San Ladislao, rey
fecha: 30 de junio
fecha en el calendario anterior: 27 de junio
n.: 1040 - †: 1095 - país: Eslovaquia
otras formas del nombre: Lancelot, Laszlo, Ladislas
canonización: C: Celestino III 1192 (?) - PC
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
fecha en el calendario anterior: 27 de junio
n.: 1040 - †: 1095 - país: Eslovaquia
otras formas del nombre: Lancelot, Laszlo, Ladislas
canonización: C: Celestino III 1192 (?) - PC
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Nitra, en los montes Cárpatos, muerte de san
Ladislao, rey de Hungría, que restableció en su reino las leyes cristianas
dictadas por san Esteban, reformando las costumbres y dando él mismo ejemplo de
virtud. Propagó fervientemente la fe cristiana en Croacia, que había sido
incorporada al reino húngaro, estableciendo la sede episcopal de Zagreb. Murió
cuando se disponía a una guerra con Bohemia y fue enterrado en Varadino, en
Transilvania.
Si bien es verdad que
Hungría debe a san Esteban el
establecimiento de su monarquía y la organización de su Iglesia, no es menos
cierto que tiene una deuda igual con otro santo rey de la misma casa real de
Arpad. Porque Ladislao extendió las fronteras del reino, mantuvo a raya a sus
enemigos y, desde el punto de vista político, lo convirtió en un gran Estado.
Pero no se canoniza a los hombres por semejantes actividades (si es que alguna
vez se canonizó formalmente a Ladislao, lo que parece dudoso), sino que se rinde
la debida veneración a su memoria por su vida privada y su trabajo por la
cristiandad.
Pasó la niñez y la
juventud en un ambiente cargado de intrigas políticas y dinásticas y, sin
modificaciones en el estado de cosas, Ladislao ocupó el trono de Hungría en el
año 1077. Inmediatamente fueron negados sus derechos reales por su hermanastro
Salomón, quien tomó las armas contra él; pero a fin de cuentas, el rey lo
derrotó en el campo de batalla. Se afirma que el joven monarca era un dechado
de gracias y que, desde temprana edad, dio muestras de poseer todas las
virtudes que deben adornar a un hidalgo y noble caballero. A una estatura
descomunal, que le permitía sacar la cabeza y hasta los hombros por encima de
cualquier muchedumbre, unía la fuerza de un toro y el valor de un león, pero
todos estos atributos estaban en él atenuados por una cortés afabilidad, y una
gentileza que conquistaba a todos inmediatamente. Su piedad, tan fervorosa como
bien equilibrada, se expresaba en su celo por la fe, en el escrupuloso cumplimiento
de sus deberes religiosos, en su estricta moral y en la austeridad de su vida.
Se había despojado de toda ambición personal y, sólo por su sentido de la
obligación, aceptada la dignidad que le habían echado sobre las espaldas. En
persecución de una política dictada por sus sentimientos religiosos y
patrióticos, Ladislao se vinculó estrechamente al Papa Gregorio VII y a los
otros oponentes del emperador Enrique IV de Alemania. Abrazó la causa del rival
de Enrique, Ruperto de Suabia, y se casó ron Adelaida, la hija del duque Welfo
de Baviera, el más poderoso de los aliados de Ruperto. Dentro del propio
territorio de Hungría el rey tuvo que soportar numerosas invasiones por parte
de los «kuman» y otras tribus, pero a todas las rechazó triunfalmente e hizo lo
más que pudo para atraer a los bárbaros a la civilización y al cristianismo; al
mismo tiempo, en su reino otorgó la libertad religiosa a los judíos y los
ismaelitas (mahometanos). A solicitud suya, la Santa Sede reconoció como dignos
de veneración al rey Esteban I, a su hijo Emeric,
así como a Gerardo,
el obispo mártir.
Ladislao gobernó con
mano firme, tanto en los asuntos civiles como en los eclesiásticos; así se puso
de manifiesto en el curso de la dieta de Szabolcs, y en el año 1091, cuando su
hermana Elena, la reina de los croatas, le pidió ayuda en contra de los asesinos
de su esposo, Ladislao en persona acudió a socorrerla, restableció el orden en
Croacia y estableció la sede de Zagreb. Cuando Elena murió sin haber tenido
hijos, Ladislao anexó Croacia a Hungría y Dalmacia a la República de Venecia,
no obstante las promesas y las amenazas del emperador de Constantinopla. Sin
embargo, el Papa Urbano II recurrió al Emperador en busca de apoyo para
organizar la primera Cruzada y, los reyes de Francia, España e Inglaterra,
eligieron a Ladislao como el comandante en jefe de la expedición. Pero no tuvo
ocasión de partir con los cruzados, porque la muerte le sorprendió
repentinamente en la ciudad de Nitra, en Bohemia, a principios del año 1095.
Sólo tenía cincuenta y cinco años de edad.
El cuerpo de San
Ladislao se llevó a Nagy Varad (Oradea Mare, en Transilvania) para sepultarlo
en la ciudad que había fundado y en la catedral que construyó. Desde el momento
de su muerte, se le honró como a un santo y a un héroe nacional. Sus proezas
dieron el tema para innumerables baladas, trovas y leyendas populares entre los
magiares. Sus reliquias fueron solemnemente guardadas en un santuario, en el
año 1192. En ese mismo año se afirma que fue canonizado por el papa Celestino
III (aunque no parece que se haya conservado la bula correspondiente).
En el Acta Sanctorum,
junio, vol. VII, los bolandistas imprimieron una serie de leyendas litúrgicas,
acompañadas de las acostumbradas disertaciones históricas. Probablemente sea
una fuente de información más digna de confianza, la biografía editada por S.
L. Edlicher, de su Rerum Hungaricarum Monumento Aspadiana (1849), pp. 235-244 y
324- 338.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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