Santa Rebeca de Himlaya ar-Rayyas, virgen
fecha: 23 de marzo
n.: 1832 - †: 1914 - país: Líbano
otras formas del nombre: Rafqa, Rafca
canonización: B: Juan Pablo II 17 nov 1985 - C: Juan Pablo II 10 jun 2001
hagiografía: Congregación
n.: 1832 - †: 1914 - país: Líbano
otras formas del nombre: Rafqa, Rafca
canonización: B: Juan Pablo II 17 nov 1985 - C: Juan Pablo II 10 jun 2001
hagiografía: Congregación
Elogio: Cerca de ad-Dahr, santa Rebeca de
Himlaya ar-Rayyas, virgen de la Orden de las Hermanas Libanesas de San Antonio
de los Maronitas, que, ciega durante treinta años, y después con parálisis de
todos los miembros, permaneció continuamente en oración, fija sólo en Dios.
Rafca (en español, Rebeca) Nació en
Himlaya, a 30 kms de Beirut y a 5 kms de Bikfaya, el 28 de junio 1832, en la
vigilia de San Pedro y San Pablo, y fue llamada Petra. Cuando la niña tenía
siete años, murió su madre, y su padre, Murad, la envió a Damasco, a casa de
unos amigos, la familia EL-Badwi. Volvió a los 14 años al Líbano, y algunos
años más tarde, en 1859, ayudada por el padre Joseph El-Gemayel entró en la
congregación de Las Mariamitas en Bikfaya. Enseñó por un año en el Deir El
Qamar, otro año en Byblos, y siete en el pueblo de Maad (1864- 1871) en la
región de Byblos.
En 1871 se decidió fusionar su congregación, Las Mariamitas, con la del
Sagrado Corazón en una sola congregación llamada «Los Sagrados Corazones»; con
este propósito estuvo en la iglesia de San Jorge, en Maad, rezando y pidiéndole
al Señor que la orientara hacia el buen camino. Esa misma noche, vió en sueños
a tres hombres: un monje que tenía la barba blanca y un bastón en la mano, un
soldado vestido de militar y un anciano. El monje se le acercó y tocándola con
su bastón le dijo: «Entra en la Orden de Las Libanesas Maronitas» (Baladitas).
Al día siguiente se dirigió al monasterio de San Simón en Aytou, al norte del
Libano, donde hizo un año de noviciado. Allí ingresó con 39 años, el 12 de
Julio de 1871, y tomó el nombre de su madre, Rafqa. Recibió el velo el 25 de
agosto de 1872.
El primer domingo de octubre, fiesta del
Santo Rosario de 1885, Rafqa rezaba delante del Ssmo. Sacramento dirigiéndose
al Señor: «¿Por qué Dios mío te alejaste de mí y me abandonaste? ¿Por qué no me
has visitado con una enfermedad? ¿Te habrás olvidado de tu esclava?» Esa misma
noche, cuando se disponía a dormir sintío un tremendo dolor de cabeza que se
prolongaba hasta los ojos. Un médico en Tripoli le hizo una punción
introduciéndole una sonda de un oído a otro, y Rafqa repetía: «En comunión con
los sufrimientos de Cristo». Le operaron un ojo, pero ella rechazó que la
anestesiaran, para ofrecer ese dolor en comunión con la Pasión de Cristo. Un
médico militar en Batroun, habiéndola examinado dijo: «El dolor de ojos que
esta pobre monja padece es indescriptible y es imposible su curación ya que le
afectó el nervio óptico». Cuando el dolor se agudizaba ella repetía: «¡Por la
gloria de Dios, en comunión con la pasión de Cristo, con la corona de espinas
en tu cabeza, Oh mi Señor!».
