Nos viene como agua fresca y sana el mensaje de los dos
relatos del Evangelio. En el primer relato se habla de un asunto de pesca.
Pesca de 153 peces grandes. Nadie se había atrevido a contar los peces
pescados. Sólo lo hace o lo recuerda o se lo inventa el llamado Evangelista
Juan. Precisamente 153 peces y grandes. ¿Tendrá algún sentido esta precisión?
Jamás lo sabrá nadie. O si se quiere, nadie creo que llegue a ser tan sabio que
sepa de estas cosas.
Les contaré una tesis
doctoral que alcanzó el máximo galardón en una eminentísima Universidad
Católica de Quiensabedonde: 150 es la suma de 50 más 50 más 50 más 1, más 1 y
más 1. Es decir:
50 representa al estado del
sacerdocio
50 representa al estado de la
vida consagrada
50 representa al estado
laical
El 1 y el 1 y el 1 son el
Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
La suma, 153, es la totalidad
de lo divino del más allá y de todo lo humano del más acá. Genial, el
Evangelista Juan.
Cuando leo estas cosas, me
suelo echar a reír por mis adentros. A reír y a temblar. La ignorancia es
atrevida. ¿Por qué tendrá que echar su lengua a pacer? En tales casos nada hay
tan sano y humano como el silencio. 153 y punto.
En el otro relato, Mateo nos
propone la lectura del tercer discurso de su Jesús titulado 'las siete
parábolas'. Ojo, 'parábolas', no 'palabras' como en los pregones de esa tan
poco santa semana... Siete parábolas para hablar de las cosas de 'la familia
que es el reino'.
Está presentado todo. Buena
lectura aquí. O en el archivo adjunto.
Hasta dentro de poquitos
días; siete, como las parábolas de este Jesús de Nazaret.
Domingo 3º de Pascua en el Ciclo C
(05.05.2019): Juan 21,1-19.
“Aprender a ser como Jesús”, lo medito y escribo CONTIGO,
Espero que ya se
haya leído bien la cita (Juan 21,1-19) del relato del Evangelio que se
nos propone para la eucaristía de este domingo tercero de Pascua y primero del
mes de mayo. Espero también que más de uno de estos lectores se tome la pequeña
molestia de consultar esta narración en su propia Biblia para constatar que
esta propuesta de la liturgia católica no desea, una vez más, que las gentes
del pueblo leamos Juan 21,20-25, que son los seis últimos versos de este capítulo
y de todo el cuarto Evangelio, el de Juan, el del águila.
Esta planificación
de la liturgia no ayuda en nada a la buena comprensión del mensaje del
Evangelio. Al contrario, la dificulta, la impide y me atrevo a afirmar que
hasta la manipula. Estas decisiones, ¿no son pecaminosas y objeto de
arrepentimiento sincero y profundo? Cuando se leen esos versículos
finales que se nos silencian se cae en la cuenta de que este capítulo vigésimo
primero del Evangelio es, muy probablemente, un capítulo añadido a la primera
redacción del cuarto Evangelio.
Se nos cuenta en
este relato de Juan 21 la presencia de Jesús de Nazaret, resucitado, en torno
al Lago de la región de Galilea. Se cita en primer lugar la plenitud de
los seguidores de Jesús de Nazaret en la relación de los Siete (21,2), que
viene a ser otra manera de presentar o referirse a los Doce. Siete es la suma
de tres y cuatro. Doce es tres por cuatro. Tres es el número para referirse a
la realidad de lo divino. Cuatro es el número para lo humano, lo creado y lo
natural.
Los Siete y los
Doce son todas aquellas personas que se fiaron de Jesús y caminaron con él.
Todas. Ellas y Ellos. Hombres y Mujeres. Y parece que quien menos o peor lo ha
comprendido es Pedro a quien el propio Jesús debe recordárselo una vez más
(21,19) y a él solo. ¿No es una excelente y precisa manera de confirmar la
dureza de la cabeza de aquel hombre?
El segundo asunto que aborda
esta narración de Juan es el conocido suceso de ‘la pesca abundante’, tan
abundante que este narrador precisa el número de las capturas: 153 peces
grandes. Sorprende muchísimo que este hecho de la pesca se cuente en este
capítulo final de Juan cuando Lucas, el narrador que se anunció como un
cuidadoso escritor informado, nos lo había contado en el comienzo de la
actividad evangelizadora en Galilea (Lc 5,1-11). Pescar es la imagen clara de
la liberación de aquellos que se encuentran apresados por la Ley y su Religión.
