viernes, 30 de octubre de 2015

San Máximo de Cuma - San Germán de Capua - San Gerardo de Potenza - Beata Bienvenida Boiani 30102015

San Máximo de Cuma

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can.: pre-congregación
país: Italia - †: c. 303



En Cuma, de la Campania, san Máximo, márti


San Germán de Capua

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San Germán de Capua, obispo
En Capua, también en la Campania, san Germán, obispo, del que habla el papa san Gregorio I Magno en sus escritos.
El papa san Hormisdas envió a este santo prelado, con otros legados, ante el emperador Justino el año 519, con la misión de convencer a los bizantinos para que pusiesen fin al «cisma acaciano» que había durado ya treinta y cinco años. La embajada tuvo éxito, y se firmó la famosa «Fórmula de Hormisdas». Gregorio el Grande afirma, en base a la autoridad de «sus mayores», que mucho después de la muerte del diácono romano Pascacio, san Germán le vio todavía en el purgatorio, porque se había unido al cisma que organizó Lorenzo contra el papa san Símaco; Pascasio expiaba su culpa al prestar servicio a los que acudían a las fuentes de aguas termales, a las que san Germán tuvo que ir por motivos de salud. Pocos días después, Pascasio salió del purgatorio gracias a las oraciones de Germán. Este fue amigo personal de san Benito; san Gregorio cuenta que hallándose San Benito en Monte Casino, vio a los ángeles llevar a la felicidad eterna el alma de san Germán, cuya muerte ocurrió el año 540.

Una 'Vita' escrita a mediados del siglo IX nos informa algunos detalles más: Germán nació en Capua, hijo de Amancio y Juliana, familia prominente de la ciudad. A la muerte de su padre, Germán, heredero de una considerable fortuna, prefirió, con el consentimiento de la madre, desprenderse de todo y darlo a los pobres, para dedicarse a la oración y la vida espiritual. En el 519 muere el obispo de Capua, Alejandro, y Germán es elegido según la usanza de la época, es decir, por el clero y la aclamación popular, a lo que resistió un poco, para finalmente aceptar el nombramiento.

Además de ser amigo de san Benito, lo fue también de san Sabino, obispo de Canosa y del papa san Juan I. Inicialmente Germán fue sepultado en Capua la Vieja, en la iglesia de San Esteban, iglesia en la que el propio Germán había hecho colocar las reliquias del santo protomártir; esta iglesia había sido construida por Constantino el Grande, y allí Germán fue venerado por largo tiempo. Pero en el 866 el emperador Ludovico II pasó cerca de un año en Capua, y cuando se iba, llevó el cuerpo de san Germán, cuyas reliquias repartió en dos distintos lugares: en la ciudad de Cassino (al pie de Monte Cassino), que por crecer tanto el fervor a san Germán paso a llamarse ciudad de san Germán, hasta que recibió de nuevo su nombre original en el siglo XIX; y en Piacenza, en la iglesia de San Sixto, que al final fue la única ciudad donde se conservaron. Piacenza volvió a donar reliquias del santo a la ciudad de Cassino, de la que es especial patrono y muy venerado, pero tanto las representaciones artísticas del santo en Monte Cassino, como sus reliquias se perdieron en la incivilizada y cruel destrucción norteamericana de la abadía de Monte Cassino en 1944.


San Gerardo de Potenza

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San Gerardo de Potenza, obispo
En Potenza, ciudad de la Lucania, san Gerardo, obispo.
Era Gerardo nativo de Piacenza pero, trasladado a Potenza, fue elegido obispo por sus virtudes y sus actividades taumatúrgicas. Murió después de sólo ocho años de episcopado, y su sucesor, Manfredo, escribió una «Vita» -quizás demasiado abiertamente panegiristica- y, sobre todo, consiguió una canonización «viva voce» (es decir, no escrita) por el papa Calixto II (1119-24), a sólo un año de la muerte del santo.

San Gerardo, patrono de la ciudad y la arquidiócesis de Potenza, natural de Piacenza, descendiente de la noble e ilustre familia La Porta, fue obispo de la ciudad desde 1111 hasta 1119. Fue un hombre de cultura y piedad sólida; después de haber pasado su juventud en su patria, se dirigió al sur de Italia, como muchos otros espíritus nobles de su tiempo, que buscaban o la soledad o estar más cerca de los puntos de partida de los cruzados.

Vuelto a Potenza, Gerardo vio abrirse ante él un vasto campo de apostolado, especialmente entre los jóvenes. Abrió los tesoros de su cultura y su bondad gratuitamente a todos, lo que atrajo la simpatía de todo el pueblo, por lo que a la muerte del obispo de la ciudad, el clero y el pueblo lo eligieron como su nuevo pastor. Fue consagrado obispo en Acerenza. La dignidad alcanzada no cambió la austeridad de su vida, ni la simplicidad de sus costumbres. Manfredo describe así este período de su vida: «Honrado por la gloria episcopal, parecía más humilde, más manso, más piadoso, más benigno, más diligente en el ejercicio de las virtudes. Era tan sobrio que más bien parecía un monje».

