domingo, 24 de marzo de 2019

¿Todo Templo es una higuera seca? (Domingo 3º de Cuaresma Ciclo C (24.03.2019): Lucas 13,1-9) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 17º de Mateo (24.03.2019): Mateo 11,1-19)


Leyente consciente... 
Muy buena hora en la que te dispones a leer esta presentación de los comentarios del Evangelio para el tercer domingo de la Cuaresma de este año dosmildiecinueve. Sabes que te llegan dos comentarios. El primero es el correspondiente al texto oficial que se nos lee en la liturgia de este domingo. Y el otro comentario corresponde al texto del Evangelio de Mateo que voy meditando contigo de manera ordenada y seguida.

Pero en esta hora me nacen de dentro otras referencias. Este domingo de marzo será el día 24. Justo justo nueve meses antes de la Nochebuena. La noche del nacimiento que conmemoraremos. Jesús de Nazaret concebido y, nueve meses después, nacido. Un nuevo ser humano en este mundo. Llegó como todos llegamos. Se encarnó como nos encarnamos todos los humanos. Todos, sin excepción. 

Nació, vivió y murió. Y de ello se habla en las historias de los humanos que le recordamos, desde sus seguidores, sus familiares, los Evangelistas (oficiales y los menos oficiales)... ¿Quién se atreve a hacer un cálculo estimativo del número de mujeres y de hombres, creyentes todos, simpatizantes, conocedores y hasta curiosos y de enemigos a lo largo de los veinte siglos más uno que llevamos de memoria resucitadora?

Creo que este día 24 de marzo me quedaré colgado de este hilo del nacer y del vivir de toda persona, porque entiendo que no existe nada que tenga más valor y sentido que una persona. 

Y cuando escribo esto, recuerdo que hace cuarenta años, menos uno, caía un hombre asesinado mientras el día 24 de marzo amanecía. Para todas aquellas gentes (porque no fue obra de uno solo) que participaron en aquel asesinato no era cierto que 'no existe nada que tenga más valor y sentido que una persona'.

Hay muchas gentes, en muchos ámbitos, para quienes no es cierto que 'no existe nada que tenga más valor y sentido que una persona'.

Lo repetiré una vez más: "No existe nada que tenga más valor y sentido que una persona". Una persona. Sea quien sea.

En este 24 de marzo me quedaré con el hilo de la concepción y el nacimiento de una persona llamada Jesús de Nazaret, que acabó su vida aquí crucificado públicamente y fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. Y me quedaré también con el hilo del asesinato de una persona llamada y apellidada Óscar Arnulfo Romero y Galdámez. Ellos me susurran a gritos que "no existe nada que tenga más valor y sentido que una persona".

A continuación puedes leer aquí los dos comentarios. 

Domingo 3º de Cuaresma Ciclo C (24.03.2019): Lucas  13,1-9
¿Todo Templo es una higuera seca? Medito... y lo escribo CONTIGO,  

Desde el capítulo noveno del Evangelio de Lucas, del pasado domingo, hasta este capítulo decimotercero, de la tercera semana de Cuaresma, hay un salto de texto que es casi imposible de amortiguar en el aterrizaje. De la transfiguración en un monte se nos propone contemplar la entrevista de unos, que así les llamo ahora, periodistas con el Jesús del que nos habla Lucas en 13,1-9. Esta entrevista que se nos leerá está fuera de todo contexto. ¡Qué inmenso peligro!

“En aquel momento...” (13,1), escribe Lucas para iniciar el relato del nuevo acontecimiento que vive su Jesús de Nazaret mientras recorre con los suyos el camino hacia Jerusalén que ha iniciado en Galilea, según podemos leer en 9,51, en 9,57 y en 10,38: “... llegaron unos a contarle a Jesús lo de aquellos galileos a quienes Pilato había ordenado matar”. Ningún otro Evangelista recuerda este suceso en la vida de Jesús. Y este Lucas se había informado (1,1-5).

¿Quiénes son estos ‘unos’?, me pregunto. Y, ¿por qué se acercan a Jesús? ¿Desean tentarlo? ¿Acusarlo? ¿Ansían saber qué piensa? En la sabiduría de las gentes de mi tierra hay un dicho que viene a sintetizar las intenciones del narrador del suceso: Aquellos ‘unos’ fueron por lana y regresaron trasquilados. Creo que los tales ‘unos’ eran periodistas de la oficialidad religiosa, espiritual y pastoral del Templo de Jerusalén y de su sagrado Sacerdocio.

Estos periodistas de ‘ideología nacionalista religiosa judía’ creen que tanto los galileos asesinados, como Pilato el profanador del altar del Templo de Yavé Dios y como también las dieciocho personas aplastadas por la caída de la Torre de Siloé fueron merecedores de tales castigos por haber sido pecadores, según el credo, el dogma y la tradición de la Ley de Moisés.

