sábado, 30 de marzo de 2019

Jesús comía con publicanos y pecadores ( Domingo 4º de Cuaresma Ciclo C (31.03.2019): Lucas 15,1-3. 11-32) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 18º de Mateo (31.03.2019): Mateo 11,20-30)


Este domingo, como los demás domingos del año, comento contigo dos relatos, uno del evangelio de Mateo y otro normalmente del Evangelio de Lucas. Éste, es el Evangelio que se propone anunciar en cada una de las celebraciones de la eucaristía. En relación con este texto propuesto por las autoridades romanas de la liturgia ya suelo comentar que es la manera menos adecuada para comprender el mensaje de un Evangelio tal como parece ser que lo pensó su autor o autores... Por esta razón, y año tras año, y éste ya es el cuarto, nos hemos atrevido tú y yo, yo porque escribo y tú porque me invitas a ello, a leer y comentar ordenadamente los Evangelios de Juan, Marcos y Lucas en cincuenta y dos apartados, uno para cada domingo de todo un año. Sabes muy bien que sueño con la posibilidad de que muchísimas personas pudieran hacerlo en sus reuniones para la celebración del domingo. Sueño y no acabo de ver que eso sea posible... Mientras el domingo sea domingo, el templo sea templo, el sacerdote sea sacerdote, la misa sea misa o eucaristía y el pueblo un pueblo... el sueño seguirá durmiendo...
Puedes perdonarme la extensión de este primer párrafo del comentario. Puedes opinar lo que más y mejor te guste de esta forma de pensar sobre las cosas de nuestra casa como lo son la Biblia y esto que llamamos sacramentos...

Para este domingo último de marzo el movimiento eclesiástico propone leer una parte importante, no completa, del capítulo decimoquinto del evangelio de Lucas, el Evangelista del toro. El domingo anterior leímos un relato breve en el capítulo decimotercero y el próximo domingo, lo volveré a contar, se nos invitará a irnos lejos y hasta el Evangelio de Juan. Comienza el tiempo en el que a estas autoridades eclesiásticas les gusta empaparse de una especie de 'macedonia de Evangelios'. Muy sabrosa, por cierto, pero una macedonia. Conviene saberlo para que cada cual sepa siempre por donde se anda.

Y este saber por donde se anda uno quiere decir que 'trata de saber quién es ese tal Jesús de Nazaret en quien se dice que se cree'. Y tengo que apuntar, solo apuntar otra vez, que cada uno solemos tener de este Jesús una visión a imagen y semejanza de cada uno de nosotros. ¿Podría ser de otra manera? Podría, pero suele ser así. Tal vez por costumbre... 

¿En qué Jesús creen mis adentros? En un judío, galileo y laico de Nazaret, en el mejor de los humanos que haya pisado la tierra, en un Dios encarnado para..., en un profeta que no se mordió nunca la lengua, en un predicador ambulante que hablaba de asuntos religiosos como nadie lo había hecho, en un redentor de todo pecado, en un salvador de todo poder inhumano, en la segunda persona de la trinidad... en el cordero degollado,en el varón de dolores, en el corazón sagrado, en el resucitado y resucitador... ¿Quién es éste? El Viviente que vive siempre... El hijo único del único y verdadero Dios padre y madre... Él es la Palabra, el Hijo de la voz, mi jardín interior, el Silencio de mi silencio... El pan, el vino, la cruz... ¿Quién es Jesús de Nazaret? 

Tú y yo seguiremos buscando. Mejor leyendo y comentando, aquí. Y en el archivo adjunto.
En Los Evangelios de Lucas y Mateo... 
Creo que, con cierta seguridad no completa, él está dentro de ti. Ya. Siempre. Permanece... ¿Es el aire? La música, la luz, el agua, la hostia consagrada, la persona, una persona... ¿Jesucristo, el Señor y Dios?...

Domingo 4º de Cuaresma Ciclo C (31.03.2019): Lucas  15,1-3. 11-32
Jesús comía con publicanos y pecadores. Lo escribo CONTIGO;

De este evangelio del cuarto domingo de Cuaresma ya escribí el comentario (12.8.2018). Me lo he releído y lo deseo compartir de nuevo: He llegado contigo a éste que yo llamo y llamaré, siempre incorrectamente, ‘Lucas quince’. Es el relato del ‘hijo pródigo’ que más de uno ha hecho ‘viral o famoso’ con su comentario y que otros, más audaces, se lo creen, llaman el relato del ‘padre bueno’. Sé que a más de uno le encantaría quedarse con la identidad del ‘hijo mayor’, EL MAYOR. Esto no se suele decir y menos escribir, pero está en los adentros de muchos creyentes que se creen ‘los buenos’.

A mí, me sorprende el comienzo, el motivo por el que este Jesús de Lucas se inventa un nuevo discurso que ningún otro Evangelista recordó de los días de misión evangelizadora de este laico de Galilea. Este Lucas exagera hasta los límites de la irracionalidad. Le gusta hablar de ‘todo y de todos’ y eso no fue posible en la realidad de su Jesús. Copio el comienzo, que es el contexto social y literario que permite centrar el mensaje de la palabra de Jesús (Lc 15,1): “Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para oírle. Los fariseos y los escribas murmuraban: éste acoge a los pecadores y come con ellos”. Conviene retener el gesto o gestos que hace este hombre con unos y con otros. Acoge, escucha, habla y come con publicanos y pecadores. Es decir, a la vista de todos este Jesús se hace publicano y pecador. ¿Me quieren decir en qué escritos públicos eclesiásticos y de los Catecismos oficiales de la Religión llamada Cristianismo se habla de un Jesús-Cristo publicano y pecador?