En el monasterio de San Simón el Qarn, la
hermana Úrsula Doumit, originaria de Maad, enfermó de reumatismo articular y
los médicos le prescribieron que viviera en el litoral. Esta hermana tenía a su
vez un hermano sacerdote, el padre Ignacio, que fundó un monasterio para monjes
en Jrabta, en el distrito de Batroun; el padre Jean Basbous donó sus terrenos
para la realización de este proyecto. El 3 de noviembre de 1897, el patriarca
Juan El-Hage autorizó la transferencia de seis monjas que querían vivir una
vida en comunidad bajo la protección de San José, del monasterio de San Simón
el Qarn el nuevo monasterio de San José el Dahr, Jrabta. Una de ellas era la
hermana Rafqa, ya que las hermanas estaban muy unidas a ella, como hijas a su
madre.
Al cabo de dos años de la llegada al
monasterio de San José, Rafqa quedó totalmente ciega. La ceguera se continuó
con un dolor atroz en los dedos de los pies, cuyas articulaciones se
dislocaron, por lo que tuvo que guarda cama. Se le descoyuntó la cadera
derecha, y los huesos salidos de su cavidad se hundieron y se perdieron en el
cuerpo. Y lo mismo pasó con la rótula y la rodilla derecha. La cadera y la
pierna izquierda se desencajaron también y los huesos salidos le desgarraron la
piel. Se le abrió una enorme cavidad en el omóplato izquierdo. La clavícula
derecha también le rasgó la piel. El hombro y el brazo se le paralizaron, y se
le hizo un hoyo profundo entre los hombros, provocándole una herida que sangró
durante cinco años. Le quedó el cuerpo enjuto y tieso, y adelgazó a tal punto
que parecía un esquelto descarnado, con todos los miembros dislocados y desarticulados,
no tenía ningún miembro sano excepto las articulaciones de las manos, que
utilizaba para tejer calcetines de lana.
Según la opinión de los médicos, Rafqa
padecía de Tuberculosis osteo-articular, que la dejó por siete años en cama,
acostada solamente del lado derecho, sin que su hombro tocara las sábanas, con
la cabeza apoyada en la almohada. Cuando tenían que ordenar su cama, o llevarla
a la Iglesia, se necesitaban cuatro monjas. La cargaban con precaución en la
sábana, no se atrevían a ponerla en el suelo por temor a que sus miembros se
separaran o se desmoronaran.
Era la mañana del jueves en la fiesta del
Ssmo. Sacramento, Rafqa le dijo a su superiora: «Si pudiera asistir a la misa,
en este día de tan noble fiesta», las hermanas trataron de llevarla asiendo las
cuatro puntas de la sábana, pero al tratar de levantarla le dolió la cadera
izquierda, entonces la dejaron en su cama. Cuando la misa empezó y las monjas
estaban en el oratorio, Rafqa entró arrastrándose en la iglesia. Las monjas se
sorprendieron y se emocionaron, la superiora se levantó para ayudarla pero
Rafqa le hizo una señal con la cabeza de que la dejaran entrar sola. Más tarde
la madre superiora le preguntó cómo había hecho para desplazarse hasta el
templo, a lo que Rafqa repondió: «No se nada; le pedí a Jesús que me ayudara, y
de repente sentí que los pies se resbalaban de la cama, pude bajarme y llegar
hasta allí».
Rafqa vivió 82 años, de cuales fueron 29
de sufrimientos, y todos de un profundo amor a Cristo. El 22 de marzo de 1914,
Rafqa le dijo a su superiora: «Me gustaría despedirme de mis hermanas y oir sus
voces antes de morir». La mañana del 23 de marzo de 1914 pidió la Santa
Comunión diciendo «Déjenme llevar conmigo mi provisión», y sus últimas palabras
fueron «Oh Jesús! Oh María! Oh San José!, les entrego mi corazón y mi alma; en
vuestras manos pongo mi espiritu». La enterraron en el cementerio del convento,
de donde salió una fuerte luz proveniente de su tumba durante tres dias
consecutivos. Dios por su intercesión obró multitud de milagros, y la tierra de
su tumba se convirtió en un manantial de gracia, bendiciones y curaciones para
todos los creyentes.
Tomado, con algunos cambios y
adaptaciones, del sitio oficial que el monasterio de la santa le ha
dedicado: Saint Rafqa.
fuente: Congregación
accedida 1704 veces
ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
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