can.: B: Juan Pablo II 26 oct 1980
país: Italia - n.: 1841 - †: 1926
país: Italia - n.: 1841 - †: 1926
En Pompeia, cerca de
Nápoles, en Italia, beato Bartolomé Longo, jurisperito, que, preocupado por el
culto a María y la formación cristiana de los campesinos y de los niños, fundó
el santuario del Rosario, en el valle de Pompei, y también una congregación de
Hermanas con el mismo título, con los bienes que generosamente le dio su
piadosa cónyuge.
Santa Flora, virgen
fecha: 5 de octubre
†: 1347 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 1347 - país: Francia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Beaulieu, en la región de Cahors, en Francia, conmemoración de
santa Flora, virgen de la Orden de San Juan de Jerusalén, que se dedicó a
atender a los enfermos pobres en un hospital y vivió íntimamente unida, con el
corazón y el cuerpo, a la Pasión de Cristo.
Patronazgos: protectora de las mujeres que llevan
nombre de flor, especialmente las llamadas Violeta, Margarita, Dalia u
Hortensia.
Las monjas «hospitalarias» de la orden de
San Juan de Jerusalén tenían un floreciente convento en Beaulieu, entre Figeac
y el santuario de Rocamadour. Alrededor del año 1324 ingresó en dicho convento
una devota novicia de buena familia, llamada Flora. Si acaso podemos fiarnos de
la biografía que poseemos, Flora había tenido una infancia extraordinariamente
inocente y había resistido a todos los intentos que hicieron sus padres para
casarla. Desde el momento de su ingreso en Beaulieu, Flora tuvo que hacer
frente a toda clase de pruebas espirituales. En una época, le asaltó la
tentación de considerar que la vida que llevaba era demasiado fácil y
confortable. Más tarde tuvo que luchar contra el deseo insidioso de volver al
mundo y entregarse a todos los placeres. A consecuencia de ello, sufrió una depresión
nerviosa, y la tristeza que se revelaba en su rostro y en toda su actitud
irritaba profundamente a sus hermanas, quienes la hicieron sufrir mucho. En
efecto, no sólo declararon que era una hipócrita o una loca y se burlaron de
ella, sino que así la presentaban a los extraños y los incitaban a tratarla
como demente.
Durante esa época, gracias a la ayuda
ocasional de un confesor que parecía comprenderla, la santa hizo grandes
progresos en la vida espiritual, y Dios le concedió al fin las más extraordinarias
gracias místicas. Se cuenta que en cierta ocasión fue arrebatada en éxtasis
desde la fiesta de Todos los Santos hasta el día de Santa Cecilia, tres semanas
después, y que durante todo ese tiempo no probó alimento alguno. También se
cuenta que en otra ocasión un ángel le trajo la comunión desde una iglesia que
distaba doce kilómetros del convento. El sacerdote que celebraba la misa en
dicha iglesia creyó que por negligencia suya un fragmento de la hostia se le
había caído del corporal y se había extraviado. Inmediatamente fue a consultar
el asunto con la hermana Flora, cuyo don de sabiduría era ya famoso. La santa
le recibió muy sonriente y le dio a entender que ella había comulgado con el
fragmento perdido. Digamos de paso que esta leyenda se parece demasiado a un
incidente semejante que se cuenta en la vida de santa Catalina de Siena. En
otra ocasión, cuando santa Flora se hallaba meditando sobre el Espíritu Santo
durante la misa del domingo de Pentecostés, se elevó cuatro palmos sobre el
suelo y empezó a cantar, a la vista de todos los presentes. Pero tal vez la más
curiosa de sus experiencias místicas fue la sensación de que llevaba dentro de
su cuerpo una cruz de madera de la que pendía el cuerpo del Salvador. Los
brazos de la cruz le perforaban las axilas y le producían abundantes
hemorragias; las hemorragias eran bucales en algunos casos y, en otras
ocasiones, la sangre manaba de una herida que la santa tenía en el costado. Se
cuentan muchos ejemplos de las profecías de santa Flora acerca de acontecimientos
de los que no podía tener ningún conocimiento natural. Murió en 1347, a los
treinta y ocho años de edad. En su tumba tuvieron lugar numerosos milagros. El
culto de santa Flora fue confirmado indirectamente, ya que la Santa Sede aprobó
el oficio en su honor para la diócesis de Cahors.
Los bolandistas no lograron al principio
obtener ninguna información detallada acerca de santa Flora, pero en 1709,
recibieron el texto latino de una biografía escrita en francés antiguo, que se
conservaba en Beaulieu, y lo publicaron en un apéndice de Acta Sanctorum,
junio, vol. II. El texto en francés antiguo vio la luz en Analecta Bollandiana,
vol. LXIV (1946), pp. 5-49. Dicho texto es anterior a 1482 y está basado en un
original latino que se ha perdido y que se atribuía al confesor de la santa.
Véase C. Lacarriére, Vie de Ste Flore ou Fleur (1886); y Analecta juris
pontificii, vol. xvui (1879), pp. 1-27.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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