sábado, 31 de octubre de 2015

Beata María Purísima de la Cruz Salvat Romero - Beata Echegaray - Santa Lucila de Roma 31102015

Beata María Purísima de la Cruz Salvat Romero

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Beata María Purísima de la Cruz Salvat Romero, religiosa
En Sevilla, España, beata María Purísima de la Cruz (Maria Isabel) Salvat Romero, religiosa profesa de la Compañía de la Cruz.
"En la casa de Dios no hay oficios bajos, todos son altos", era la frase que solía repetir la futura beata, quien durante 22 años fue la superiora general de las Hermanas de la Compañía de la Cruz de Sevilla, fundada en 1875 por santa Ángela de la Cruz.

Su nombre de pila era María Isabel Salvat Romero. Nació en 1926 en Madrid, en el seno de una familia acomodada y profundamente religiosa. En 1936 al estallar la Guerra Civil Española se trasladó a Portugal y después de dos años regresó a su patria. Al descubrir su vocación a la vida religiosa, ingresó en 1944 en el Instituto de las Hermanas de la Compañía de la Cruz de Sevilla. Luego de la formación, pasó a dirigir el colegio de Lopera, cerca de Jaén. En 1966 fue llamada a la casa Madre de Sevilla donde sirvió como auxiliar de noviciado y luego como maestra de novicias.

Dos años más tarde la Congregación hizo la experiencia de vivir en Provincias y ella fue nombrada Provincial de una de estas. Esta experiencia no tuvo aceptación y, por consiguiente no prosperó; luego fue Consejera General, después aún Superiora de la comunidad de Villanueva del Río y Minas (Sevilla) y en el 1977 fue elegida Madre General del Instituto. Durante su generalato fue beatificada su fundadora Ángela de la Cruz (noviembre de 1982).

Pese a que siempre desempeñó cargos importantes en su comunidad, la futura beata nunca se vanaglorió por ello: "Su ideal era siempre pasar sin hacer ruido, procuraba llamar la atención lo menos posible; no quiso nunca aparecer, buscaba siempre los puestos más bajos", dice el padre Ramírez, postulador de la causa. "Era la primera en tirarse al suelo para fregar"; "Estaba siempre al quite para hacer los trabajos más humildes, arremangándose con prontitud para lavar a los enfermos pordioseros, amortajar a los ancianos más pobres, bajando hasta las cuevas más recónditas de los que sufren, amiga del barro donde viven los pobres, de los bohíos de los marginados, de la gente solitaria, limpiando los servicios de la casa sin que las hermanas se percataran de ello", cuenta.

Una de sus principales virtudes fue la fidelidad al carisma iniciado por la fundadora, el cual vivió "no como una cansada repetición de fórmulas ensayadas, sino como un deseo de creatividad para ir al encuentro de las exigencias que el Señor le iba haciendo comprender". Para su postulador, una de las principales cualidades fue "su personalidad serena y jovial" la cual "contribuía a crear un clima de confianza y de comunión". Dones que iban acompañados de una intensa vida espiritual, "vivida con clara conciencia de la presencia de Dios y en la constante búsqueda de su voluntad, y alimentada en las fuentes de la oración y de la contemplación": "No nos permitamos el descanso, sigamos en la brecha", decía ella. "El amor a Jesucristo es nuestro ideal, y acudiendo constantemente a él su gracia nunca nos faltará".

En 1994 le fue diagnosticado un tumor maligno y tuvo que ser operada. "Afrontó la enfermedad con gran docilidad a la voluntad de Dios y con fortaleza de ánimo y durante cuatro años continuó generosamente con su actividad". Murió el 31 de octubre de 1998, y fue beatificada apenas 12 años más tarde, en 2010.

Basado en el artículo de Carmen Elena Villa 
fuente: Zenit.org


Beata  Echegaray

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La sierva de Dios Sor Catalina Irigoyen Echegaray, que pasó los 37 últimos años de su vida en Madrid en la congregación de las Siervas de María, ministras de los enfermos, que había fundado una madrileña, Santa María Soledad Torres Acosta, para dedicarse a la atención de los enfermos en sus propios domicilios.

