Los laicos cristianos egipcios «somos misioneros en nuestra patria, para frenar el éxodo de fieles»
Ser testigos de Cristo en una nación donde la mayoría de la población es musulmana “es difícil. Incluso el mero hecho de hablar de nuestra fe puede convertirse en algo problemático”. Es por eso que muchos comienzan a pensar en emigrar. Sin embargo, “gracias al ejemplo de tantos sacerdotes, que han dejado su país para venir aquí, a Egipto, a evangelizar con la vida y las obras, he entendido que yo también soy llamado a una misión, en mi patria”. Es lo que cuenta Neematallah Issa, un egipcio de 55 años que vive en El Cairo, casado y padre de ocho hijos, “de los cuales cinco ya están en el cielo” agrega, con serena resignación.
Junto con su esposa Issa, él es uno de los responsables locales del camino neocatecumenal. También es miembro del coro parroquial y fue ordenado sub-diácono. El periodista italiano Dario Salvi de la agencia de noticias católica Asia News se reunió con él en Milán (Italia), durante el desarrollo del convenio “Marhaba – Dios es amor” organizado por la Fundación Ambrosiana de San Marcos, en el cual han participado cerca de 50 personas que sumaron sacerdotes, estudiantes y laicos del seminario Redemptoris Mater del Líbano, inspirado en el Camino fundado por Kiko Argűello.
“En el pasado –recuerda- mi deseo era ir a Canadá, donde vive un tío mío, y donde ya había estado antes, trabajando durante un tiempo. Cuando vi a los misioneros provenientes de Europa o de América, que han dejado una situación estable y ciertas comodidades para venir a vivir en una parroquia o en un barrio pobre de El Cairo, me quedé francamente sorprendido. Y empecé a plantearme muchas preguntas en torno al deseo de emigrar”.
Frente al éxodo masivo de cristianos que se atraviesa en el Oriente Medio y en el Norte de África, el testimonio brindado por la familia de Issa y de muchas otras que han permanecida en su propia tierra “ha sabido dar frutos”, cuenta, porque “muchos jóvenes comenzaron a mirar estos ejemplos”. “Debemos quedarnos en Egipto –agrega- y esto, aún cuando se tenga la posibilidad de partir hacia otro lugar, como es mi caso. Tengo la certeza de que tengo un rol que desempeñar en esta nación y en mi comunidad, y quiero seguir ejerciéndolo”.
Ante el éxodo masivo de cristianos que se registra en la región, el testimonio dado, el valor de la presencia cristiana, surge a partir de las escuelas, un factor esencial de crecimiento para todo el país. “No son un mero lugar de estudio –explica Neematallah Issa -, sino un espacio en el cual ser educados para la vida en común, en la convivencia. Es por eso que también es importante nuestra presencia en el Oriente Medio, somos un factor de equilibrio, capaz de oponerse al radicalismo. Un testimonio de esto es que tengo muchos amigos musulmanes, y vivimos en armonía”.
Además del éxodo, las Iglesias de Oriente también deben afrontar una caída en las vocaciones. “En la Iglesia greco-católica de El Cairo –subraya- no hay nuevos sacerdotes desde hace por lo menos cinco o seis años. Tanto el Patriarca como los obispos piden cada vez más curas misioneros, porque les cuesta mantener abiertos los lugares de culto”. Y como si esto fuera poco, las bombas contra las iglesias y los ataques que han tenido como blanco a las comunidades “han dejado una marca”, pero “la fe es más fuerte que el miedo”. “Hay varios musulmanes –incluso periodistas- que se preguntan cómo hacemos los cristianos para perdonar y hablar de amor, incluso frente a aquellos que han visto atacadas a sus familias, Pero cuando tienes una idea, un objetivo, una misión, todo es distinto, y entonces no hay terrorismo, dificultades económicas o sociales que puedan causarnos miedo”.
Neematallah Issa no pretende ocultar los problemas característicos de la sociedad egipcia, que “ha perdido algo de aquella tolerancia que solía ser su rasgo distintivo”. Sin embargo, él afirma ser optimista” en relación al futuro, y dice que hay signos “positivos” en dirección a lograr “una vida en común, en paz”. “Para que ello ocurra –concluye- se requiere una educación adecuada y una instrucción equilibrada para todos, que esté libre de ideas radicales. Y compete a los cristianos luchar para superar esta situación de precariedad que domina en nuestra tierra”.
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