Este judío Jesús escucha, ¿desde la corta distancia o solo de oídas?, las murmuraciones de las gentes de bien, según la Ley de Moisés, que son los fariseos y los expertos de la Tradición y de sus aplicaciones actualizadas (como alguno diría hoy desde las nuevas tecnologías). ¿Cuántas veces han aparecido ya en este relato de Lucas estos ‘maestros de másteres’ en judaísmo? A estos creyentes judíos, que se lo creen y se apropian de los derechos de su fe, no les molestan las blasfemias verbales o dogmáticas del laico de Galilea. Estos fieles cumplidores de la ley no soportan que un judío acoja, se siente, se toque y coma con los publicanos y pecadores.  Sentarse y comer con ‘TODOS’ los publicanos y pecadores era insoportable. Así actúa Jesús.

Y, para que todo quede en su sitio y bien explicado, el narrador Lucas nos cuenta el porqué Jesús actúa como actúa con unos y con los otros, que ambos son irreconciliables: “Entonces, Jesús les dijo esta parábola”. Ésta. En singular. Una. Y el lector que somos tú y yo, leemos a continuación tres parábolas. ¿Tres parábolas distintas pero que son una y la misma? Eso creo.

A los fariseos y escribas, que escuchen o lean, les digo que son las noventa y nueve ovejas del rebaño del pastor, las nueve monedas del tesoro de una mujer de su casa y el hijo mayor y heredero del patrimonio de un padre. Por entonces, sólo heredaba del padre el primogénito. A los publicanos y pecadores, que escuchen o lean, les digo que son la oveja que se margina del rebaño, la moneda que se le pierde a la mujer entre los ‘alamares’ de la vida y el hijo menor que se va de la casa del padre con su herencia como si ya estuviera muerto y hubiera un testamento. Ahora que ya ‘todo’ quedó claro, que cada leyente-persona, hombre o mujer, creyente o ateo, protestante o católico, laico o clérigo... acoja a ‘su Jesús’ y se quede con él.
Carmelo Bueno Heras
     
Domingo 18º de Mateo (31.03.2019): Mateo 11,20-30
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

El Evangelista Mateo sigue contando en su relato la tarea de su Jesús de Nazaret por las tierras de su región de Galilea. Recuerdo que ya había descrito muy gráficamente la situación en la que se encontraba la inmensidad de la sociedad de entonces: “Jesús sintió compasión de la gente porque estaban vejados y abatidos”. Esto lo he acabado de leer en Mt 9,36-38. Y lo vuelvo a leer ahora mismo de esta manera: “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados” (Mt 11,28).

¿Por qué las personas de aquella Galilea donde vivía Jesús en los años iniciales del siglo primero se encontraban tan despersonalizadas? Seguramente que las causas eran muchas, pero la razón de más peso está apuntada en el propio texto del Evangelista. Éste escribe en parábolas o en imágenes fácilmente comprensibles. Aquellas gentes eran y estaban como ovejas sin pastores. Aquellas gentes soportaban, como bestias de carga, un pesado yugo. Por eso, se atreve Mateo a presentar a su Jesús como un pastor comprensivo y bueno que regala a quienes le escuchan o le siguen una carga ligera y suave.

¿A qué se está refiriendo explícitamente aquí este Evangelista? Al yugo de la Ley de Moisés que los escribas y maestros de ella imponen a todo el pueblo de Yavé Dios como ellos lo llaman. Frente a esta manera de comprender y vivir la religión judía, Mateo ya puso en boca de Jesús su propuesta alternativa en el primero de sus discursos: “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás. Ésta es la Ley y los Profetas” (Mt 7,12). No hay otro yugo que tus deseos. No hay otra religión. No hay otro camino, ni ley, ni credo, ni dogma, ni catecismo.

En este breve relato de Mateo 11,20-30 encontramos dos apartados literarios y teológicos. El primero es 11,20-24Entonces, Jesús se puso a maldecir a las ciudades”. Se trata de una maldición. Y el segundo es 11,25-30“En aquel tiempo, Jesús dijo: yo te bendigo”. Se trata de una bendición. Para este Evangelista es maldito todo cuanto se encuentra bajo el yugo de la judía Ley de la Religión del Templo y de su Sacerdocio. En cambio, será bendito todo aquello que respira y vive alentado por la confianza en el seguimiento de su Jesús de Nazaret.

No dejaré de recordar que nuestro narrador Mateo escribe unos cincuenta años, más o menos, después de que Jesús fuera condenado, ejecutado, muerto y sepultado. Por eso, no nos extraña que esté relacionando la actividad explícita de su Jesús de Nazaret del año treinta con las actividades evangelizadoras de sus seguidores a lo largo de esos cincuenta primeros años de evangelización sin la presencia histórica de Jesús.

En este contexto es dónde se puede comprender a qué se refiere el Evangelista cuando pone en boca de Jesús una expresión tan general e imprecisa como ‘estas cosas’ (Mt 11,25). ¿Qué cosas son las que, al parecer de Jesús de Nazaret, el Dios Yavé oculta a los sabios y entendidos y, en cambio, se las manifiesta a los pequeños? Quiero no equivocarme si digo que, en aquellos tiempos, los grandes y sabios e inteligentes eran las autoridades sacerdotes del Templo. Es decir: la Ley y los Profetas. Todo cuanto estaba fuera de esta realidad, ¿era pequeño? Sí. Entonces, ¿comprendo a Jesús si digo que ‘la grandeza es ser-hacerse pequeño’?
Carmelo Bueno Heras

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