viernes, 30 de octubre de 2015

San Serapión de Antioquía - Santa Eutropia de Alejandría - San Marcelo de Tánger - Santos Claudio, Lupercio y Victorio 30102015

San Serapión de Antioquía

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San Serapión de Antioquía, obispo
Conmemoración de san Serapión, obispo de Antioquía, célebre por su erudición y doctrina, que dejó gran fama de santidad.
El documento conocido con el nombre de «Doctrina de Addai», que data de fines del siglo IV, refiere que san Serapión fue consagrado por Ceferino, obispo de Roma; sin embargo, parece que san Serapión ocupó la sede de Antioquía varios años antes de que comenzase el pontificado de san Ceferino. El Martirologio Romano dice que era «célebre por su erudición y doctrina». En todo caso, la historia le recuerda por sus escritos teológicos. Eusebio cita el resumen de una carta íntima que san Serapión escribió a Cárico y Poncio, en la que condena el montanismo, que había alcanzado cierta popularidad gracias a las pseudo-profecías de dos mujeres histéricas. El santo escribió también una exhortación a un tal Domnino, quien había apostatado durante la persecución y practicaba el «voluntarismo» judío.

Durante el episcopado de Serapión hubo una controversia en Rhossos de Cilicia acerca de la lectura pública del llamado «Evangelio de Pedro», que era un escrito apócrifo de origen gnóstico. Al principio, Serapión, que no había leído el libro y tenía confianza en la ortodoxia de su grey, permitió que se leyera en público. Más tarde, pidió una copia de la obra a la secta que lo propagaba, «a los que solemos llamar Docetas» (es decir, ilusionistas, porque sostenían que la humanidad de Cristo era aparente y no real). Tras de leer el libro, el santo escribió a la Iglesia de Rhossos para prohibir que se siguiese leyendo, porque había descubierto en él «ciertas adiciones a la verdadera doctrina del Salvador». En esa carta san Serapión anunciaba a los cristianos de Rhossos que pronto iría a exponerles la verdadera fe.

En el Oriente no se venera a san Serapión. En cambio, su nombre figura en el Martirologio Romano, y figuraba en el martirologio Carmelitano, pues, por extraño que parezca, en algún momento en la Orden supusieron que el santo perteneció a ella.

En Acta Sanctorum, oct., vol. XIII, se hallan reunidos prácticamente todos los datos que poseemos sobre San Serapión; también puede verse Eusebio, Hist. Ecl. V,19 y VI,12. Es interesante notar que el Breviarium sirio más antiguo menciona el 14 de mayo a Serapión, obispo de Antioquía. Otro breve resumen sobre su vida puede leerse en Quasten, Patrología, I.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


Santa Eutropia de Alejandría

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En Alejandría, de Egipto, santa Eutropia, mártir, que por negarse a rechazar a Cristo fue torturada cruelmente hasta la muerte.



San Marcelo de Tánger

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San Marcelo el centurión, mártir
En Tánger, ciudad de Mauritania, pasión de san Marcelo, centurión, que el día del cumpleaños del emperador. mientras los demás ofrecían sacrificios, se quitó las insignias de su función y las arrojó al pie de los estandartes, afirmando que por ser cristiano no podía seguir manteniendo el juramento militar, pues debía obedecer solamente a Cristo, y así consumó su martirio al ser inmediatamente decapitado.
La «Passio» de san Marcelo nos ha llegado en dos recensiones transmitidas por diversos manuscritos, dispersos en las bibliotecas de Roma, Bruselas, Londres, Madrid, León, Burdeos, etc. El núcleo original se lo reconoce como históricamente auténtico, y consta de dos interrogatorios verbales en dos tribunales diferentes, a distancia de tres meses. Luego, alrededor de la siglo XI, esta historia sufre interpolaciones que hacen de san Marcelo esposo de santa Nona y padre de doce hijos (Claudio, Lupercio, Victorico, Facundo, Primitivo, Emeterio, Celedonio, Servando, Germano, Fausto, Genaro y Marcial). El origen y la evolución de esta leyenda, profundamente arraigada en la tradición cristiana del pueblo de León ha sido cuidadosamente estudiado por De Gaiffier.

Transcribimos los hechos tal cual lo cuenta la «Passio»: En la ciudad de Tingis (Tánger), en la época del gobernador Fortunato, cuando todo el mundo celebraba el cumpleaños del emperador, uno de los centuriones, llamado Marcelo, que consideraba los banquetes como una práctica pagana, se despojó del cinturón militar ante los estandartes de su legión y dio testimonio en voz alta, diciendo: «Yo sirvo al Rey Eterno, Jesucristo, y no seguiré al servicio de vuestros emperadores. Desprecio a vuestros dioses de madera y de piedra, que no son más que ídolos sordos y mudos». Al oír eso, los soldados quedaron desconcertados. En seguida tomaron preso a Marcelo y refirieron lo sucedido al gobernador Fortunato, quien ordenó conducir al mártir a la prisión. Cuando terminaron las fiestas, el gobernador reunió a su consejo y convocó al centurión. Cuando éste llegó, el gobernador Astasio Fortunato le dijo: «¿Por qué te quitaste el cinturón militar en público, en desacato a la ley militar, y porqué arrojaste tus insignias?»
Marcelo: El 21 de julio, día de la fiesta del emperador, ante los estandartes de nuestra legión, proclamé en público y abiertamente que yo era cristiano y que no podía servir al ejército, sino sólo a Jesucristo, el Hijo de Dios Padre Todopoderoso.
Fortunato: No puedo pasar por alto ese modo de proceder tan precipitado, de suerte que daré cuenta a los emperadores y al césar. Voy a enviarte a mi señor Aurelio Agricolano, diputado de los prefectos pretorianos.

