Covid-19: o cooperamos o no tenemos futuro
2020-05-24
Una pregunta siempre presente en las búsquedas
humanas es: ¿cuál es nuestra esencia específica? La historia conoce
innumerables respuestas, pero la más contundente, convergencia de varias
ciencias contemporáneas como la nueva biología evolutiva, la genética, las
neurociencias, la psicología evolutiva, la cosmología, la ecología, la
fenomenología y otras, es esta: la cooperación.
Michael Tomasello, considerado genial en el área de la psicología
del desarrollo infantil de 1 a 3 años, sin intervención invasiva, reunió en un
volumen lo mejor de ese campo con el título: Por qué cooperamos (Warum
wir kooperieren, Berlín, Suhrkamp 2010). En su ensayo inicial afirma que la
esencia de lo humano está en el “altruismo” y la “cooperación”. «En el
altruismo uno se sacrifica por el otro. Es la em-patía. En la cooperación
muchos se unen para el bien común» (pág. 14).
Una de las especialistas principales en psicología y
evolución, de la Universidad de Stanford, Carol S. Dweck, afirma: «Más que la
excepcional grandeza de nuestro cerebro y más que nuestra inmensa capacidad de
pensar, nuestra naturaleza esencial es ésta: la aptitud para ser seres de
cooperación y de relación» (Por qué cooperamos, op. cit. 95).
Otra, especialista de la misma ciencia, famosa por sus
investigaciones empíricas, Elizabeth S. Spelke, de Harvard, afirma: nuestra
marca, por naturaleza, la que nos diferencia de cualquier otra especie
superior como los primates (de los cuales somos una bifurcación), es “nuestra
intencionalidad compartida” que propicia todas las formas de cooperación,
comunicación y participación en tareas y objetivos comunes” (op. cit.
112). Va pareja con el lenguaje, que es esencialmente social y cooperativo, un
rasgo específico de los humanos, tal como lo entienden los biólogos chilenos
Humberto Maturana y Francisco Varela.
Otro especialista –éste, neurobiólogo del conocido
Instituto Max Plank– Joachim Bauer, en su libro El gen cooperativo (Das
kooperative Gen, Hoffman und Campe, Hamburgo 2008), y especialmente en el
libro Principio-humanidad: por qué cooperamos por naturaleza (2006)
apoya la misma tesis: el ser humano es esencialmente un ser cooperativo. Refuta
rotundamente al zoólogo inglés Richard Dawkins, autor del libro El gen
egoísta (1976/2004). Y afirma que la tesis de este último «no tiene base
empírica ninguna; por el contrario, representa el correlato del capitalismo
dominante, al que parece así legitimar» (op. cit. 153). También critica
la superficialidad de otro libro suyo: El espejismo de Dios (2007).
Sin embargo, dice Bauer, está científicamente comprobado
que «los genes no son autónomos y de ninguna manera 'egoístas', sino que se
agregan con otros en las células de todo el organismo» (El gen cooperativo,
184). Y añade: «Todos los sistemas vivos se caracterizan por la cooperación
permanente y la comunicación molecular, hacia adentro y hacia fuera» (op.
cit. 183). Es notorio para la bioantropología que la especie humana dejó
atrás a los primates y se convirtió en ser humano cuando comenzó a recoger y a
comer lo que recogía de manera cooperativa.
Una de las tesis centrales de la física cuántica (W.
Heisenberg) y de la cosmogénesis (B. Swimme) consiste en afirmar la cooperación
y la relación de todos con todos. Todo está relacionado y nada existe fuera de
la relación. Todos cooperan unos con otros para coevolucionar. Tal vez la
formulación más bella la encontró el Papa Francisco en su encíclica Laudato
Sì, sobre el cuidado de la Casa Común: «Todo está relacionado, y todos
nosotros, los seres humanos, caminamos juntos como hermanos y hermanas, en una
maravillosa peregrinación... que nos une también, con tierno afecto, al hermano
Sol, a la hermana Luna, al hermano río y a la Madre Tierra» (nº 92).
Maurício Abdala, un brasileño, profesor de filosofía de la
ciencia en la UFES de Vitória, escribió un convincente libro El principio
cooperación, en línea con las reflexiones anteriores.
¿Por qué decimos todo esto? Para mostrar lo antinatural y
perverso que es el sistema imperante del capital con su individualismo y su
competición, sin ninguna cooperación. Es el que está llevando a la humanidad a
un fatal callejón sin salida. Con esta lógica, el coronavirus nos habría
contaminado y exterminado a todos. La cooperación y la solidaridad de todos con
todos es lo que nos está salvando.
De aquí en adelante tenemos que decidir si obedecemos a
nuestra naturaleza esencial, la cooperación, a nivel personal, local, regional,
nacional y mundial, cambiando nuestra forma de habitar la Casa Común, o
comenzamos a prepararnos para lo peor, por un camino sin retorno.
Si no escuchamos esta lección que la Covid-19 nos está
dando, y volvemos con más furia aún a lo de antes, para recuperar el atraso,
nos pondremos en la cuenta regresiva de una catástrofe todavía más letal.
¿Quién nos garantiza que no podrá ser el temido virus NBO (el Next
Big One, ¡el gordo!), aquel próximo y último virus avasallador e inatacable
que pondrá fin a nuestra especie? Grandes nombres de la ciencia como Jacquard,
de Duve, Rees, Lovelock y Chomsky entre otros, nos advierten sobre esta
emergencia trágica.
Sólo me queda recordar las últimas palabras del viejo
Martin Heidegger en su última entrevista a Der Spiegel, que sería
publicada 15 años después de su muerte, refiriéndose a la lógica suicida de
nuestro proyecto científico-técnico: “Nur noch ein Gott kann uns retten”
= “Sólo nos podrá salvar un Dios”.
Es lo que espero, y creo, pues Dios se ha revelado como “el
apasionado amante de la Vida” (Sabiduría 11,24).
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