Fue en el seno de una familia de Pamplona donde Sor Catalina vio la luz. Al día siguiente de nacer recibió el bautismo en la Catedral de Pamplona y desde entonces no dejó de recibir abundantes gracias de Dios. A la esmerada educación cristiana de su familia se añadió la del colegio de las Madres dominicas. A los 12 años hizo su primera comunión y este primer encuentro con Cristo marcó su vida con un amor profundo a la Eucaristía que será el fundamento de su amor y entrega a los demás. Cuando cumplió los 13 años entró en la Asociación de Hijas de María, de la que llegaría a ser presidenta. La devoción a la Virgen y el deseo de imitarla la llevaría a practicar la caridad visitando y ayudando a los enfermos, tanto a los de su propia casa, una vez fallecidos sus padres, como a los que estaban en el hospital. En su misma casa organizó con otras jóvenes un taller para confeccionar ropa a favor de los pobres y necesitados. El 31 de diciembre de 1881 ingresa en Pamplona en la congregación de las Siervas de María, que habían abierto una residencia tres años antes. En el carisma de Santa Soledad Torres Acosta encuentra el camino para consagrarse totalmente a Dios. Meses más tarde, inicia en Madrid su etapa de noviciado que concluiría en la Profesión Perpetua el 15 de Julio de 1889. Nunca abandonaría Madrid, donde murió, a causa de una tuberculosis ósea, en la casa madre de la Fundación el 10 de Octubre de 1918”.

Su vida fue un testimonio sencillo y humilde de adoración a Dios y servicio a los enfermos. Su entrega infatigable a los enfermos y familias necesitadas, especialmente en varias epidemias de cólera, viruela y tifus, dispuesta siempre a sacrificarse por los demás y confortar espiritual y materialmente a los necesitados, hizo que mucha gente pidiera su presencia para aliviar sus sufrimientos. Dentro de la misma comunidad, sirvió con sencillez en servicios humildes sin rechazar nada de lo que se le pidiese. Al caer enferma, se entregó generosamente en las manos del Señor y mantuvo la paz y la alegría de imitar a Jesús como solía decir. En ella encontró el Señor un alma entregada a dejarse hacer por la gracia y culminar su vida unida al mismo Cristo doliente al que ella había servido en los enfermos.

La Iglesia en Madrid se alegra con el testimonio de esta religiosa navarra, madrileña de adopción. Para nuestra Comunidad Diocesana, este acontecimiento es una llamada a vivir la santidad que hemos recibido en el bautismo.

La vida de la nueva beata muestra que el camino del servicio a los demás, cumpliendo la obra de misericordia que Cristo nos recordó en sus palabras −«Estuve enfermo y me visitasteis»− es un camino seguro para practicar la caridad que es el núcleo de la santidad. Este camino es posible y llevadero si transitamos por él con la ayuda de la oración diaria, la eucaristía, la devoción a la Virgen y el olvido de sí mismo. Es el camino de la fe que se arraiga en nuestros corazones y nos edifica en la persona de Cristo. El camino que ensancha nuestro corazón para compadecer con los que más sufren”.

Gracias a Dios por la nueva beata, acción de gracias que va unida a la que la Iglesia diocesana de Madrid dirige a la congregación de las Siervas de María, que, con tanta solicitud, se entregan al cuidado de los enfermos y donde la nueva beata halló el camino seguro hacia la santidad. Que Dios bendiga a la congregación con muchas y santas vocaciones para que el hombre doliente pueda encontrar siempre a su lado, en su enfermedad o ancianidad, la mano compasiva de Cristo que ha venido a compartir nuestra soledad, a curar nuestra dolencias y a santificar nuestros sufrimientos.
Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela


Santa Lucila de Roma

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Etimológicamente significa “luminosa, resplandeciente”. Viene de la lengua latina.
Oseas dice:”Apliquémonos a conocer al Señor; su venida es cierta como la aurora. Vendrá a nosotros como la lluvia de primavera que refresca los campos”.
Dos términos embarazosos expresan el inicio y el fin del día: el alba y la puesta del sol.
Lucilla es el diminutivo de Lucía. Como virgen y mártir del siglo III se le recuerda en el calendario el día de hoy.
Hay poca documentación acerca de Lucilla. Sin embargo sí que hay bastante en el aspecto simbólico, traducido como luz que proviene de la fe en Cristo, luz del mundo.
El cuerpo santo de Lucilla fue extraído del cementerio de san Calixto en 1642 para llevarlo a Regio Emilia, Italia.
La narración acerca de su vida parece lejano y legendario.
Habla dela persecución de Valeriano en el 257. En este tiempo el tribuno Nemesio le pidió al Papa y se lo concedió el bautismo para sí mismo y para su hija Lucilla.
Esta, ciega de nacimiento. Recobró la vista después de la ceremonia del bautismo.
La nueva fe y el milagro hicieron que el tribuno “pasara” de las órdenes imperiales.
El emperador le pedía que volviera a la religión oficial del Imperio. Se negó en rotundo y, como consecuencia, padre e hija murieron mártires.

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