El 30 de octubre, el centurión Marcelo compareció ante el juez, a quien se comunicó lo siguiente: «El gobernador Fortunato ha remitido a tu autoridad al centurión Marcelo. He aquí una carta suya, que te leeré si lo deseas.» Agricolano dijo: «Lee». Entonces se leyó el informe oficial: «De parte de Fortunato a ti, mi señor», etc. Entonces Agricolano preguntó a Marcelo: «¿Hiciste lo que dice el informe oficial?»
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Servías regularmente en el ejército?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Qué te impulsó a cometer la locura de arrojar las insignias y a hablar en esa forma?
Marcelo: No es una locura temer a Dios.
Agricolano: ¿Dijiste realmente todo lo que cuenta el informe oficial?
Marcelo: Sí.
Agricolano: ¿Arrojaste las armas?
Marcelo: Sí, porque a un cristiano que sirve a Cristo, no le es lícito militar en los ejércitos de este mundo.
Agricolano: La acción de Marcelo merece un castigo.

En seguida pronunció la sentencia: «Marcelo, que tenía el rango de centurión, ha admitido que él mismo se degradó al arrojar públicamente las insignias de su dignidad. Por otra parte, el informe oficial hace constar que pronunció palabras insensatas. En vista de lo cual, disponemos que perezca por la espada». Cuando le conducían al sitio de la ejecución, Marcelo dijo: «Que mi Dios sea bueno contigo, Agricolano». En esa forma tan digna, partió de este mundo el glorioso mártir Marcelo.

Del cuidadoso estudio de De Gaifiier resulta claro y evidente que Marcelo es un verdadero mártir africano y sólo en las sucesivas interpolaciones posteriores, realizadas por escritores españoles, se ha transformado en ciudadanos de León, sobre la base falsa de que él pertenecía a la Legión de Trajano, el presunto fundador de la ciudad. Después de esta identificación, realizada en siglo XVI, se creía también ser capaces de decir cuál había sido en León la casa donde había vivido, convertida en una iglesia dedicada al mártir. Según esa tradición, al advenimiento de la paz de Constantino en León se habría construido una iglesia dedicada al santo. El códice 11 del Archivo de la catedral de León refiere que Ramiro I (842-850) «restauró la iglesia de San Marcelo en el suburbio legionense cerca de la Puerta Cauriense, fuera de las murallas de la ciudad ...»

La devoción que había hecho de Marcelo el patrono principal de la ciudad de León, sin embargo, nació y creció lejos de sus restos mortales, que se conservaban en Tánger, por lo cual, inmediatamente después de la liberación de esta ciudad por el Rey de Portugal, León tomó el botín de su mártir. Pero también las ciudades de Jerez y Sevilla se disputaban la posesión. El 29 de marzo de 1493, sin embargo, los restos de Marcelo, llevados por el propio rey Fernando el Católico, hicieron su entrada en León y se colocaron en la iglesia dedicada a él. Según documentos de la época conservados en el archivo municipal de la ciudad, los restos tuvieron «una bienvenida como no podía ser mejor».

Las reliquias se conservan actualmente en un cofre de plata en el altar mayor, donde se hallan también un pergamino que narra el ingreso a la ciudad y los milagros de los que estuvo acompañado, los documentos relativos a la donación de una reliquia del mártir a la iglesia de san Gil de Sevilla, y algunas cartas del rey Enrique IV de Castilla y de Isabel la Católica al papa Sixto IV sobre el traslado del cuerpo del mártir a León.

Traducido y resumido de un artículo de José María Fernández Catón para la Enciclopedia dei Santi. El autor fue un gran historiador leonés, por lo que esta pequeña perla hagiográfica -que lamentablemente sólo hemos podido hallarla en italiano- queda como anticipo de lo que en un futuro intentaremos conseguir en castellano del mismo investigador. El texto de la Passio lo hemos insertado tomándolo del Butler-Guinea, en reemplazo del párrafo donde el historiador resumía este mismo diálogo, y que valía la pena conservar entero.
fuente: Santi e Beati


Santos Claudio de Léon

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Santos Claudio, Lupercio y Victorio, mártires
En la ciudad de León, en Hispania, santos Claudio, Lupercio y Victorio, mártires, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano sufrieron la muerte por Cristo.
De la 'Passio' de estos tres santos hay dos versiones, una más antigua, del siglo XI -pero luego perdida- los presenta como soldados de la VII Legión que sufrieron el martirio bajo Dioclesiano; y otra más reciente que los hace hijos de san Marcelo (también celebrado hoy). La máas reciente no es verosímil, como se deduce de la hagiografía que hoy mismo puede leerse en san Marcelo, que fue soldado en Tánger y que no tuvo relación con la VII Legión ni con la ciudad de León. Pero en cambio estos santos sí: el núcleo del que depende la 'Passio' antigua es verosímil, aun cuando sabemos que todo lo que tenga que ver con los mártires primitivos proviene de tradiciones orales en muchos casos esquemáticas y genéricas.

El martirologio anterior se hacía eco de esta relación de parentesco entre estos tres soldados y san Marcelo, en cambio en el actual, como podemos ver, se han separaado atendiendo a la realidad más probable. Los tres jóvenes sufrieron el martirio por decapitación bajo Diocleciano (243-313), cuyas persecuciones tuvieron especial furor en España. Sobre el lugar del martirio se construyó la abadía benedictina de San Claudio, y seguidamente varios monasterios benedictinos les fueron dedicados en distintas partes de España.

Sus reliquias sufrieron varios traslados, incluyendo uno en 1173 a una iglesia que tenía a los tres mártires por titulares, pero en 1834 fueron depositadas en la iglesia de San Marcelo -donde están actualmente- por esta convicción que se tenía de su parentesco.
fuente: Santi e Beati

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