domingo, 31 de mayo de 2020

Domingo de Pentecostés. Ciclo A (31.05.2020): Juan 20,19-23. El Aire es el Espíritu. Respiramos. y Domingo 27º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (31.05.2020): Hch 15,22-35 “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)


Paciente Leyente
Te llamaré así en esta presentación de los comentarios por esperar a salir por la puerta o por tener que aguardar a recuperarse. Para uno y otro paciente llega el aire. Porque si el aire no llega se deja de ser paciente. Así de sencillo. 
Sin aire no hay remedio que remedie, ni vacuna que sane, ni dolor que se acabe, ni muerte que no llegue. 
El aire es la vida, la realidad de nuestro mundo más gratuita, abundante y plena. Voy a tener que investigar de dónde viene el aire, dónde y cómo se genera. Seguramente que ya me lo explicaron detenidamente, pero se me olvidó retenerlo.
El aire es la vida y me dicen que tanto en hebreo como en griego los términos para nombrar al aire son femeninos. ¿Puedo decir, entonces, que el aire es una mujer? ¿Una brisa, una ráfaga? Por hablar que no quede. Puedo decir las opiniones de mis neuronas. El aire sopla donde quiere, como quiere, cuanto quiere... ¡Y siempre!
El aire es la vida. Me voy a quedar con esto. Me basta y sobra para esta fiesta. Pero me queda un poso y no deseo que repose siempre en el fondo del recipiente de mis adentros. ¿Por qué el aire no tiene para su celebración un sacramento, como el cuerpo, el agua o el pan? Me gusta escribirlo: el sacramento del aire. Sólo se necesita respirar. Ser consciente de respirar... Respirar es vivir, el aire es la vida. 
Ya se ha visto y leído que no hablo del ESPIRITU ni de la CONFIRMACIÓN por ser cosas o realidades o tradiciones de otros asuntos... ¡tan distintos y tan distantes de la vida y del aire! 
Los comentarios de Juan y de los Hechos los puedes leer a continuación. 

   
Domingo de Pentecostés. Ciclo A (31.05.2020): Juan 20,19-23.
El Aire es el Espíritu. Respiramos. Y lo escribo CONTIGO,

Después de actualizar el domingo pasado la memoria de ‘La Ascensión’, se nos propone año tras año la celebración de ‘Pentecostés’ o ‘Venida del Espíritu Santo’ y a la que voy a llamar, en otro lenguaje, ‘experiencia del aire’. Puede escribirlo cada cual como ‘aire’, ‘Aire’ o ‘AIRE’. La altura o bajura de las letras importa poco. En esta época de confinamiento mundial sabemos todos muy acertada y precisamente qué es ‘aire’ y qué significa ‘respirar’. ¿No es esto el E.S.?

Anticipada ya la pregunta, me invito a leer el relato que nos ofrece la liturgia católica en Pentecostés y que siempre y sin alteración alguna es Juan 20,19-23. Por ser ya el quinto año que dedico a comentar los textos del Evangelio de cada domingo, se comprenderá que sea ahora la quinta vez que comento este mensaje de Juan que tanto parece encantarle a la autoridad vaticana responsable del Culto. Los cuatro comentarios anteriores los escribí y compartí contigo en estas fechas: 15/05/2016, 04/06/2017, 20/05/2018 y 09/06/2019.

Seguramente que me repetiré más que el frío del cierzo o el rojo fuego de las amapolas de los campos de tantas tierras cultivadas o baldías. Los hechos que leemos en este relato de Juan no dicen absolutamente nada de ‘pentecostés’, nada que suceda cincuenta días después. Al contrario, para este Evangelista los hechos que se nos leen suceden “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana”  (Jn 20,19). ¿Por qué existen estas diferencias entre los Evangelistas?

Mi moderada intuición de lector crítico me dice que estos narradores no pretendieron describir ‘hechos’ de constatación material, sino contarnos ‘una experiencia compartida’. ¿Puedo añadir que se trata de ‘la experiencia compartida de respirar’ para luego poder comer, para luego crecer, para luego pensar, para luego decidir, para luego servir... ¡¡y amar!! (Jn 13)?

Con la libertad de saber que ‘no hay quinto malo’ (comentario, quiero decir) me dejo atrapar por esta sugerencia explícita del cuarto Evangelista: “Se presentó Jesús en medio de ellos... sopló sobre ellos y les dijo: recibid el espíritu santo...” (Jn 20,19.22).

Leo esto varias veces y me quedo colgado de las evocaciones que me despierta esta manera de contar de Juan. ¿Cómo voy a olvidar que este Juan habla de su Jesús como el YO SOY y aquí este Jesús sopla como se recuerda que JHVH-YOSOY sopló sobre aquella ‘adamá-arcilla’ modelada para que tuviera la vida de un viviente y... de todo viviente según Génesis  2,4-7?

