PASCUA FLORIDA Y HERMOSA
Written
by Vicente
Martínez
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Nuestro Señor ha escrito la promesa de la resurrección, no en
los libros, sino en todas las hojas de la primavera (Martín Lutero)
1 de abril. Pascua de Resurrección
Jn 20, 1-9
Entonces corre adonde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, y
les dice: Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto
(v 2).
María Magdalena es la primera en ser testigo del mito de la
resurrección. “Todavía
a oscuras”(v. 1), es el símbolo desde donde se parte en la fe
pascual. Lo que el evangelio de este domingo nos expone en la breve, pero
profunda narración de los primeros acontecimientos de la supuesta resurrección
de Jesús es a mi parecer, todo
un vademécum de informaciones fundamentales acerca del comportamiento habitual
imprescindible de quien se precie del honor de ser cristiano.
María –las mujeres suelen disfrutar de un buen olfato en estas materias– es la
primera en mostrarnos que lo posee. Así lo olfateó cuando en el recientemente
estrenado film del australiano Garth Davis (febrero 2018) dice a Jesús: “estaré contigo hasta el final”,
mientras los romanos le levantan ya crucificado. Y el cardenal Carlos Osorio ha
manifestado recientemente que "el
futuro de la humanidad depende en gran medida de la capacidad que tengamos
los cristianos de dar testimonio de la verdad en estos momentos no fáciles
de la misma".
Es el amanecer. El
sol, señor de la luz que ilumina nuestro universo, difunde ilusión al corazón
de la Magdalena y al nuestro para salir al encuentro de un Jesús interior en
plenitud de Vida. En primer lugar, confía en sus creencias.
Luego se va a comprobar los hechos y, posteriormente, se va a comunicarlos a Juan
y Simón Pedro. Todos ellos vieron con sus propios ojos –también con el corazón
y la mente– y creyeron. Una vez tomada conciencia de todo, a fondo y hecha
carne la creencia en ellos, lo comunicarán en primer término a los demás
apóstoles, y luego al mundo entero. Propuesta que nos concierne, y que conlleva
descubrir todo lo que somos y manifestarlo a los demás plenamente. Sin esta comunicación, que también es
competencia nuestra, el mensaje vivo de Jesús quedará prisionero o incluso
muerto, detrás de los fríos barrotes de la cárcel de nuestros sentimientos.
La película Lope (2010),
del director brasileño Andrucha Waddington, está imaginativamente basada en la
vida del poeta español Lope de Vega que, con sus obras, rompió los cánones
tradicionales de la composición. En el film, el protagonista (Lope) mantiene
este diálogo con Jerónimo Velázquez: “He
querido que mis personajes se parezcan más a la vida. El pueblo está harto de
ver siempre lo mismo, y ahora es cuando tenemos la oportunidad de ofrecerles
algo nuevo”.
Jerónimo: “¿Usted
no se da cuenta de que va contra las normas del teatro?”.
Lope: “Las
normas, don Jerónimo, están ahí, pero los tiempos han cambiado. ¿Por qué no
poner a trabajar la imaginación?”.
El teólogo y reformador protestante Martín Lutero dijo en cierta
ocasión: “Nuestro
Señor ha escrito la promesa de la resurrección, no en los libros, sino en todas
las hojas de la primavera”. Y, por cierto, ¿no somos todos
árboles del bosque florecido en exuberante primavera? ¿Cubrimos de perfume
cristiano –quizás Christian Dior, Kalvin Klein o Yves Saint Laurent, a cuantos
vienen a pasear por nuestra floresta personal? El misterio pascual –Pascua Florida y
Hermosa– tiene un poder transformador cuando dejamos que nos inunde el alma.
Antonio Machado nos ofrece uno de los poemas más expectantes de
su obra. Como el sueño de María Magdalena, también el del poeta nos posibilita
una respuesta soñada, una
ilusión: ese Jesús resucitado, lo que tenemos dentro, y al que debemos dejar
fluir como manantial de vida capaz de apagar la sed de cuantos se acerquen a
beber en él.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes a mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una fontana fluía
dentro de mi corazón.
Di, ¿por qué acequia escondida,
agua, vienes a mí,
manantial de nueva vida
de donde nunca bebí?
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
soñé, ¡bendita ilusión!,
que una colmena tenía
dentro de mi corazón;
y las doradas abejas
iban fabricando en él,
con las amarguras viejas,
blanca cera y dulce miel.
Anoche cuando dormía,
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
soñé, ¡bendita ilusión!,
que un ardiente sol lucía
dentro de mi corazón.
Era ardiente porque daba
calores de rojo hogar,
y era sol porque alumbraba
y porque hacía llorar.
Anoche cuando dormía
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
soñé, ¡bendita ilusión!,
que era Dios lo que tenía
dentro de mi corazón.
Vicente Martínez
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