domingo, 17 de septiembre de 2017

San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia - San Sátiro de Milán (17 de septiembre)

San Roberto Belarmino

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San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia
San Roberto Belarmino, obispo y doctor de la Iglesia, miembro de la Orden de la Compañía de Jesús, que intervino de modo conspicuo, con sutiles y peculiares aportaciones, en las disputas teológicas de su tiempo. Fue cardenal, y durante algún tiempo también obispo entregado al ministerio pastoral de la diócesis de Capua, en Italia. Finalmente, desempeñó en la Curia romana múltiples actividades relacionadas con la defensa doctrinal
San Roberto nació en Monteluciano, Toscana (Italia), en 1542. Su madre era hermana del Papa Marcelo II. Desde niño dio muestras de poseer una inteligencia superior a la de sus compañeros y una memoria prodigiosa. Recitaba de memoria muchas páginas en latín, del poeta Virgilio, como si las estuviera leyendo. En las academias y discusiones públicas dejaba admirados a todos los que lo escuchaban.

El rector del colegio de los jesuitas en Monteluciano dejó escrito: "Es el más inteligente de todos nuestros alumnos. Da esperanza de grandes éxitos para el futuro". Uno de los peores sufrimientos de San Roberto durante toda la vida fue su mala salud. En él se cumplía lo que deseaba San Bernardo cuando decía: "Ojalá que los superiores tengan una salud muy deficiente, para que logren comprender a los débiles y enfermos".

Cada par de meses tenían que enviar a Roberto a las montañas a descansar, porque sus condiciones de salud eran muy defectuosas. Pero no por eso dejaba de estudiar y de prepararse. Era el predicador preferido por los universitarios en Lovaina, París y Roma. Profesores y estudiantes se apretujaban con horas de anticipación junto al sitio donde él iba a predicar.

Los templos se llenaban totalmente cuando se anunciaba que era el Padre Belarmino el que iba a predicar. Hasta se subían a las columnas para lograr verlo y escucharlo. Después de haber sido profesor de la Universidad de Lovaina y en varias ciudades más, fue llamado a Roma, para enseñar allá y para ser rector del colegio mayor que los Padres Jesuitas tenían en esa capital. Y el Sumo Pontífice le pidió que escribiera un pequeño catecismo, para hacerlo aprender a la gente sencilla.

Escribió entonces el Catecismo Resumido, el cual ha sido traducido a 55 idiomas, y ha tenido 300 ediciones en 300 años (una por año) éxito únicamente superado por la S. Biblia y por la Imitación de Cristo. Luego redactó el Catecismo Explicado, y pronto este su nuevo catecismo estuvo en las manos de sacerdotes y catequistas en todos los países del mundo.
Durante su vida logró ver veinte ediciones seguidas de sus preciosos catecismos. Se llama controversia a una discusión larga y repetida, en la cual cada contendor va presentando los argumentos que tiene contra el otro y los argumentos que defienden lo que él dice. Los protestantes (evangélicos, luteranos, anglicanos, etc.) habían sacado una serie de libros contra los católicos y estos no hallaban cómo defenderse. Entonces el Sumo Pontífice encomendó a San Roberto que se encargara en Roma de preparar a los sacerdotes para saber enfrentarse a los enemigos de la religión. El fundó una clase que se llamaba "Las controversias", para enseñar a sus alumnos a discutir con los adversarios.

Y pronto publicó su primer tomo titulado así: "Controversias". En ese libro con admirable sabiduría, pulverizaba lo que decían los evangélicos y calvinistas. El éxito fue rotundo. Enseguida aparecieron el segundo y tercer tomo, hasta el octavo, y los sacerdotes y catequistas de todas las naciones encontraban en ellos los argumentos que necesitaban para convencer a los protestantes de lo equivocados que están los que atacan nuestra religión.

San Francisco de Sales cuando iba a discutir con un protestante llevaba siempre dos libros: La S. Biblia y un tomo de las Controversias de Belarmino. En 30 años tuvieron 20 ediciones estos sus famosos libros. Un librero de Londres exclamaba: "Este libro me sacó de pobre. Son tantos los que he vendido, que ya se me arregló mi situación económica".

Los superiores Jesuitas le encomendaron que se encargara de la dirección espiritual de los jóvenes seminaristas, y San Roberto tuvo la suerte de contar entre sus dirigidos, a San Luis Gonzaga. Después cuando Belarmino se muera dejará como petición que lo entierren junto a la tumba de San Luis, diciendo: "Es que fue mi discípulo". En los últimos años pedía permiso al Sumo Pontífice y se iba a pasar semanas y semanas al noviciado de los Jesuitas, y allá se dedicaba a rezar y a obedecer tan humildemente como si fuera un sencillo novicio.