Tanto JHVH-YOSOY como el JESÚS-YOSOY de este ‘cuarto Evangelio’ soplaron, airearon, metieron aire en los adentros de la arcilla original y de aquellos confinados por el ‘miedo a los judíos’ y tanto la arcilla como los confinados gritaron y comenzaron a respirar la vida que estaba en el aire. ¿En el aire? En el aire de los orígenes, en el aire de Israel, en el aire de Jesús de Nazaret, en el aire que airea la casa común de este mundo y de todos los seres vivientes.

Respirar es vivir. Pentecostés no es cincuenta días después, ni antes. Pentecostés es siempre. Y otro dato: este aire (este pneuma, en griego) es gratis, abundante y para todos. Y no tengo más espacio para el comentario. Dejo para el predicador el hablar del perdón de los pecados.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 27º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (31.05.2020): Hch 15,22-35
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

En el comentario anterior sugerí leer Hechos 15,1-35 como un relato completo y unitario. Y por ser tan extenso, literaria y teológicamente, consideré oportuno poderlo comentar en dos páginas. En la primera ya vimos cómo la ‘Asamblea de Jerusalén’ estudió el asunto de la conveniencia o no de que todo seguidor de Jesús de Nazaret debe, previamente, circuncidarse. Es decir, ser judío o hacerse judío debe ser una condición para llegar a ser un seguidor de Jesús. Estudiado el asunto se constata que en aquella Asamblea existían dos posturas bien diferenciadas, la puesta en boca de Pedro y la puesta en boca de Santiago. Así lo constatamos.

Ante esta doble opción se imponía tomar una decisión con sus consecuencias posteriores. El mensaje de esta decisión es el contenido de Hechos 15,22-35. Creo que el cronista Lucas nos lo relata en tres apartados perfectamente alineados en la secuencia del tiempo.

El primer apartado es Hechos 15,22-29: “Los apóstoles y los presbíteros acordaron...”  (15,22). Para el narrador Lucas debía de estar muy claro quiénes eran los apóstoles y los presbíteros.  Los apóstoles eran los DOCE (los Once y Matías). Pero, ¿estaba incluido Pedro, que abandonó y acabó de expresar su propuesta  ante el asunto? Pero, ¿quiénes y cuántos eran los presbíteros (los de más edad)? Cuando las mentes de cada siglo de la historia leyeron y leemos ahora estos datos, ¿siempre hemos interpretado lo mismo? Nunca existió una interpretación unánime.

¿Qué se acordó de manera unánime en esta representación de toda la Asamblea de Jerusalén? Según el narrador Lucas se tomaron dos decisiones. La primera fue encargar a Judas Barsabá y a Silas para acompañar a Pablo y Bernabé en su regreso a Antioquía de Siria con una carta escrita por los propios apóstoles y presbíteros. La segunda decisión es el texto de la carta y el mandato de que fueran  Silas y Judas quienes tuvieran que leer y comentar la carta en la iglesia de Antioquía. El texto explícito, diríamos entre nosotros, lo leemos en 15,23-29. Y recoge, casi en su totalidad, lo que Santiago había expresado públicamente en la Asamblea (15,19-20).

Hasta este momento de la lectura de Hechos ignoramos todo sobre la identidad de Judas y Silas. Suponemos que eran ‘presbíteros’ en la Iglesia de los DOCE. Sorprende que uno de ellos tenga como sobrenombre Barsabá (‘El hijo del sábado’). Me gustaría prestar atención a una de las expresiones de esta carta: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros”. Según esto, ¿el Espíritu Santo no aprobó la nítida propuesta de Pedro en la Asamblea? Esto es lo que yo leo.

El segundo apartado es Hechos 15,30-34. Silas y Judas cumplen con la responsabilidad que asumieron de llevar, leer, interpretar y entregar la carta que la Asamblea de Jerusalén les había confiado. Y de ambos, nos precisa Lucas aquí, se dice que eran ‘profetas’.  Creo que el sentido de ‘este ser profeta’ hay que buscarlo y comprenderlo en  1ª Corintios 14,1-4.

El tercer apartado es Hechos 15,35. Judas y Silas regresan a Jerusalén y a su iglesia de los DOCE. Pablo y Bernabé se quedan en Antioquía en su iglesia de los CINCO y se ignora por cuánto tiempo. Parece que todo está ya en su sitio y ordenado. Pero creo que estamos ante un arreglo aparente: para ser de Jesús no hace falta ‘ser o hacerse judío’ pero... ¡Siempre el pero!
Carmelo Bueno Heras

No hay comentarios:

Publicar un comentario