En Roma, conmemoración de los santos mártires Venancio, obispo, y compañeros de Dalmacia y de Istria, a saber, Anastasio, Mauro, Pauliniano, Telio, Asterio, Septimio, Antioquiano y Gayano, que la Iglesia se complace en honrar juntamente.
En Tesalónica, ciudad de Macedonia, santas Agape y Quionia, vírgenes y mártires, que en la persecución bajo el emperador Diocleciano, por negarse a comer carne sacrificada a los ídolos, fueron entregadas al prefecto Dulcecio, quien las condenó a ser quemadas vivas.
En Palestina, santa María Egipcíaca, célebre pecadora de Alejandría, que por la intercesión de la Bienaventurada Virgen se convirtió a Dios en la Ciudad Santa, y llevó una vida penitente y solitaria a la otra orilla del Jordán.
En Lauconne, cerca de Amiens, en la Galia, san Valerico o Valerio, presbítero, que atrajo a no pocos compañeros hacia la vida eremítica.
En el lugar llamado Ardpatrick, en la región de Munster, en Irlanda, san Celso, obispo de Armagh, que promovió intensamente la restauración de la Iglesia.
En Grenoble, ciudad de Burgundia, san Hugo, obispo, que trabajó denodadamente en la reforma de las costumbres del clero y del pueblo, y, amante de la soledad, durante su episcopado ofreció a san Bruno, maestro suyo en otro tiempo, y a sus compañeros, el lugar de la Cartuja, que presidió como primer abad, rigiendo durante cuarenta años esta Iglesia con esmerado ejemplo de caridad.
En el monasterio cisterciense de Bonnevaux, en el Delfinado, en Francia, beato Hugo, abad, cuya caridad y prudencia lograron la armonía entre el papa Alejandro III y el emperador Federico I.
En Caithness, en Escocia, san Gilberto, obispo, que erigió la iglesia catedral en Dornoch y dispuso hospederías para los pobres, y al morir recomendó lo que él mismo había observado durante su vida, a saber, no hacer daño a ningún ser, llevar con paciencia las correcciones divinas y a nadie dar ocasión de tropiezo.
En Lisboa, de Portugal, san Nuno Alvarez Pereira, que primero fue puesto al frente de la defensa del reino y más tarde recibido entre los hermanos oblatos en la Orden Carmelitana, donde llevó una vida pobre y escondida en Cristo.
En York, en Inglaterra, beato Juan Bretton, mártir, que, siendo padre de familia, mostró una gran constancia en la fe de la Iglesia Romana durante el reinado de Isabel I y, amenazado varias veces, se mantuvo firme, por lo que al fin, bajo la falsa acusación de sedición, murió estrangulado.
En Cracovia, Polonia, beata Sofia Czeska-Maciejowska, viuda, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la Presentación de la Bienaventurada Virgen María.
En Brescia, en la región de Lombardía, en Italia, san Luis Pavoni, presbítero, que se entregó con ánimo decidido a la formación de los jóvenes pobres y se interesó sobre todo en su educación religiosa y artesana, para lo cual fundó la Congregación de Hijos de María Inmaculada.
En la Isla de Madeira (Portugal), beato Carlos de Austria, rey.
En Guadalajara, México, beatos laicos José Anacleto González Flores, José Dionisio Luis Padilla Gómez, Jorge Ramón Vargas González y Ramón Vicente Vargas González, mártires.
En el campo de concentración de Dachau, en Alemania, beato José Girotti, sacerdote profeso de la Orden de Predicadores y mártir.
En Shkodrë, Albania, beato Marin Shkurti, presbítero de la arquidiócesis de Shkodrë-Pult y mártir.
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