Beato Tomás Thwing

Beato
Tomás Thwing, presbítero y mártir
En York, en Inglaterra, beato Tomás Thwing, presbítero y mártir, que, acusado falsamente de conspiración, alcanzó la palma del martirio al ser ahorcado y descuartizado, por orden del rey Carlos II.
El beato Tomás nació en Heworth Hall, cerca de York, hacia 1635, y sufrió el martirio en York, el 23 de octubre de 1680. Su padre fue George Thwing, sobrino del beato Eduardo Thwing. Su madre, Anne, era hermana del venerable confesor Sir Thomas Gasciogne, de Barnbrow Hall. Educado en Douai, Tomás fue enviado a la misión en Inglaterra en 1664 y trabajó en su tierra. Hasta abril de 1668, fue capellán en el Carlton Hall, perteneciente a sus primos, los Stapleton. Al año siguiente se abrió una escuela en Quosque, también dotada por los Stapleton. Cuando en 1677 el «Instituto de María», comenzó a funcionar en la casa de Sir Thomas Gasciogne, en Dolebank, Thwing se convirtió en su capellán, tres de sus hermanas pertenecieron a la comunidad. Fue allí donde fue detenido a principios de 1679.
En el momento de la denuncia de Titus Oates, dos funcionarios que habían sido despedidos por Sir Thomas Gasciogne por deshonestidad, buscaron venganza, además de la recompensa, por revelar un supuesto complot de asesinato del rey por parte de Gasciogne y otros. En su primer alegato no se hizo mención de Thwing. Gasciogne, Thwing, y otros fueron trasladados a Londres para ser juzgados en Newgate. Todos fueron absueltos, excepto Thwing, que fue traído de vuelta a York para ser juzgado en marzo de 1680.
Por dificultades con los jurados, el juicio se aplazó a las audiencias de verano, y fue retomado el 29 de julio. Se le negó un jurado imparcial, y fue declarado culpable con la misma evidencia con la que sus familiares habían sido absueltos. Al recibir la sentencia, que en consideración a su cuna fue pronunciada aparte de las de los delincuentes y asesinos que se pronunciaron en la misma audiencia, inclinando con humildad la cabeza, respondió: «Innocens ego sum» (soy inocente). El rey en un primer momento le había indultado, pero debido a una protesta de los Comunes, la sentencia de muerte se publicó el día después de la reunión del Parlamento. Fue arrastrado desde el Castillo de York, pasando por el convento donde vivían sus hermanas, hasta Tyburn, donde se llevó a cabo la sentencia. Declaró su inocencia, protestó su lealtad al rey y su caridad con el prójimo; oró por el rey y la familia real, y pidió las oraciones de todos los verdaderos católicos. Sus últimas palabras fueron «Dulce Jesús, recibe mi alma». Su cuerpo descuartizado fue entregado a sus amigos, y enterrado en el cementerio de Santa María, Castlegate. Las reliquias del mártir actualmente se conservan en el Bar Convent, de York, y en el Oscott College.
Artículo de Joseph Louis Whitfield (1912), que menciona como bibliografía: Knaresborough, MSS.; Coleridge, St. Mary's Convent, York; Cobbett, State Trials, VII; Foley, Records S. J.; Waugh, Quosque Hall in Downside Review (July, 1909); Gillow in Cath. Rec. Soc., IV, IX; Dodd, Church History, III; Challoner, Memoirs of Missionary Priests (Edinburgh, 1877). El complot de Titus Oates fue un complot ficticio supuestamente descubierto (pero en realidad creado por él) por el sacerdote protestante Titus Oates, que venía a denunciar en 1678 un plan de los católicos de acabar con el rey Carlos II; la supuesta conspiración sirvió como excusa para acabar con algunos católicos sospechosos, aunque fue a su vez descubierta la falsedad de la trama unos años más tarde, y Titus Oates condenado por perjurio. En este caso no fue acusado en el propio complot de Titus Oates (que tuvo en mira más a los jesuitas), pero sí aprovechando el clima de suspicacia que se vivía.
fuente: Catholic Encyclopedia
Beata María Clotilde Ángela | |
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Beatas María Clotilde Ángela de San Francisco de Borgia Paillot y sus cinco compañeras, vírgenes y mártires
En Valenciennes, en Francia, beatas María Clotilde Angela de San Francisco de Borgia (Clotilde Josefa) Paillot y sus cinco compañeras, vírgenes y mártires, que durante la Revolución Francesa, por estar consagradas a Dios fueron condenadas a muerte, y en presencia del pueblo subieron al patíbulo serenamente. Sus nombres son: Beatas María Escolástica Josefa de San Jacobo (María Margarita Josefa) Leroux y María Córdula Josefa de Santo Domingo (Juana Ludovica) Barré, de la Orden de las Ursulinas; Josefina (Ana Josefa) Leroux, de la Orden de las Clarisas; María Francisca (María Lievina) Lacroix y Ana Maria (María Augustina) Erraux, de la Orden de Santa Brigida.
Las Ursulinas se establecieron en Valenciennes en 1654 y, durante 140 años, se entregaron ahí a la enseñanza de los niños y al cuidado de los pobres. Cuando el convento fue clausurado en la Revolución Francesa, las religiosas se refugiaron en el convento de Mons. En 1793, las tropas austríacas ocuparon Valenciennes, y las ursulinas volvieron a abrir la escuela, que siguió funcionando después de la entrada de las tropas francesas. En septiembre de 1794 las ursulinas fueron arrestadas en virtud de la ley Lacoste, por haber vuelto ilegalmente del extranjero para abrir un convento. El 17 de octubre, fueron juzgadas cinco de las religiosas que confesaron abiertamente que habían vuelto a Valenciennes para enseñar la doctrina católica, por lo que el juez las condenó a muerte. La guillotina se levantaba en la plaza del mercado. Al ver llorar a sus hermanas, la madre Dejardin (beata María Agustina) dijo a su superiora: "¡Madre mía, vos nos habéis exhortado a ser valientes y, ahora que vamos ser coronadas, os echáis a llorar!" Cinco días más tarde, la superiora beata María Clotilde Paillot y otras cinco religiosas, que se contaron entre las últimas víctimas de la Revolución fueron guillotinadas ahí mismo. La Beata María Clotilde declaró: "Morimos por la fe de la Iglesia Católica, Apostólica Romana". Así lo reconoció oficialmente Benedicto XV en 1920, al canonizar a las once ursulinas de Valenciennes. Dos de ellas, las beatas Lilvina Lacroix y Ana María Erraux, habían sido brigidinas, y la beata Josefina Leroux había sido clarisa pobre; las tres se habían quedado con las ursulinas cuando sus respectivas comunidades fueron expulsadas.
El P. J. Loridan fue vicepostulador de la causa de las mártires de Valenciennes; en su breve obra, Les bses Ursulines de Valenciennes (colección Les Saints) , habla con plena autoridad y da pruebas de haber investigado a fondo el asunto. Véase también Wallon, Les représentants du peuple..., vol. v (1890), pp. 163-167; y H. Leclercq, Les Martyrs,
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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