brillaba de una
manera extraordinaria y que sus palabras eran inspiradas.
Después de recibir la ordenación
sacerdotal, en Gante, en 1570, ocupó una cátedra en la Universidad de Lovaina.
Fue el primer jesuita a quien se confirió ese honor. Sus cursos sobre la
«Summa» de Santo Tomás, en los que exponía brillantemente la doctrina del santo
Doctor, le proporcionaban la ocasión de refutar las doctrinas de Bayo sobre la
gracia, la libertad y la autoridad pontificia. Pero jamás cedió a la brutalidad
de las controversias de la época, pues ni atacaba personalmente a sus
adversarios, ni mencionaba sus nombres. No obstante el trabajo abrumador que
tenía con sus sermones y clases, san Roberto encontró todavía tiempo en Lovaina
para aprender solo el hebreo y estudiar a fondo la Sagrada Escritura y los
escritos de los Santos Padres. La gramática hebrea que escribió entonces para
ayuda de los estudiantes llegó a ser muy popular.
Como su salud empezara a flaquear, los
superiores le llamaron nuevamente a Italia. San Carlos Borromeo trató de que le
destinasen a Milán, pero fue nombrado para ocupar la nueva cátedra de teología
apologética en el Colegio Romano. Durante nueve años, a partir de 1576, trabajó
incansablemente en esa cátedra y en la preparación de los cuatro enormes
volúmenes de sus «Discusiones sobre los puntos controvertidos». Tres siglos más
tarde, el competente historiador Hefele calificaba esa obra como «la más
completa defensa del catolicismo que se ha publicado hasta nuestros días». San
Roberto conocía tan a fondo la Biblia, los Santos Padres y los escritos de los
herejes, que muchos de sus adversarios no podían creer que sus «Controversias»
fuesen la obra de un solo escritor y sostenían que su nombre era el anagrama de
un conjunto de sabios e hipócritas jesuitas. Las «Controversias» de san Roberto
aparecieron en el momento más oportuno, pues los principales reformadores
acababan de publicar una serie de volúmenes en los que se proponían demostrar
que, desde el punto de vista histórico, el protestantismo era el verdadero
representante de la Iglesia de los Apóstoles. Como esos volúmenes habían sido
publicados en Magdeburgo y cada tomo correspondía a un siglo, la colección
recibió el nombre de «los siglos o las centurias de Magdeburgo». Baronio refutó
dicha obra desde el punto de vista histórico, y Belarmino desde el dogmático.
El éxito de las «Controversias» fue instantáneo: clérigos y laicos, católicos y
protestantes leyeron ávidamente los volúmenes. En Londres, donde la obra fue
prohibida, un librero declaró: «Este jesuita me ha hecho ganar más dinero que
todos los otros teólogos juntos».
En 1589, san Roberto tuvo que interrumpir
algún tiempo sus estudios para acompañar al cardenal Cayetano en una embajada
diplomática a Francia, desgarrada entonces por la guerra entre Enrique de
Navarra y la Liga. La embajada no produjo ningún resultado; pero sus miembros
vivieron la experiencia de ocho meses de sitio en París, donde, según san
Roberto Belarmino, «no hicieron nada pero sufrieron mucho». Al contrario del
cardenal Cayetano, quien favorecía a los españoles, san Roberto apoyaba
abiertamente la idea de pactar con Enrique de Navarra, con tal de que se
convirtiese al catolicismo; pero el Papa Sixto V murió por entonces, poco
después del fin del sitio, y los embajadores fueron llamados de nuevo a Roma.
Algo más tarde, san Roberto dirigió una comisión a la que el papa Clemente VIII
había encargado de preparar la publicación de una edición revisada de la
Vulgata, según la consigna del Concilio de Trento. Ya en la época de Sixto V se
había preparado una edición, bajo la supervisión del Pontífice; pero la falta
de conocimientos de los exégetas y el temor de modificar demasiado el texto
corriente, la habían convertido en un trabajo inútil, de circulación muy
reducida. La nueva versión, que recibió el «imprimatur» de Clemente VIII,
precedida de un prefacio de san Roberto Belarmino, es el texto latino que se
usó hasta el siglo XX. San Roberto vivía entonces en el Colegio Romano. Como
director espiritual de la casa, había estado en estrecho contacto con san Luis Gonzaga,
a quien atendió en su lecho de muerte. El futuro cardenal profesaba tanto
cariño al santo joven, que pidió ser enterrado a sus pies, «pues fue en una
época mi hijo espiritual».
Por entonces empezó para San Roberto la
carrera de los honores. En 1592, fue nombrado rector del Colegio Romano y, en
1594, provincial de Nápoles. Tres años más tarde, volvió a Roma a trabajar como
teólogo de Clemente VIII. Por expreso deseo del Pontífice, escribió sus dos
célebres catecismos, uno de los cuales se usó hasta hace unas décadas en
Italia. Se dice que esos catecismos han sido los libros más traducidos, después
de la Biblia y la «Imitación de Cristo». En 1598, muy contra su voluntad,
Belarmino fue elevado al cardenalato por Clemente VIII, «en premio de su
ciencia inigualable». Aunque esto le obligó a vivir en el Vaticano y a tener
cierto número de criados, el santo no abandonó por ello su austeridad
acostumbrada y limitó su servidumbre y Ios gastos de su casa a Io estrictamente
esencial. Se alimentaba, como los pobres, de pan y ajo y ni siquiera en
invierno había fuego en su casa. En cierta ocasión pagó el rescate de un
soldado que había desertado y regalaba a los pobres los tapices de sus
departamentos, diciendo: «Las paredes no tienen frío».
