jueves, 29 de octubre de 2015

Beato Alejo Zarycky - San Alonso Rodriguez - Beato Ángel de Acri - San Marciano de Siracusa 30102015

Beato Alejo Zarycky

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Beato Alejo Zarycky, presbítero y mártir
En la localidad de Dolinka, cerca de Karaganda, en el Kazajstán, beato Alejo Zaryckyj, presbítero y mártir, que en un régimen contrario a Dios fue deportado a un campo de concentración, y en el combate por la fe alcanzó la vida eterna.
Sacerdote de la archieparquía de Lvov de los ucranios (1912-1963).
Nació el 17 de octubre de 1912 en Bilche (región de Lvov). Recibió la ordenación sacerdotal en la archieparquía de Lvov el 7 de junio de 1936.Fue párroco en Strutyn y en Zarvanytsia.El año 1948 las autoridades lo detuvieron en Riasna Ruska (Lvov), ciudad adonde se había trasladado durante la segunda guerra mundial. Lo condenaron a ocho años de exilio en Karaganda (Kazajstán). Excarcelado el 10 de abril de 1956 gracias a una amnistía general, volvió primero a Halychyna y después a Karaganda, con el propósito de organizar las comunidades católicas clandestinas. El 9 de mayo de 1962 lo arrestaron de nuevo y lo condenaron por "vagabundo" a dos años de cárcel. Tenía 51 años cuando murió en el hospital del campo de concentración de Dolinka, el 30 de octubre de 1963.

fuente: Vaticano


San Alonso Rodriguez

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Este santo portero del convento mallorquino de Montesión de los padres jesuitas, nació en Segovia, España, el 25 de julio de 1531. Fue el tercero de los once hijos habidos en el matrimonio compuesto por Diego Rodríguez y María Gómez de Alvarado, prósperos comerciantes de paños. La característica principal de su niñez fue su amor a la Virgen, con la que mantuvo celestiales coloquios. Siempre mostró una devoción singular por el misterio de la Inmaculada, y rezaba el Oficio Parvo dedicado a Ella. Comenzó a formarse con los padres franciscanos, pero a los 10 años escuchó predicar al beato jesuita Pedro Fabro, que entabló una entrañable relación con toda su familia, y se ocupó de prepararle para su primera comunión.
A los 14 años se hallaba estudiando con los jesuitas de Alcalá cuando murió su padre y tuvo que regresar para ayudar a su madre en los asuntos de la familia. Luego quedó solo al frente de la gestión de los negocios, una misión para la que realmente no tenía cualidades, y se casó con María Juárez, hija de un acomodado ganadero. Se afincaron en Segovia y fueron viniendo los hijos. Pero los perdió a todos. La niña murió nada más nacer; luego lo hizo su esposa al dar a luz a un niño. Por si fuera poco, un año más tarde, falleció su madre y, a continuación, su último hijo. Ya no tenía nada. Al haber vendido su negocio con anterioridad, convivió junto a dos hermanas solteras y aprendió a dialogar con Dios. Ellas le ayudaron en este difícil momento que atravesó abrumado por sus pecados a los que culpaba de tantas tragedias.
En una visión vislumbró el gozo del cielo y se arrepintió de su vida pasada. Se centró en la oración convirtiéndose en un severo penitente; confesaba y comulgaba todas las semanas. Se planteó ser jesuita, pero tenía en su contra la edad, una frágil salud y falta de formación. Luís de Santander, rector del colegio que los jesuitas tenían en Segovia, no le disuadió formalmente. Pero sí le recomendó que prosiguiese estudiando.Por eso, en 1569 se trasladó a Valencia. Comenzó a cursar latín con vías a una posible ordenación sacerdotal costeándose los gastos con su trabajo en casa de una marquesa. Hubo un momento en que había tenido que mendigar. No sin cierto pudor, que tuvo que vencer, estudiaba junto a unos niños. Luego fue en pos de un ermitaño que entabló amistad con él y quiso disuadirle de su empeño de ser jesuita. Vio que estaba sucumbiendo a una tentación y lo dejó. Regresó a Valencia, dejando nuevamente en suspenso sus estudios, para iniciar otro intento de ingreso en la Compañía. Se puso a merced del P. Santander, quien le hizo ver que hasta ese momento parecía seguir sus dictados y no los de Dios. Entonces Alonso respondió: «Os prometo que jamás en mi vida volveré a hacer mi propia voluntad. Haced de mí lo que queráis». Con ayuda del religioso acometió el sueño que le guiaba de ser jesuita, aunque no pudiera ser sacerdote. La negativa de quienes dilucidaban qué hacer con él estaba en el aire, cuando el superior P. Antonio Cordesses terció rotundo: «Recibámoslo para santo».
En 1571 fue aceptado como «hermano lego» por el provincial y tras finalizar el noviciado partió a Palma de Mallorca. Le encomendaron la portería del colegio de Montesión y desempeñó esta misión durante casi cuarenta años, hasta que sus fuerzas se lo impidieron. Nadie podría haber imaginado que el ángel de bondad que franqueaba la puerta a todos, viendo en ellos a Cristo, sufría aridez, era escrupuloso y padecía violentas tentaciones contra la castidad de las que en alguna ocasión le rescató la Virgen. «En las tentaciones he sido más de doscientas veces mártir»reconocía.Experimentaba desolación y el mero hecho de meditar le generaba muchos dolores. Es como si los sufrimientos y mortificaciones que realizaba desde hacía años no dieran su fruto. «El demonio –afirmaba– es un gran bachiller». Pero no se desesperó, ni se desanimó. Haciendo acopio de paciencia seguía perseverando y sirviendo humildemente en la misión que tenía: abrir la puerta. Y al final experimentó una intensísima presencia de Jesús y de María que le colmaban de místicos consuelos.
En 1585 profesó los últimos votos. En 1604 inició sus Memorias autobiográficas a demanda de sus superiores que culminó en 1616. Su obediencia seguía intacta. Cuando, cumplidos más de 70 años y hallándose muy enfermo, para probar su virtud lo destinaron a la India, automáticamente se dirigió a la puerta diciendo: «Tengo orden de partir a las Indias», ante lo cual el superior intervino, de lo contrario se habría ido. Así era su obediencia y disposición, tan literal que asombraba. Humildemente decía que «obedecía a lo asno». Y el juicio de sus hermanos era: «Este hermano no es un hombre, sino un ángel». Nunca reparó en la actitud de aquellos a los que abría la puerta, que no siempre era correcta, y les entregaba lo mejor de sí: «Es que a Jesús que se disfraza de prójimo, nunca lo podemos tratar con aspereza o mala educación». Cuando escuchaba el sonido de la campana, profería un gozoso: «¡Ya voy, Señor!». Y engarzaba sus jornadas de trabajo y oración cincelando a conciencia en su corazón una hermosa filigrana de caridad con la que íntimamente coronaba a quienes pasaban por el convento: «Allí viene el humilde. Ahí, el obediente. Allá viene el que jamás se enoja. Ese es el que vive en viva fe. Viene el de gran pobreza. Ese es prudente. Hacia acá viene el piadoso».

