Yayayaya llega, la
primavera.
1.
Nos movemos los humanos al ritmo vital del aire ya seamos
gentes del rebaño, minorías de las élites o simples números de unas
estadísticas. El aire, lo diré una vez más en estas presentaciones, se nos
cuela en los adentros mayoritariamente por las narices y la boca y quedamos a
su merced. El aire se hace nuestro sembrador. De continuo nos deja dentro
semillas de todo cuanto tiene que ver con la vida. De año en año, y nunca se
olvida, este aire labrador viene hasta nosotros trayéndonos la primavera que
es, música, luz, calor, color, sabor, amor y más...
2.
La primavera es agua y lo sabe el aire. Lo sabe y nos la
trae. Llega, la deja, se va. Vuelve. Repite la melodía. Nos mira, nos limpia,
nos acaricia. Se nos pone delante y nos atrae. Nos empuja cuando va detrás.
Camina también a nuestro lado. Es silencio vivo, alegre y fresco. Está siempre y,
a veces, también se viste de letras y se hace palabra. Una, más, un verso y
hasta un infinito. La primavera del aire es un libro que tú y yo y todos
llevamos dentro para leerlo y que nos lo lean siempre los otros.
3.
La primavera del aire nos ha crecido dentro. Y ha crecido
tanto que se nos desborda ya por los cinco sentidos hasta convertirse en olas
inmensas de abrazos. ¿Abrazos? Aire con aire, fuego con fuego, luz con luz,
sabor con sabor, mirada con mirada, proyecto con proyecto, mar con mar, orilla
con orilla, nube con nube, paso con paso, voz con voz y mano con mano. Ya llega
la primavera. Nos la trae el aire y nos la deja dentro para
quedarse hasta enseñarnos a ser abrazos, personas, humanos. Las
personas se abrazan, desaparece la lepra y llega la primavera.
A continuación de estas trescientas palabras (100+100+100) se
encuentran los comentarios evangélicos de este domingo 14 de febrero.
Domingo 6º del Tiempo
Ordinario B (14.02.2021): Marcos 1,40-45.
¿Leproso?, la revolución de un abrazo. Lo escribo, CONTIGO,
Advierto que el próximo domingo será ya el primer domingo del
tiempo de la Cuaresma en este itinerario tan peculiar de nuestra iglesia
católica. Y desde ese domingo y hasta finalizar el tiempo pascual y sus
añadidos no se volverá a retomar la lectura del Evangelio de Marcos, en el que
nos empezábamos a mover con cierta normalidad. El Evangelio, ¿no es
prioritario? No.
Desde mediados del mes de febrero y hasta bien adentrados en
el mes de junio -cuatro meses- estaremos sin leer ordenadamente nuestro
Evangelio de Marcos-María Magdalena en las misas dominicales de nuestra
Iglesia. De esta manera, la llamada asamblea de los creyentes católicos nunca
aprenderá a leer no sólo este Evangelio, sino ningún otro Evangelio. Me
atrevería a decir, precisamente en este comentario, que leer así nuestros
cuatros relatos sobre Jesús de Nazaret es como tener una imagen leprosa de su
persona y de su vida.
Ya en el tercer párrafo de este comentario indico que debemos
leernos para el domingo sexto del tiempo ordinario el relato de Mc 1,40-45,
la curación de un leproso. Añado que este mismo hecho llamado ‘milagroso’
también nos lo cuenta Mateo 8 y Lucas 5. Cada uno de los tres sinópticos corta
o varía alguna de las referencias que nos ofrece Marcos. ¿Curiosidades?
Siempre que aparecen los leprosos en los hechos que Jesús
realiza en su tierra de Galilea me permito la ‘pérdida de tiempo’ de volver a
leer Levítico 12 y 13. Se cuenta en estos dos capítulos todo lo que la Religión
de Israel y de su Yavé Dios ordenaba sobre la realidad de la lepra, su
tratamiento y la limpieza de su impureza. Y suelo añadir también la lectura de
Levítico 12 y 15 para no perderme las demás impurezas tan ‘sabiamente’ documentadas
y comentadas por las diversas autoridades sacerdotales en asuntos de la Ley de
Moisés. ¡Tremendo!
El buen judío que fue Jesús de Nazaret conocía perfectamente
todas estas prescripciones y ordenanzas de su Religión. Los tres Evangelistas
sinópticos nos lo recuerdan: “Vete al sacerdote y haz por tu purificación la
ofrenda que prescribió Moisés...” (1,44). Cuando Jesús dice estas
palabras ya se ha impurificado por haberlo tocado previamente. Yo creo que no
sólo lo tocó, sino que lo abrazó ante la vista de la propia María Magdalena y
de cuantas otras personas le acompañaban, que no eran pocas. ¿No tendría que
haber ido también el propio Jesús ante el sacerdote a purificarse?
