Santo Evangelio según San Mateo 18, 21-35. Martes III de Cuaresma
Por: H. José Alberto Rincón Cárdenas, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx
Por: H. José Alberto Rincón Cárdenas, L.C. | Fuente: www.somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, muéstrame las intenciones de mi corazón y ayúdame a purificarlas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué somos tan lentos para perdonar? ¿Por qué provoca tanta aversión el hecho de que podamos habernos equivocado en algo? Verdaderamente, es iniciativa de humildes perdonar. Donde hay un corazón orgulloso, sólo hay espacio para el miedo de parecer vulnerables. En el fondo, no existe otro motivo por el que nos desentendamos del perdón.
Sin embargo, nuestro comportamiento encierra una gran contradicción. Podemos intuirla a partir de la parábola que Cristo emplea. ¿Qué sucedería si hoy, aquí y ahora, Dios te exigiera saldar la deuda que has adquirido con Él? No importa la edad, ni la posición, ni la experiencia...la realidad es que ninguno de nosotros sería capaz de pagarle su derroche de amor. En toda justicia, mereceríamos cualquier pena que se nos impusiera con tal de arreglar las cuentas. Y aun así, jamás terminaríamos. A amor infinito, deuda infinita.
Mas Dios no sigue los criterios de los hombres. Él quiere hacernos entender que su misericordia es totalmente gratuita. No sólo eso, sino que Él está ansioso por derramarla sobre nosotros al más mínimo esfuerzo que hagamos por acogerla. Es cómica nuestra situación. ¡Basta tan poco para ser perdonados por Dios...pero cuesta tanto reconocer los errores! Una cosa es cierta: para perdonar, hay que saber dejarse perdonar.
El Señor ya ha tomado la iniciativa, porque nos ha perdonado todo en el sacrificio de su Hijo. Entonces, ¿dejamos que su perdón nos alcance? ¿O es que a semejanza del siervo malvado nos hacemos de la vista gorda y seguimos creyendo que podemos tomar la justicia en nuestras manos? Ojalá que Cristo, al vernos desde la cruz, halle corazones dispuestos a perdonar, a mostrar que su entrega de amor no ha sido en vano.
«El Señor nos ha mandado perdonarnos no siete, sino “hasta setenta veces siete”. El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo, sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites. Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre. Si estamos aquí es gracias también a cuantos nos han precedido en el camino, eligiendo la senda del perdón y gastándose por responder a la voluntad del Señor: “que todos sean uno”. Impulsados por el deseo apremiante de Jesús, no se han dejado enredar en los nudos intrincados de las controversias, sino que han encontrado la audacia para mirar más allá y creer en la unidad, superando el muro de las sospechas y el miedo.»
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Perdonaré de corazón algún rencor que todavía se encuentre en mi corazón; o, lo que es más difícil, pediré perdón a alguien a quien soy consciente de haber herido en pensamientos, obras o palabras.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, muéstrame las intenciones de mi corazón y ayúdame a purificarlas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: “Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?”. Jesús le contestó: “No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete”.
Entonces Jesús les dijo: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: ‘Págame lo que me debes’. El compañero se le arrodilló y le rogaba: ‘Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo’. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: ‘Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?’ Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Por qué somos tan lentos para perdonar? ¿Por qué provoca tanta aversión el hecho de que podamos habernos equivocado en algo? Verdaderamente, es iniciativa de humildes perdonar. Donde hay un corazón orgulloso, sólo hay espacio para el miedo de parecer vulnerables. En el fondo, no existe otro motivo por el que nos desentendamos del perdón.
Sin embargo, nuestro comportamiento encierra una gran contradicción. Podemos intuirla a partir de la parábola que Cristo emplea. ¿Qué sucedería si hoy, aquí y ahora, Dios te exigiera saldar la deuda que has adquirido con Él? No importa la edad, ni la posición, ni la experiencia...la realidad es que ninguno de nosotros sería capaz de pagarle su derroche de amor. En toda justicia, mereceríamos cualquier pena que se nos impusiera con tal de arreglar las cuentas. Y aun así, jamás terminaríamos. A amor infinito, deuda infinita.
Mas Dios no sigue los criterios de los hombres. Él quiere hacernos entender que su misericordia es totalmente gratuita. No sólo eso, sino que Él está ansioso por derramarla sobre nosotros al más mínimo esfuerzo que hagamos por acogerla. Es cómica nuestra situación. ¡Basta tan poco para ser perdonados por Dios...pero cuesta tanto reconocer los errores! Una cosa es cierta: para perdonar, hay que saber dejarse perdonar.
El Señor ya ha tomado la iniciativa, porque nos ha perdonado todo en el sacrificio de su Hijo. Entonces, ¿dejamos que su perdón nos alcance? ¿O es que a semejanza del siervo malvado nos hacemos de la vista gorda y seguimos creyendo que podemos tomar la justicia en nuestras manos? Ojalá que Cristo, al vernos desde la cruz, halle corazones dispuestos a perdonar, a mostrar que su entrega de amor no ha sido en vano.
«El Señor nos ha mandado perdonarnos no siete, sino “hasta setenta veces siete”. El número no se refiere desde luego a un concepto cuantitativo, sino que abre un horizonte cualitativo: no mide la justicia, sino que inaugura el criterio de una caridad sin medida, capaz de perdonar sin límites. Esta caridad que, después de siglos de controversias, nos permite estar juntos, como hermanos y hermanas reconciliados y agradecidos con Dios nuestro Padre. Si estamos aquí es gracias también a cuantos nos han precedido en el camino, eligiendo la senda del perdón y gastándose por responder a la voluntad del Señor: “que todos sean uno”. Impulsados por el deseo apremiante de Jesús, no se han dejado enredar en los nudos intrincados de las controversias, sino que han encontrado la audacia para mirar más allá y creer en la unidad, superando el muro de las sospechas y el miedo.»
(Discurso de S.S. Francisco, 21 de junio de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Perdonaré de corazón algún rencor que todavía se encuentre en mi corazón; o, lo que es más difícil, pediré perdón a alguien a quien soy consciente de haber herido en pensamientos, obras o palabras.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:
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