San Mateo, apóstol y evangelista
fecha: 21 de septiembre
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Levi, que,
al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o
recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio
en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de
Abrahán, con lo que, de este modo, se da plenitud al Antiguo Testamento.
Patronazgos: patrono de los empleados bancarios, financieros, fiscales, funcionarios
de aduanas, cambistas y contadores; protector contra el alcoholismo.
Oración: Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san
Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos
con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a
ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén (oración litúrgica).
Ver más información en: Los Doce
Sin duda que los estudios críticos de la
Biblia, y en especial del Nuevo Testamento, han dado vuelta muchísimas certezas
populares en torno a los evangelios, una de ellas es la supuesta existencia de
una redacción primitiva del Evangelio de san Mateo en arameo, dato que ya hoy
de ninguna manera es aceptable, aunque formaba parte del conocimiento normal,
incluso científico, en época de la redacción del Butler que prsentaré. Por no
modificar su redacción mantengo el texto exactamente como lo trae, puesto que aporta
una narración coherente y tradicional acerca del personaje. Pero debe
advertirse que no es posible en la actualidad identificar al autor de ninguno
de los cuatro evangelios con apóstoles que hayan escrito, en general se
consideran apostólicos por su relación con el testimonio apostólico, porque
dependen de la predicación directa e indirecta de los apóstoles, pero no por
haber sido escritos por los apóstoles. Sigue a continuación el artículo del
Butler-Guinea, con apenas cambios en relación al «martirio» de san Mateo.
Dos de los cuatro Evangelistas dan a San
Mateo el nombre de Leví, mientras que San Marcos lo llama «hijo de Alfeo».
Posiblemente, Leví era su nombre original y se le dio o adoptó él mismo el de
Mateo («el don de Yavé»), cuando se convirtió en uno de los seguidores de
Jesús. Pero Alfeo, su padre, no fue el judío del mismo nombre que tuvo como
hijo a Santiago el Menor. Se tiene entendido que era galileo por nacimiento y
se sabe con certeza que su profesión era la de publicano, o recolector de
impuestos para los romanos, un oficio que consideraban infamante los judíos,
especialmente los de la secta de los fariseos y, a decir verdad, ninguno que
perteneciera al sojuzgado pueblo de Israel, ni aún los galileos, los veían con
buenos ojos y nadie perdía la ocasión de despreciar o engañar a un publicano.
Los judíos los aborrecían hasta el extremo de rehusar una alianza matrimonial
con alguna familia que contase a un publicano entre sus miembros, los excluían
de la comunión en el culto religioso y los mantenían aparte en todos los
asuntos de la sociedad civil y del comercio. Pero no hay la menor duda de que
Mateo era un judío y, a la vez, un publicano.
La historia del llamado a Mateo se relata
en su propio Evangelio. Jesús acababa de dejar confundidos a algunos de los
escribas al devolver el movimiento a un paralítico y, cuando se alejaba del
lugar del milagro, vio al despreciado publicano en su caseta. Jesús se detuvo
un instante «y le dijo: 'Sígueme', y él se levantó y le siguió.» En un momento,
Mateo dejó todos sus intereses y sus relaciones para convertirse en discípulo
del Señor y entregarse a un comercio espiritual. Es imposible suponer que,
antes de aquel llamado, no hubiese conocido al Salvador o su doctrina, sobre
todo si tenemos en cuenta que la caseta de cobros de Mateo se hallaba en
Cafarnaún, donde Jesús residió durante algún tiempo, predicó y obró muchos
milagros; por todo esto, se puede pensar que el publicano estaba ya preparado
en cierta manera para recibir la impresión que el llamado le produjo. San
Jerónimo dice que una cierta luminosidad y el aire majestuoso en el porte de
nuestro divino Redentor le llegaron al alma y le atrajeron con fuerza. Pero la
gran causa de su conversión fue, como observa san Beda, que «Aquél que le llamó
exteriormente por Su palabra, le impulsó interiormente al mismo tiempo por el
poder invisible de Su gracia.»