En 1602, fue inesperadamente nombrado
arzobispo de Capua. Cuatro días después de su consagración, partió de Roma a su
sede. Aunque fue admirable en todo, tal vez donde más se distinguía era en el
ejercicio de las funciones pastorales en su inmensa diócesis. Haciendo a un
lado los libros, aquel hombre de estudios, que no tenía ninguna experiencia
pastoral, se dedicó a evangelizar a su pueblo con el celo de un joven misionero
y a aplicar las reformas decretadas por el Concilio de Trento. Predicaba
continuamente, visitaba su diócesis, exhortaba al clero, instruía a los niños,
socorría a los necesitados y se ganó el cariño de todos sus hijos. Sin embargo,
no iba a permanecer mucho tiempo fuera de Roma. Inmediatamente después de su
elección, que tuvo lugar tres años después, Paulo V insistió en que volviese a
la Ciudad Eterna, y san Roberto renunció a su diócesis. A partir de entonces,
como encargado de la Biblioteca Vaticana y como miembro de casi todas las
congregaciones, desempeñó un papel muy importante en todos los asuntos de la
Santa Sede. Cuando Venecia abrogó arbitrariamente los derechos de la Iglesia y
fue castigada con el entredicho, san Roberto fue el gran paladín pontificio en
la discusión con el famoso servita veneciano, fray Pablo Sarpi. Otro adversario
todavía más importante fue Jaime I de Inglaterra. El cardenal Belarmino había
reprendido a su amigo, el arcipreste Blackwell, por haber prestado el juramento
de fidelidad a dicho monarca, ya que en él se negaban los derechos temporales
del Papa. El rey Jaime, que se consideraba como un controversista, intervino en
la contienda con dos libros en defensa del juramento, a los que respondió el cardenal
Belarmino. En su primera respuesta, san Roberto empleó el tono ligeramente
humorístico que manejaba tan bien y se burló un poco del mal latín del monarca.
En cambio, en el segundo tratado respondió en forma seria y aplastante a cada
una de las objeciones de su adversario. Aunque defendió abierta y lealmente la
supremacía pontifica en lo espiritual, las opiniones de Belarmino sobre la
autoridad temporal no agradaban a los extremistas de ninguno de los dos campos.
Como sostenía que la jurisdicción del Papa sobre los reyes era sólo indirecta,
perdió el favor de Sixto V; y como sostuvo contra el jurista escocés Barclay
que la monarquía no era una institución de derecho divino, su libro De
potestate Papae fue quemado públicamente en el Parlamento de París.
El santo era amigo de Galileo Galilei,
quien le dedicó uno de sus libros. En 1616 se le confió la misión de amonestar
al gran astrónomo; pero en su amonestación, que Galileo tomó muy bien, se
limitó a rogarle que propusiese simplemente como hipótesis las teorías que no
estaban todavía probadas. Galileo habría ganado mucho si se hubiese atenido a
ese consejo. Sería imposible mencionar aquí todas las actividades de san
Roberto en sus últimos años. Siguió escribiendo hasta el fin, pero ya no obras
de controversia; terminó un comentario de los Salmos y escribió cinco libros
espirituales, el último de los cuales se titulaba «Arte de morir». Cuando su
vida tocaba a su fin, san Roberto obtuvo permiso de retirarse al noviciado de
San Andrés, donde murió a los setenta y siete años, el 17 de septiembre de
1621. Precisamente en esa fecha se celebraba la fiesta de los estigmas de San
Francisco de Asís, que se había introducido a petición suya. San Roberto
Belarmino fue canonizado en 1930 y declarado Doctor de la Iglesia en 1931.
Resulta casi inútil advertir que las
fuentes sobre san Roberto Belarmino son demasiado numerosas para que podamos
citarlas en detalle. Simplemente el hecho de que una escuela teológica, que no
estaba de acuerdo con las opiniones de Belarmino, se haya opuesto a su
beatificación y la haya retardado, multiplicó enormemente los documentos
relacionados con el proceso. Además de estos documentos, prácticamente
oficiales, y de las biografías del siglo XVII, como las de Fugliatti (1624) y
Daniel Bartoli (1678), mencionaremos la breve autobiografía que escribió san
Roberto en 1613 y la instancia del P. Mucio Vitelleschi. Este último documento
se halla en la obra del P. Le Bachelet, Bellarmin avant son Cardinalat (1911),
a la que el autor añadió una colección de documentos, titulada Auctarium
Bellarminianum (1913).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 6132 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_3358
No hay comentarios:
Publicar un comentario