Jesús de Nazaret desobedece explícitamente la ordenación de
la Ley de Yavé Dios. El leproso aprendió pronto y desobedeció también. E hizo
más: proclamó la desobediencia allá por donde iba. De esta manera, se dejaba de
acudir al Templo de Jerusalén, único lugar de purificación, para
presentar los sacrificios por el pecado de ser leproso. ¿Imagino las
pérdidas económicas?
Confieso que nunca he visto a un leproso en mis más de
sesenta y cinco años. Pero en cierta ocasión un buen amigo fallecido hace poco
me dijo con inmenso cariño que lo que más desea, siempre-siempre-siempre, un
leproso es que le regalen un abrazo. No hay muchos leprosos hoy, pero existen y
muchos siguen experimentado el mismo rechazo social que leemos en esa Palabra
del Levítico. La desobediencia de Jesús fue un milagro, como todo abrazo.
Carmelo BH.
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos.
Domingo 12º: 14.02.2021. Después de
comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
JUAN DIEZ: PASTORES O CABREROS
Conviene leer el texto del evangelio de Juan 10,1-21. Podrá observarse
que la narración presenta a Jesús como buen pastor. Imagen de sobra conocida
por los creyentes. Es más, la figura del buen pastor es la primera representación
de la iconografía cristiana. En la mentalidad popular es una imagen cargada de
profundo sentimiento bucólico, romántico y enternecedor... Sorprende, al leer
el texto citado, la reacción final de quienes le escuchaban: "Se produjo
una disensión (división) entre los dirigentes judíos. Muchos decían: está loco
de atar, ¿por qué lo escucháis?". Si la imagen del buen pastor es tan
romántica ¿por qué esa reacción? Imagino que esta parábola se ha contado en
multitud de ocasiones en nuestras liturgias de la palabra, eucaristías... y,
sobre todo, en la fiesta del cuarto domingo de Pascua. Al proclamar hoy estas
palabras del evangelio ¿producen en los oyentes las mismas reacciones?
Ahora que comienza un nuevo curso, una nueva etapa como educadores
cristianos, como evangelizadores, catequistas, animadores... "pastores de
la fe", nos atrevemos a releer y actualizar la propuesta del Buen Pastor.
Este "personaje", casi ya desterrado de nuestra experiencia urbana,
entra siempre por la puerta, conoce a sus ovejas por su nombre, sabe los
lugares de los buenos pastos, las acompaña con su "cayado" (nunca con
su cetro), las recoge cada día al caer la tarde, se enfrenta con los enemigos
de las ovejas, se desvive para que ellas tengan vida y la tengan en
abundancia... Ah, este personaje ha elegido ser pastor, lo es por
vocación, no por ganarse la vida y medrar a costa del rebaño o del amo del
rebaño.
Los evangelios sinópticos, que también nos presentan a este pastor,
añaden un dato más: si alguna de las ovejas del rebaño se pierde, el pastor va
en su busca hasta que la encuentra. Y no la pregunta por sus andanzas, sus
relaciones, sus decisiones equivocadas, sus aventuras de día o de noche...
Sencillamente, se la echa al hombro y la lleva de nuevo al grupo y organiza una
fiesta para celebrar la alegría de haber encontrado lo que estaba perdido. La
imagen invertida del pastor es la del "bandido, asalariado, ladrón,
salteador", cuya única función es aprovecharse del rebaño y de su
prepotencia personal para vivir a costa de las ovejas. En el lenguaje popular
estas actitudes son descritas con el término "cabrero".
El relato de Juan diez está situado en el contexto de la celebración
de la fiesta judía de las Tiendas en la que se recordaba y actualizaba la
esperanza de la llegada del Mesías de Dios: luz para Israel, camino de vida,
agua de salvación. Por eso, en el capítulo 9º ha contado la señal de la
curación del ciego de nacimiento en el templo de Jerusalén. Así, Juan presenta
a Jesús como el Mesías de Dios, el buen pastor para Israel. Por eso, los
"tenidos como pastores, los dirigentes judíos del templo y de la
ley", han dejado de ser los "pastores del pueblo", porque su
obrar es semejante al de los bandidos, asalariados y ladrones. A Israel no le
queda ya más que un solo Pastor bueno: Jesús. La parábola contada ha
desenmascarado las actitudes de los dirigentes y las de Jesús, ha señalado
también quién es el verdadero proyecto de Dios en la realidad histórica y ha
provocado las respuestas de los oyentes y de los lectores.
La parábola, ingenua en apariencia, se ha convertido en instrumento
pedagógico para colocar a cada uno en su sitio y llamar a las cosas y a las
personas por su nombre. Por fin nos preguntamos: ¿Qué y cómo son nuestros
pastores? ¿Nuestras actitudes de pastor son como las de Jesús o como las de los
dirigentes judíos? En la terapia de la reconciliación ¿buscamos el bien de las
personas o el cumplimiento exacto de la ley? En nuestra pastoral, ¿existen las
piedras de quienes nos escuchan? Carmelo Bueno Heras, Educar hoy 39
(septiembre-octubre.1993).
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