El llamado a san Mateo ocurrió en el
segundo año del ministerio público de Jesucristo, y éste le adoptó en seguida
en la santa familia de los Apóstoles, los jefes espirituales de su Iglesia.
Debe hacerse notar que, mientras los otros evangelistas, cuando describen a los
apóstoles por pares colocan a Mateo antes que a Tomás, él mismo se coloca
después del apóstol y además agrega a su nombre el epíteto de «el publicano».
Desde el momento del llamado, siguió al Señor hasta el término de su vida
terrenal y, sin duda, escribió su Evangelio o breve historia de nuestro bendito
Redentor, a pedido de los judíos convertidos, en la lengua aramea que ellos
hablaban. No se sabe que Jesucristo hubiese encargado a alguno de sus
discípulos que escribiese su historia o los pormenores de su doctrina, pero es
un hecho que, por inspiración especial del Espíritu Santo, cada uno de los
cuatro evangelistas emprendió la tarea de escribir uno de los cuatro Evangelios
que constituyen la parte más excelente de las Sagradas Escrituras, puesto que
en ellos Cristo nos enseña, no por intermedio de sus profetas, sino
directamente, por boca propia, la gran lección de fe y de vida eterna que fue
su predicación y el prototipo perfecto de santidad que fue su vida.
Se dice que san Mateo, tras de haber
recogido una abundante cosecha de almas en Judea, se fue a predicar la doctrina
de Cristo en las naciones de Oriente, pero nada cierto se sabe sobre ese
período de su existencia. La iglesia le veneraba también como mártir, no
obstante que la fecha, el lugar y las circunstancias de su muerte, se
desconocen, motivo por el cual en la última reforma de Martirologio ya no se
menciona su martirio. Los padres de la Iglesia quisieron encontrar las figuras
simbólicas de los cuatro evangelistas en los cuatro animales mencionados por
Ezequiel y en el Apocalipsis de san Juan. Al propio san Juan lo representa el
águila que, en las primeras líneas de su Evangelio, se eleva a las alturas para
contemplar el panorama de la eterna generación del Verbo. El toro le
corresponde a san Lucas que inicia su Evangelio con la mención del sacrificio
del sacerdocio. El león es el símbolo de san Mateo, quien explica la dignidad
real de Cristo, descendiente de David (el León de Judá); sin embargo, san
Jerónimo y san Agustín, asignan el león a san Marcos y el hombre a san Mateo,
ya que éste comienza su Evangelio con la humana genealogía de Jesucristo.
El relato sobre San Mateo que figura en el
Acta Sanctorum, Sept. vol. VI, se halla muy mezclado con las discusiones en
relación con sus supuestas reliquias y sus traslaciones a Salerno y otros
lugares. Puede hacerse un juicio sobre la poca confianza que se puede poner en
esas tradiciones, si se tiene en cuenta el hecho de que cuatro diferentes
iglesias de Francia han asegurado poseer la cabeza del apóstol. M. Bonnet
publicó una extensa narración apócrifa sobre la predicación y el martirio de
san Mateo, en Acta Apostolorum apocrypha (1898), vol. II, parte I, pp. 217-262
y hay otro relato, mucho más corto, de los bolandistas. El Martirologio Romano
se refiere a su martirio y dice que tuvo lugar en "Etiopía", pero en
el Hieronymianum se afirma que fue martirizado "en Persia, en la ciudad de
Tarrium." De acuerdo con von Gutschmidt, esta declaración se debe a un
error de lectura del nombre de Tarsuana, ciudad que Ptolomeo sitúa en
Caramania, región de la costa oriental del Golfo Pérsico. A diferencia de la
gran diversidad de fechas que se asignan a los demás apóstoles, la fiesta de
san Mateo se ha observado en este día, de manera uniforme de todo el Occidente.
Ya en los tiempos de Beda existía una homilía escrita por él y dedicada a esta
fiesta de san Mateo: véase el artículo de Morin en la Revue Bénédictine, vol.
IX (1892), p. 325. Sobre los símbolos del evangelista ver DAC., vol. V, cc.
845-852.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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