Concepción del ser humano en el marco de una
ecología integral
2017-12-01
Por más críticas que se hagan
y que haya que hacer al PT, con él ocurrió algo inédito en la historia política
del país. Alguien del piso de abajo consiguió perforar el blindaje que las
clases del poder, de la comunicación y del dinero habían montado durante siglos
para minimizar al máximo las políticas públicas en beneficio de millones de
empobrecidos. El lema era: políticas ricas para los ricos y políticas pobres
para los pobres. Así éstos no se rebelarían.
La
verdad es que las élites adineradas nunca aceptaron que un obrero, elegido por
voto popular, llegase al poder central. Es un hecho que ellas también se
beneficiaron, pues la naturaleza de su acumulación, una de las más altas del
mundo, ni siquiera fue tocada.
Pero
permanecía aquella espina dolorosa: tener que aceptar que, el lugar supuestamente
de ellos, fuese ocupado por alguien venido de afuera, sobreviviente de la gran
tributación impuesta a los pobres, negros, indígenas, obreros durante todo el
tiempo de la existencia de Brasil. El nombre de su horror es Luiz Inácio Lula
da Silva.
Ahora
esta élite despertó. Se dio cuenta de que estas políticas de inclusión social
podrían consolidarse y modificar la lógica de su acumulación abusiva.
Como
es conocido por los historiadores que leyeron y leen nuestra historia a partir
de las víctimas, es el caso del mulato Capistrano de Abreu, del académico José
Honório Rodrigues y del sociólogo Jessé Souza, entre otros, diferente de la
historia oficial, escrita siempre por mano blanca, todas las veces que las
clases subalternas levantaron la cabeza buscando mejorar sus vidas, su cabeza
fue pronto golpeada y los pobres reconducidos a la marginalidad, de donde nunca
deberían haber salido.
La
violencia en las varias fases de nuestra historia fue siempre dura, con
prisiones, exilios, fusilamientos y ahorcamientos de los revoltosos y
particularmente en lo que se refiere a los pobres y negros, cientos de estos
últimos asesinados todavía en este año.
La
política de conciliación de las clases opulentas, a contracorriente de las
reclamaciones populares, detentó siempre el poder y los medios de control y
represión. Y lo usaron ampliamente.
No
es diferente en el actual golpe jurídico-parlamentario de 2016 que injustamente
apeó del poder a la Presidenta Dilma Rousseff.
El
golpe no necesitó esta vez de garrotes y de tanques. Bastó atraer a las élites
adineradas, a las 270 mil personas (menos del 1% de la población) que controlan
más de la mitad del flujo financiero del país, asociadas a los medios de
comunicación de masas, claramente golpistas y antipopulares, para asaltar el
poder del Estado y a partir de ahí hacer las reformas que los benefician
absurdamente.
Brasil
ocupa una posición importante en el escenario geopolítico mundial. Es la
séptima economía del mundo, controla el Atlántico Sur y está frente a África.
Esta área estaba descubierta en la estrategia del Pentágono que cuida, al sur,
de la seguridad del Imperio norteamericano. Había ahí un país, llamado Brasil,
clave para la economía futura basada en la ecología, que intentaba conducir un
proyecto de nación autónomo y soberano, más abierto a la nueva fase planetaria
de la humanidad. Tenía que ser controlado.
La
Cuarta Flota que había sido suspendida en 1950 volvió a ser activada partir de
los años 90 con todo un arsenal bélico capaz de destruir cualquier país
oponente. Ella vigila especialmente la zona del pré-sal, donde se encuentran
los yacimientos de petróleo y de gas, los más prometedores del planeta.
Según
la propia estrategia del Pentágono, bien estudiada por el recién fallecido
Moniz Bandeira y denunciada en Estados Unidos por Noam Chomsky, era decisivo
desestabilizar los gobiernos progresistas latinoamericanos, desfigurar a sus
líderes, desmoralizar la política como el mundo de lo sucio y lo corrupto y
forzar la disminución del Estado en favor de la expansión y del mercado, el
verdadero conductor, creen ellos, de los destinos del país. Pertenece a esta
estrategia difundir el odio al pobre, al negro y a los opositores de este
proyecto entreguista.
Este
es el proyecto actual de las élites del atraso (al decir de Jessé Souza). No
piensan en un proyecto de nación, prefieren la incorporación aunque sea
subalterna al proyecto imperial. Aceptan sin mayores reticencias su
recolonización para ser meros exportadores de commodities para los
países centrales.
Argumentan:
¿para qué tener una industria propia y un camino propio para el desarrollo, si
todo está ya construido y montado por las fuerzas que dominan el mundo?
El
capital no tiene patria, sólo intereses, en Brasil y en cualquier parte del
mundo. Estas élites del atraso se sitúan decididamente del lado del imperio y
de sus intereses globales.
Detrás
del vergonzoso desmantelamiento de los avances sociales con el propósito de
trasferir la riqueza de la nación y de los pobres a los ya super-ricos, están
estas voraces élites del atraso. Están reconduciendo a Brasil a las condiciones
del siglo XIX hasta con trabajo semejante al esclavo.
Bien
intuía pesaroso Celso Furtado al atardecer de su vida, que las fuerzas
contrarias a la construcción de Brasil como nación fuerte, vigorosa y
económica, podrían triunfar y así interrumpir nuestro proceso de refundación de
Brasil. Basta leer sus dos libros: Brasil: la construcción interrumpida
(1993) y El largo amanecer (1999).
En
las próximas elecciones debemos derrotar democráticamente a estas élites del
atraso, porque quieren implacablemente acabar de desmontar el Brasil social,
pues no muestran ningún interés por el país ni por el pueblo, sólo como
oportunidad de negocios.
Si
para nuestra infelicidad triunfasen, podrán arrastrar consigo a otros países
latinoamericanos hacia el mismo camino fatal. Tendríamos sociedades altamente
controladas, ricas por un lado y paupérrimas por otro, temblando de miedo ante
la violencia que fatalmente surgiría, como está efectivamente surgiendo, con la
policía militar realizando la obra represiva de los militares en tiempo de la
dictadura civil-militar de 1964.
Entonces,
¿seríamos todavía positivamente cordiales?
Página de Leonardo Boff
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