Tan intensa llegó a ser la presencia continua de Dios para él, que era de todo punto imposible alejarlo por un momento de sí, como una vez le sugirió su superior para dejar descansar su mente, cuando ya era de avanzada edad.Estuvo adornado de diversos carismas, entre otros, visiones, discernimiento y milagros. Falleció el 31 de octubre de 1617. León XII lo beatificó el 25 de mayo de 1825. León XIII lo canonizó el 15 de enero de 1888. Ese día era elevado a los altares junto a Juan Berchamns, y Pedro Claver uno de sus dilectos discípulos






  Oremos

Tú, Señor, que concediste à San Alonso Rodriguez  el don de imitar con fidelidad à Cristo pobre y humilde, concédenos también à nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.



Beato Ángel de Acri

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 Lucas Antonio Falcone nació en Acri, Cosenza, Italia, el 19 de octubre de 1669. Sus padres, el campesino Francisco Falcone, y Diana Enrico, panadera, le educaron en la fe. Diana era devota de la Virgen de los Dolores y de san Francisco de Asís, lo cual influyó en el pequeño Lucas que creció en un hogar de mínimos recursos, pero amasando una fortaleza que sería su mayor legado. Travieso, como son la mayoría de los niños, hallándose en la iglesia con su madre intentó descolgar la imagen de la Virgen, pero algo percibió en su mirada y desistió. Se hincó de rodillas colocando debajo unos granos de trigo y en un momento dado vio que la imagen resplandecía ante él «ceñida de rayos», hecho que le causó gran conmoción.
En 1689, mientras escuchaba el sermón del capuchino P. Antonio de Olivadi, creyó que tenía vocación para integrarse en su comunidad y fue admitido en ella ese mismo año. Contra el parecer de su madre, y de un tío sacerdote, ingresó en Dipignano. Al no hallar conformidad con la vida que se encontró, regresó con su familia. Pero íntimamente le parecía percibir una voz haciéndole ver que su lugar era otro. Volvió a las puertas del convento de los frailes, solo que en este caso eran las de Acri, confiando en que sería acogido y perdonado, como así fue. Por segunda vez reinició el noviciado en 1689, en esta ocasión en Belvedere. Le atenazaron las dudas, se dejó llevar de pensamientos mundanos, y nuevamente se marchó.
Parecía como si su reticencia para huir atrajese sobre él más gracia divina. A mediados de noviembre de 1690 por tercera vez se planteó la posibilidad de ser capuchino. Según confesó después, fue el diablo bajo una poderosa apariencia física, quien lo transportó permitiéndole atravesar de ese modo una peligrosa corriente; interpretó el hecho como un castigo divino impuesto al maligno que había influido en su voluntad en las dos ocasiones anteriores. Ángel llegó al convento de Belvedere tembloroso, cargado de humildad, pertrechado por su fe y el espíritu de un neófito. Los religiosos volvieron a dar pruebas de bondad y de caridad, acogiéndole. Y el beato, decidido a todo por Cristo, en esta ocasión perseveró en la vivencia de las enseñanzas que fue recibiendo, entregado a la oración y a la penitencia. No obstante, tuvo que luchar contra las tentaciones de abandono que pugnaban por abrirse paso dentro de sí con inusitada fuerza. Por algo advierte Cristo que se debe ser fiel en las cosas pequeñas. Los resquicios que dejan las dudas no hacen más que aventar la indecisión. Si se le dan alas una vez, la vida espiritual comienza a derrapar por un peligroso desfiladero porque la debilidad se asienta cómodamente en el interior. En cambio, toda negativa a volver la vista atrás fortalece.