En la elección del nuevo Sumo Pontífice, el cardenal Belarmino tuvo 14 votos, la mitad de los votantes. El rezaba y fervorosamente a Dios para que lo librara de semejante cargo tan difícil, y fue escuchado. Poco antes de morir escribió en su testamento que lo poco que tenía se repartiera entre los pobres. Que sus funerales fueran de noche (para que no hubiera tanta gente) y se hicieran sin solemnidad.

Pero a pesar de que se le obedeció haciéndole los funerales de noche, el gentío fue inmenso y todos estaban convencidos de que estaban asistiendo al entierro de un santo. Murió el 17 de septiembre de 1621.

Su canonización se demoró mucho porque había una escuela teológica contraria a él, que no lo dejaba canonizar. Pero el Sumo Pontífice Pío XI lo declaró santo en 1930, y Doctor de la Iglesia en 1931.







Himno

Para vosotros, el misterio del Padre;
Con vosotros, la luz del Verbo;
En vosotros, la llama del Amor
Que es fuego.

¡Hontanares de Dios!,
¡Hombres del Evangelio!,
¡Humildes inteligencias luminosas!,
¡Grandes hombres de barro tierno!

El mundo tiene hambre de infinito
Y sed del cielo;
Las criaturas nos atan a lo efímero
Y nos vamos perdiendo en el tiempo.

Para nosotros,
El misterio que aprendisteis del Padre;
Con nosotros, la luz que os dio el Verbo;
En nosotros, el Amor ingénito.

¡Hombres de Cristo, maestros de la Iglesia!,
dadnos una vida y un anhelo,
la angustia por la verdad,
por el error del miedo.

Dadnos una vida de rodillas
Ante el misterio,
Una visión de este mundo de muerte
Y una esperanza de cielo.

Padre, te pedimos para la Iglesia
La ciencia de estos maestros. Amén


Tú, Señor, que concediste a San Roberto Belarmino un conocimiento profundo de la sabiduría divina, concédenos, por su intercesión, ser siempre fieles a tu palabra y llevarla a la práctica en nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de la Vida, Provence, Francia. La imagen constantemente restituye la vida a niños que han muerto sin el Bautismo.







San Sátiro de Milán

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San Sátiro, laico
En Milán, de la Liguria, sepultura de san Sátiro, cuyos insignes méritos relata su hermano san Ambrosio. Cuando aún no estaba iniciado en los misterios cristianos, sufrió un naufragio sin temor a la muerte, pero, salvado de las aguas, entró en la Iglesia de Dios para no morir con las manos vacías. Unido en íntima y mutua fraternidad a su hermano Ambrosio, fue enterrado por el obispo de Milán junto al mártir san Víctor.
Sátiro era el hermano mayor de san Ambrosio, nacido alrededor del año 340, posiblemente en Tréveris. Su hermana, santa Marcelina, era la mayor de la familia. Cuando el padre, que era prefecto del pretorio de las Galias, murió, alrededor del año 354, la familia se trasladó a Roma, donde los dos muchachos recibieron una educación esmerada, bajo la amable pero estricta vigilancia de su madre y su hermana. Sátiro hizo una carrera, ejerció el derecho en los tribunales y llegó a ser prefecto en alguna de las provincias romanas, de la que se ignora el nombre. En 374, cuando san Ambrosio fue elegido obispo de Milán, Sátiro renunció a su cargo y regresó para administrar los asuntos temporales en la sede de su hermano. Hizo varios viajes al África y en el último de ellos estuvo a punto de perder la vida en un naufragio. Como consecuencia del peligro en que había estado, buscó la manera de ponerse bien con Dios y, en la primera oportunidad que se le presentó, recibió el bautismo, puesto que hasta entonces sólo era un catecúmeno. Se cuenta que durante el naufragio, un sacerdote que iba a bordo entregó a Sátiro una partícula del Santísimo Sacramento con la recomendación de que tratara de rescatarla. Sátiro envolvió aquella partícula consagrada en un pañuelo que se ató al cuello y saltó por la borda del barco destrozado. Una vez a salvo, Sátiro hizo entrega del Santísimo Sacramento al sacerdote, quien le bautizó.

Poco tiempo después de aquel suceso, Sátiro murió repentinamente en Milán, en brazos de su hermana Marcelina y frente a su hermano San Ambrosio. Este distribuyó los bienes del difunto entre los pobres, de acuerdo con los deseos de Sátiro. Los méritos más notables de san Sátiro, su integridad y su bondad, fueron elogiados por san Ambrosio en el sermón que pronunció durante sus funerales, en el cual rogó a Dios misericordioso que aceptara el santo sacrificio que él había ofrecido por el alma de su hermano muerto.

Acta Sanctorum, sept. vol. V.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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