Existe un
tercer tema, breve, tan solo mencionado como de pasada, pero de una
importancia capital para aprender a ser como Jesús de Nazaret: “Venid y
comed... Jesús tomó el pan y se lo dio y de igual modo el pez...” (21,12-13).
El tema es una vez más la comida compartida. ¿Por qué la tradición eclesiástica
nos enseñó a ver aquí sólo la realidad de su santa misa? Aquel comer de Jesús
de Nazaret fue, sin lugar a dudas, otra realidad muy distinta de nuestras
misas.
Y me parece que se
evoca otro cuarto asunto de no pequeño interés. ¿Este asunto
es la autoridad dentro del seguimiento de Jesús? (21,15-19). Tal vez se le
pueda llamar así. Esta narración nos subraya que toda posible autoridad debe
nacer del amor: “¿Me amas, me quieres?... Apacienta, acompaña”. En
esto se conoce el seguimiento: si os amáis (Juan 13,35).
Carmelo Bueno Heras
Domingo 23º de Mateo (05.05.2019): Mateo 13,1-52.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
Hablé de
palindromía en mi comentario anterior. Con el texto de Mateo 13,1-52 estamos en
el corazón de esta unidad literaria y teológica. El próximo comentario se
centrará en la tercera parte de la palindromía sobre ‘el reino-reinado de
Dios’. Sintetizo para recordar y no olvidar: La primera parte fue 12,46-50 (¿Quién
es mi madre y quiénes son mis hermanos?); la segunda parte es 13,1-52
(El reino de los cielos es semejante a...); y la tercera parte será
13,53-58 (¿De dónde le viene a éste esta sabiduría?).
“Aquel día y a
orillas del mar de Galilea que es el Lago de Genesaret, Jesús les habló en
parábolas... Una vez salió un sembrador a sembrar... (13,1-3). Con
esta parábola tan conocida el Evangelista Mateo pone en boca de su Jesús de
Nazaret una tras otras hasta un total de siete parábolas que seguramente hablan
de muchas cosas, pero que todas ellas tienen como centro eso que todos decimos
y escribimos y que no acabaremos de comprender o no deseamos saber hacerlo: el
reino de Dios o de los Cielos, tanto da.
Esta realidad de
‘el reino’ de la que se habla aquí, ¿es ‘el cielo que nos tiene prometido’ un
Dios bueno-padre en la vida esa de ‘más allá’ de esta otra de ‘más acá’? No,
casi con seguridad. Esta realidad de ‘el reino’ de la que se habla aquí, ¿es la
iglesia que acabará instituyendo Jesús de Nazaret sobre Pedro y los Doce y
asentará en el vaticano romano? No, casi con seguridad. Este reino, ¿no es el
Cielo ni la Iglesia? Tal vez sea una familia: ¿Quién es mi madre y mis...?
¿Qué es, pues,
‘este reino’? ¿No será esa poquita cosa que es la levadura que hace fermentar
una masa o una bebida para que sean sabrosas y alegren a las personas?... ¿No
será esa poquita cosa que es la sal que conserva y da sabor y de la que nadie
habla cuando ella está como debe de estar?... Este reino es ‘ese gusto de estar
con quien se desea estar’... Es convivir tan confiadamente unos con otros que
no se necesiten ni armas ni murallas, sino puertas abiertas y caminos como
abrazos. Tan sencillo. Tan humano. Tan familiar... Tan humanizador...
Una y otra vez debo
volver a Mateo 13,3-50 y releer las tareas del sembrador de la parábola primera
y segunda. Y aprender a ser parábola como la mostaza, la levadura, el tesoro,
el mercader de perlas y la red. Según este Evangelista, su Jesús de Nazaret
evangelizaba por las tierras de su Galilea contando parábolas como las siete
recogidas en este su tercer discurso: “Cuando acabó Jesús estas
parábolas...” (13,53).
A veces se suele
olvidar leer esto que cuenta al final el narrador Mateo como de pasada y sin
más importancia: “Todo escriba que se ha hecho discípulo del reino es
semejante al dueño de una casa que saca de sus arcones lo nuevo y lo viejo” (13,52).
¿Quién es este escriba que escogió ser discípulo del reino? ¿A quién se está
refiriendo Mateo cuando habla de ‘un escriba del Reino’? Hay quien piensa que
puede ser el propio Evangelista que habla de sí mismo. ¿...?
Nadie podrá
responder estas preguntas. Pero el evangelista ya nos dejó
sus criterios de identificación. Para mí, ‘ese escriba del reino’ somos tú y yo
siempre que asumamos el anuncio de este Jesús de Mateo: “Todo cuanto deseas que te hagan,
házselo a los demás” (7,12).
Carmelo Bueno Heras
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