Ángel se había dejado llevar de sus temores en tres ocasiones, y la lucha se le presentaba más enconada. Así que, conocer la vida de fray Corleone y su combate contra las tendencias humanas, le ayudó muchísimo. Casi desfallecido por la batalla que mantenía contra el envite del maligno, suplicó:«¡Ayúdame, Señor! No resisto más». Y escuchó esta respuesta: «Compórtate como fray Bernardo de Corleone». Entonces, tomó al fraile como modelo y, con la ayuda de su formador Juan de Orsomarso, que le animó en todo momento, profesóen 1691, habiendo encomendado su vocación a María. Lo encaminaron a la vida sacerdotal, cursó estudios teológicos y en 1700 fue ordenado sacerdote en la catedral de Cassano Jonio.
Destinado a predicar, supo llegar al corazón de las pobres gentes, campesinos y pastores en su mayoría, que malvivían trabajando de sol a sol, mientras los beneficios iban a parar a los señores. Les hablaba del amor de Dios con un mensaje sencillo, comprensible, despojado de retóricas y artificios, en conformidad con el espíritu franciscano. Obtuvo muchas conversiones. Fueron treinta y ocho años los que pasó predicando cuaresmas, ejercicios espirituales, misiones populares, etc., por muchas regiones de Italia, pasando por encima de penalidades y contratiempos. No se amilanaba a la hora de defender a los débiles. Denunciaba con pasión los abusos que cometían contra ellos lesionando sus derechos esenciales, y reclamaba a las autoridades civiles y a miembros de la nobleza el trato justo que merecían. Fue un gran confesor y pacificador. En el púlpito no le temblaba el pulso a la hora de condenar la gravedad de la conducta de los pecadores, aunque en el confesionario acogía a los penitentes con misericordia y piedad.
Hizo de su celda un centro de consulta para los que demandaban su consejo, que eran de todas las clases y condiciones sociales: la nobleza y el clero también acudía a él. Dirigió espiritualmente a religiosos y religiosas. Notable fue la atención que tuvo con el VIII príncipe de Bisignano,Giuseppe Leopoldo Sanseverino, siendo autorizado por Benedicto XIII para que residiera en el palacio a efecto de poder confortarle espiritualmente. Contando con la ayuda deSanseverino, Ángelimpulsó la construcción del convento de capuchinas en Acri, donde ingresaría la hija de este noble,sor María Ángela del Crucificado.
El beato aceptó por obediencia las misiones que se leencomendaron: maestro de novicios, guardián, visitador, definidor, ministro provincial y pro-visitador general. Fue un gran humanista y poeta, un excelso religioso agraciado con dones extraordinarios: milagros, profecía, bilocación, dirección y penetración de conciencias, éxtasis y curaciones. Murió en Acri el 30 de octubre de 1739. Fue beatificado por León XII el 18 de diciembre de 1825.


San  Siracusa

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San Marciano de Siracusa
Nacido en Antioquía, es considerado como el primer propagador del cristianismo en aquella ciudad italiana, a donde llegó el año 39, enviado por San Pedro, del que era discípulo. Se le tiene por primer obispo de Siracusa. Su predicación se vio completada con la de san Pablo.
Obró muchas conversiones, por lo que sufrió persecución por parte de la comunidad judía local y el año 68 fue martirizado. Las fuentes que hablan de él son del siglo VII.
Su cuerpo es venerado en la catedral de Gaeta, ciudad de la que es copatrón, pero la más antigua figuración se encuentra en la Catacumba de Santa Lucía de Siracusa.
La iglesia católica y la ortodoxa celebran su fiesta el día 30 de octubre (más el 9 de febrero en la ortodoxa). Está atestiguado el culto de este obispo en los libros litúrgicos orientales, de donde pasó su memoria al Martirologio Romano.

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