El Señor se complace en hacer brillar la santidad de su siervo incluso en vida, con señales milagrosas, como cambiar el agua en vino. Sólo un año después de su muerte, el Papa Calixto II proclama la santidad. Los huesos de San Gerardo descansan bajo el altar dedicado a él en la Iglesia Catedral de Potenza. Además de la celebración el 30 de octubre, en Potenza se conmemora también el 30 de mayo, en memoria del traslado de sus huesos, hecho por el obispo Oberto en 1250.

Beata Bienvenida Boiani

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Beata Bienvenida Boiani, virgen
En Cividale di Friuli, en el territorio de Venecia, beata Bienvenida Boiani, virgen, hermana de la Penitencia de santo Domingo, que pasó toda su vida entregada a la oración y a la austeridad.
Se ha dicho que la vida de Bienvenida Bojani fue «un poema de alabanza a la Santísima Virgen, un himno de luz, de pureza y de alegría, cantado, más bien que vivido, en honor de Nuestra Señora». Ese himno comenzó con el nacimiento de la beata, en Cividale, población del Friuli, en 1254. Tenía seis hermanas, mayores que ella. Naturalmente, el padre de Bienvenida quería que el séptimo de sus vástagos fuese hombre y se cuenta que, al saber que también había sido mujer, exclamó resignado: «¡Perfectamente; que sea bienvenida!» Por ello se dio ese nombre a la niña. Desde muy pequeña se distinguió por la devoción a María; acostumbraba repetir muchas veces diarias la primera parte del Avemaría, como se usaba entonces, y acompañaba cada invocación con una genuflexión profunda, según lo había visto hacer a los dominicos en la iglesia. A igual que la beata Magdalena Panattieri, a quien se conmemora el 13 de este mes, Bienvenida tuvo la dicha de pertenecer a una familia en la que todos eran tan piadosos como ella y aprobaban sus prácticas de devoción. Cuando la joven comunicó a sus padres que quería consagrar a Dios su virginidad y hacerse terciaria de Santo Domingo, éstos no le pusieron ninguna objeción.

Pero, a diferencia de la beata Magdalena, Bienvenida no tomó parte en la vida pública de su ciudad natal, sino que se dedicó a cultivar más bien el aspecto contemplativo que el activo del espíritu dominicano. Movida de un gran deseo de hacer penitencia, se imponía las más grandes austeridades. En ocasiones se disciplinaba tres veces cada noche. Cuando tenía apenas doce años, se ató alrededor de la cintura «la cuerda de Santo Tomás» tan estrechamente, que se le encajó en la carne. El sufrimiento que ello le producía se hizo intolerable. Parecía que. no había manera de evitar una operación quirúrgica para arrancarle la cuerda, pero un día ésta se desprendió milagrosamente por sí sola, mientras la niña hacía oración. Bienvenida comunicó ese milagro a su confesor, Fray Conrado, quien le mandó que mitigase sus penitencias y le prohibió que las hiciese sin consultarle. Durante cinco años, la beata sufrió de varias enfermedades, de suerte que apenas podía salir de su recámara. El demonio aprovechó ese período para tentarla violentamente con la desesperación y otras cosas; pero el peor sufrimiento de Bienvenida era no poder asistir a misa y a las Completas, durante las cuales se cantaba la «Salve Regina», excepto cuando la llevaban en vilo a la iglesia. Dios le devolvió la salud mediante un milagro público el día de la fiesta de la Anunciación, precisamente cuando Bienvenida acababa de prometer que haría una peregrinación al santuario de Santo Domingo si recobraba la salud. Su hermana María y su hermano menor la acompañaron en esa peregrinación.

Dios premió con numerosas gracias, visiones y éxtasis la paciencia con que la joven había soportado la enfermedad y las tentaciones. Se cuenta que, siendo todavía joven, Bienvenida fue un día a la iglesia, poco después de la muerte de su madre. Allí encontró a un niño, a quien dijo: «¿Tú tienes mamá?» El niño respondió que sí. «Yo ya no tengo -replicó Bienvenida-; pero, como tú si tienes, tal vez te ha enseñado a decir el Avemaría». El niño respondió: «Yo la sé de memoria. ¿Y tú?» «Yo también la sé», contestó la joven. «Dímela», le rogó el niño. Bienvenida empezó a recitar el Avemaría en latín. Cuando llegó a la palabra «Jesús», el niño le dijo: «Yo soy Jesús» y desapareció. Aunque la alegría y la confianza fueron las virtudes características de Bienvenida, el demonio no dejó de tratar de inducirla a la desesperación y la infidelidad en su lecho de muerte. La beata triunfó de esas tentaciones y murió apaciblemennte el 30 de octubre de 1292. Su culto fue aprobado en 1765. Se ha perdido memoria del sitio en que fue sepultada en Cividale.

 Acta Sanctorum, oct., vol. XIII, la biografía latina, que data de poco después de la muerte de la beata, fue traducida al italiano en 1589. Dicha biografía se aprovechó mucho en el proceso de la confirmación oficial del culto; los bolandistas reproducen íntegramente el texto latino. Véase M. C. de Ganay, Les Bienheureuses Dominicaines (1913), pp. 91-108; y Procter, Lives of Dorninican Saínts, pp. 302-306.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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