Lo que ha sucedido es un par de muy lamentables e irreparables desgracias humanas. Pero lo que sí tiene enmienda es la manera de pensar, de creer, de sentir, de relacionarse y de convivir. Y es urgente cambiar estos adentros de cada uno. Y nadie es responsable de tal cambio, sino uno mismo. Porque es ahí y así como se siembra y se arraiga la semilla del reino o reinado de Dios. Y es también ahí donde se seca y acaba para siempre esa semilla (Lc 17,21).

La invitación de este ‘entrevistado’ Jesús de Nazaret es tan concisa, tan clara y tan exigente que no se la impone a nadie, sino que la cuenta en una parábola espléndida, abierta y definitiva: “Si no os convertís, pereceréis también. Y les propuso esta parábola: un hombre plantó una higuera en su viña” (13,5-6). ¡Me digo que este hombre es Salomón, el del Templo!

Esta parábola está muy estrechamente relacionada  con la parábola de la viña que cuenta este mismo Evangelista en los diálogos de su Jesús con las autoridades del Templo (ver Lucas 2,41-52 y sobre todo en 20,1-19). Y también conviene leerse, para estar bien documentado, Marcos 12,1-12 y Mateo 21,23-32.

Después de una atenta lectura crítica, ¿no puede concluirse que la viña de esta parábola de parábolas es el pueblo judío y la higuera en medio de la viña es el Templo de Jerusalén con su sacerdocio y sus religiosas tradiciones populares? Sí, de aquel Templo y ¡también de los otros!
Carmelo Bueno Heras

Domingo 17º de Mateo (24.03.2019): Mateo 11,1-19
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Copio aquí el versículo primero de una larga narración de las actividades que el Evangelista Mateo atribuye a su Jesús de Nazaret:“Cuando Jesús acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue a enseñar y a proclamar el mensaje en los pueblos de la región” (Mt 11,1). ¿Qué ha hecho este Jesús de Mateo hasta ahora? Enseñar y proclamar, según ya he leído desde 4,23 hasta 9,35 donde me he encontrado con ‘los dichos y los hechos’ de este hombre.

Sin embargo, lo que encuentro ‘novedoso’ en ese frontispicio narrativo de Mateo es esta matización: “En los pueblos de la región”. Y esta región de la que se habla es Galilea, la región del norte y la más alejada de la capital, Jerusalén, y de su Templo. Creo que ésta es la razón por la que tantos estudiosos de Jesús y de su vida entre nosotros dicen que fue ‘un profeta ambulante’. Y que a mí me encanta llamarlo, por ser un dato tan humanísimo, laico y galileo.

¿Qué enseñaba y proclamaba este hombre en los poblados de su región de Galilea? Para saberlo, tendré que esperar un poco y seguir leyendo, porque a quien recuerda ahora el narrador Mateo es a Juan el bautizador que perdonaba pecados tal como ya contó en el pasado capítulo tercero completo. Por tercera vez  volverá este Evangelista a escribir de ambos personajes cuando  su Jesús de Nazaret llegue a Jerusalén, según leeremos en todo el capítulo vigésimo primero completo.

Este Juan el Bautista y Jesús de Nazaret se presentan como dos judíos inolvidables. Con Juan se va acabando la presencia de aquel viejo Israel que parece ser que fue inaugurado con Moisés. Con Jesús está despertando una manera de ser y de vivir como judío en todos sus aspectos: “Vino Juan que no comía ni bebía y decían de él que estaba endemoniado. Y viene ahora este hombre llamado Jesús que come y bebe y dicen de él que es un comilón y un borracho, amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores” (11,18-19).

Al Evangelista Lucas le debió de parecer luminosa esta manera de escribir sobre Jesús y se la apropió. Basta leerse el capítulo decimoquinto de su Evangelio para caer en la cuenta de este dato y valorar en toda su dimensión lo que aquí cuenta Mateo y lo que cuenta Lucas cuando nos regala el tesoro de aquellas tres parábolas que se suelen llamar de ‘la misericordia’. Ellas son una revolucionaria declaración social, política y religiosa en toda su extensión.

En este Mateo 11,1-19, el narrador se atrevió a poner en boca de su Jesús una alabanza agradecida de este Juan que perdonaba pecados en Israel. Esta tarea sólo podía realizarse, en exclusiva, en el templo y por medio de sus clérigos sacerdotes y a través de la ofrenda de sacrificios. Jesús está alabando aquí la tarea blasfema y herética de un judío a quien se atreve a calificarlo de ‘profeta’. Tan profeta como el gran Isaías (de quien se cita su texto de 35,5-6) o como el último de ellos, Malaquías (de quien se cita su texto de 3,1).

Esta unidad narrativa que Mateo dedica a ensalzar a dos judíos heréticos y blasfemos, según la Ley del Israel de Moisés, acaba con una afirmación tan nítida como definitiva: En las obras de Juan y de Jesús se ha encarnado la sabiduría (Mt 11,19). Además de profetas, fueron sabios. 
Carmelo Bueno Heras 

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