“El verdadero
poder es el servicio”, decía el Papa hace dos años
19 de marzo de 2013: Histórico inicio
del pontificado del Papa Francisco - AFP
19/03/2015 15:06
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(RV).- Antes de esta Misa, el Santo Padre había
llamado por teléfono aBuenos Aires, para dejar un mensaje a los argentinos reunidos en
la Plaza
de Mayo, en que les pedía que “no se olviden de
este Obispo que está lejos pero que los quiere mucho”, a la vez que los
invitaba a rezar por él.
En efecto, el martes 19 de marzo de 2013, en la Solemnidad de San José, Esposo de la Bienaventurada Virgen María y Patrono de la Iglesia Universal, el
entonces recién elegido Papa Francisco celebraba la Santa Misa por el inicio oficial del su ministerio petrino. Misa solemne en
la que participaron unos 200 mil fieles y peregrinos junto a las delegaciones
oficiales de más de 130 países.
Antes de la misa el Papa Francisco había recorrido la Plaza de San Pedrodurante varios
minutos, deteniéndose a saludar, besar a algunos niños y bendecir a los miles
de fieles presentes. Aquel día, el nuevo Obispo de Roma, que llegaba en un jeep blanco descubierto a una Plaza de San
Pedro abarrotada de fieles, saludaba sonriendo y bendiciendo como hoy estamos
acostumbrados a ver, mientras pasaba por el recinto, en el que se escuchaba, en
tantos idiomas, el cariño y la devoción de la multitud.
El nuevo Papa ingresaba en la Plaza de San Pedro a las
8.50 hora local, en medio de miles de aplausos y vivas, así como del ondear de
cientos de banderas, entre ellas muchas argentinas, y pancartas de movimientos
eclesiales y otras de bienvenida en las que se podía leer “estamos contigo”.
Francisco, muy sonriente, no dudaba en besar a tantos pequeños que le
acercaban sus padres y madres, e incluso en bajar del jeep para saludar a un
discapacitado.
Tras el recorrido, el Obispo de Roma entró en la
Basílica vaticana para vestir los paramentos de la Misa y bajar a orar ante la
tumba de San Pedro. Después, en la Plaza de San Pedro le fue colocado el palio,
y el anillo del Pescador, símbolos del pontificado.
En su homilía, el Papa Francisco comenzó diciendo:
“Queridos hermanos y hermanas: Doy gracias al Señor
por poder celebrar esta Santa Misa de comienzo del ministerio petrino en la
solemnidad de san José, esposo de la Virgen
María y Patrono de la Iglesia Universal: es una coincidencia muy rica de
significado, y es también el onomástico de mi venerado Predecesor: le estamos
cercanos con la oración, llena de afecto y gratitud”.
Y se preguntaba:
“¿Cómo ejerce José esta custodia? Con discreción, con
humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total,
aun cuando no comprende. Desde su matrimonio con María hasta el episodio de
Jesús en el Templo de Jerusalén a los doce años, acompaña en todo momento con
esmero y amor. Está junto a María, su esposa, tanto en los momentos serenos de
la vida como los difíciles, en el viaje a Belén para el censo y en las horas
temblorosas y gozosas del parto; en el momento dramático de la huida a Egipto y
en la afanosa búsqueda de su hijo en el Templo; y después en la vida cotidiana
en la casa de Nazaret, en el taller donde enseñó el oficio a Jesús”.
El Papa Francisco también se preguntaba: “¿Cómo vive
José su vocación como custodio de María, de Jesús, de la Iglesia?”:
“Con la atención constante a Dios, abierto a sus
signos, disponible a su proyecto, y no tanto al propio; y eso es lo que
Dios le pidió a David, como hemos escuchado en la primera Lectura: Dios no
quiere una casa construida por el hombre, sino la fidelidad a su palabra, a su
designio; y es Dios mismo quien construye la casa, pero de piedras vivas
marcadas por su Espíritu”.
José – prosiguió diciendo en su homilía – es
“custodio” porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad, y
precisamente por eso es más sensible aún a las personas que se le han confiado,
sabe cómo leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea,
y sabe tomar las decisiones más sensatas.
También explicaba que, en el fondo, todo está confiado
a la custodia del hombre, y es una responsabilidad que nos afecta a todos. Por
eso pidió que seamos custodios de los dones de Dios:
“Quisiera pedir, por favor, a todos los que ocupan
puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos
los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos «custodios» de la creación, del
designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio
ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el
camino de este mundo nuestro. Pero, para ‘custodiar’, también tenemos que
cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia
ensucian la vida. Custodiar quiere decir entonces vigilar sobre nuestros
sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones
buenas y malas: las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo
de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”.
Francisco añadía una ulterior anotación:
“El preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide
ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como un hombre
fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran ternura, que
no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota
fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera apertura
al otro, de amor. No debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”.
Y al recordar que hoy, junto a la fiesta de San José,
celebramos el inicio del ministerio del nuevo Obispo de Roma, Sucesor de Pedro, que también comporta un
poder, el Papa Francisco explicaba:
“Nunca olvidemos que el
verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para
ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen
luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico
de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo
de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los
más pobres, los más débiles, los más pequeños; eso que Mateo describe en el
juicio final sobre la caridad: al hambriento, al sediento, al forastero, al
desnudo, al enfermo, al encarcelado (cf. Mt 25, 31-46). Sólo el que sirve con amor sabe custodiar”.
Y concluía con las siguientes palabras:
“Imploro la intercesión de la Virgen María, de San
José, de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, de San Francisco, para que el Espíritu
Santoacompañe mi ministerio, y a todos ustedes les digo: Recen
por mí. Amén”.
Además, esa misma mañana, a las 7.30 hora de Roma, y
cuando enArgentina eran las 3 y media de la
madrugada, Francisco llamó por teléfono al rector de la Catedral de Buenos
Aires para transmitir un saludo a los fieles presentes en la Plaza de Mayo –
que se encuentra frente a la mismaCatedral Metropolitana de la que hasta hacía pocos días el nuevo Papa era su Arzobispo –.
Toda la gente reunida en la plaza pudo escuchar la voz y el mensaje de un Padre
que se dirigía a sus hijos y a quienes les agradecía, porque sabía que estaban
rezando por él.
“Les quiero pedir un favor – decía el Papa a sus
compatriotas –. Les quiero pedir que caminemos juntos todos”:
“Cuidemos los unos a los otros, cuídense entre
ustedes, no se hagan daño, cuídense, cuídense la vida. Cuiden la familia,
cuiden la naturaleza, cuiden a los niños, cuiden a los viejos; que no haya
odio, que no haya pelea, dejen de lado la envidia, no critiquen a nadie.
Dialoguen, que entre ustedes se viva el deseo de cuidarse”.
“Que vaya creciendo el corazón y acérquense a Dios.
Dios es bueno, siempre perdona, comprende, no le tengan miedo; es Padre,
acérquense a Él. Que la Virgen los bendiga mucho, no se olviden de este obispo
que está lejos pero los quiere mucho. Recen por mí”.
(María Fernanda
Bernasconi - RV).
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