Parte de Brasil está compuesta de “burros
trágicos”
2019-03-22
En uno de sus escritos F.
Nietzsche preguntaba: «¿Puede un burro ser trágico? Puede, en la medida en
que sucumbe al peso de una carga que no puede cargar, ni puede librarse de
ella».
Una
buena parte de nuestra población son “burros trágicos” en un doble sentido de
la palabra:
En
un primer sentido, “burro trágico” es aquel que se deja engañar fácilmente por
candidatos que suscitan falsas promesas, con eslóganes apelativos meramente
propagandísticos, como “Dios por encima de todos y Brasil por encima de todo”
(lema nazi), “fuera el PT”, “combate a la corrupción”, “rescate de los valores
tradicionales”, “escuela sin partido”, “contra la ideología de género”,
“combate al comunismo”, “contra la cultura marxista”. Estas dos últimas
banderas son de una “burricie trágica” y palmariamente única, en un tiempo en
el que el comunismo como tal no existe y en el que nadie sabe lo que significa
exactamente “cultura marxista”.
Los
que gritan estas consignas y se proclaman “gente de bien” son los mismos que
mienten descaradamente, comenzando por el capitán-presidente actual, por su
familia, por los que diseminan conscientemente fake news, odios, rabias
fenomenales, injurias de todo tipo, palabrotas que ni sus familiares podrían
oír y que mandan al infierno, con complacencia, a Cuba, a Corea del Norte o a
Venezuela, a los que piensan diferente.
Curiosamente
nadie los manda a China, donde rige el comunismo-maoísmo, porque saben que allí
el comunismo funciona, pues ha producido la mayor economía del mundo, que puede
enfrentarse militarmente a la mayor potencia nuclear, los Estados Unidos.
Este
primer tipo de “burro trágico” es fruto de la ignorancia, de la falta de
información y de la maldad contra quien piensa diferente.
Existe
un segundo tipo de “burros trágicos”: los que son el resultado de una
estrategia política de creación de “burros trágicos”, que los mantiene
voluntariamente analfabetos para manipularlos mejor y tener cautiva su base
electoral. Los vuelven crédulos y seguidores de un “mito” inventado e inflado
sin ningún contenido digno de “un mito”.
Esta
clase creadora de “burros trágicos", no toda gracias a Dios, tiene pavor
de alguien que salió de la condición de “burricie trágica” y llegó a la
ciudadanía y a desarrollar un espíritu crítico.
El
gobierno actual solo consiguió la mayoría de votos porque a gran parte de los
electores se les mintió. En su condición de “burricie trágica” se les negó la
verdadera intención escondida: reducir el salario mínimo, recortar derechos
sociales para muchos, la bolsa-familia, modificar la legislación laboral para
favorecer a las empresas, liquidar la farmacia popular, disminuir los distintos
accesos de los pobres a la enseñanza superior y, sobre todo, la profunda
modificación del régimen de las pensiones. Si hubiesen revelado estas
intenciones jamás habrían ganado la elección. Por eso, esta resulta espuria,
aunque haya sido hecha dentro del rito democrático. Escandalosamente, así como
se hizo con Cristo, tomaron las vestiduras nacionales y las rifaron entre
ellos.
Y
ni hablemos de algunos ministros que son de una “burricie trágica” y supina,
como la ministra de la Familia, de la Mujer y de los Derechos Humanos, el
ministro de Educación, que ni siquiera domina nuestra lengua, pues es un
inmigrado colombiano, el ministro del Medio Ambiente que no conocía el nombre
de Chico Mendes, y el ministro de Relaciones Exteriores, en el cual la
“burricie trágica” alcanza su quintaesencia.
¿Por
qué hemos llegado a este punto tan bajo en nuestra historia? Celso Furtado
murió preguntándose: “¿Por qué Brasil, siendo un país tan rico, está tan
atrasado y tiene tantos pobres? ” Él mismo respondió en su libro, que vale
la pena revisitar: Brasil: la construcción interrumpida” (Paz e Terra
1992):
«Nos
falta la experiencia de pruebas cruciales, como las que conocieron otros
pueblos cuya supervivencia llegó a estar amenazada. Y nos falta también un
verdadero conocimiento de nuestras posibilidades y, principalmente, de
nuestras debilidades. Pero no ignoramos que el tiempo histórico se
acelera, y que la cuenta atrás de ese tiempo se hace contra nosotros. Se trata
de saber si tenemos un futuro como nación que cuenta en la construcción del
devenir humano. O si prevalecerán las fuerzas que se empeñan en interrumpir
nuestro proceso histórico de formación de un Estado-nación» (p. 35). Las
fuerzas actuales en continuidad con todo un pasado, se empeñan en interrumpirlo
en forma de una “burricie trágica”.
O
tal vez, pensando positivamente, se esté preparando “nuestra crisis crucial”
que nos permitirá el salto hacia otro tipo de Brasil, con otros valores y con
menos procesos de “embrutecimiento intencionado” de gran parte de nuestro
pueblo.
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