Evangelista
Nos lo creamos o no, tengo
el convencimiento de que toda persona lleva no sé si en los bolsillos de
sus vestidos o en los adentros de sus neuronas un evangelio, una buena noticia.
Soy consciente de que en multitud de ocasiones me cuesta 'ver' esa buena noticia
en mí, en las gentes de mi alrededor y en las personas en general. Y me
atrevo a reconocer que este mismo sentimiento lo constato en los libros que
caen en mis manos y me atrapan la atención. En cada uno de estos libros
encuentro siempre semillas despiertas del evangelio.
Los días de este 'desierto'
llamado 'quédate en casa' me han regalado este pensamiento 'inquietante' que he
leído entre las muchas páginas de una autobiografía lúcida, sincera e
inmensamente iluminadora.
Esta es la cita
textual:
Obedeciendo a una ley irrevocable,
la historia niega a los contemporáneos
la posibilidad de conocer en sus inicios
los grandes movimientos que determinan su época".
Toda mente curiosa encontrará
estas 'más' que palabras en la página 451 de 'El mundo de ayer. Memorias de un
europeo'. Este europeo era (siempre lo será ya) un judío austríaco llamado
Stefan Zweig. No es momento de hablar de él, sino de la fuerza escondida
en este kerigma, que es la síntesis, de su comprensión de nuestra propia humanidad
o inhumanidad. Merece la pena que cada cual nos leamos siete veces, es un
decir, este 'evangelio' constatado. Por eso me atrevo a seguir escribiendo en
esta presentación. Y me digo que...
Una persona conocida como
Jesús de Nazaret pasó su vida, unos treinta años, en su tierra tanto del
norte como del sur (Galilea-Judea), tanto del campo como de la ciudad
(Nazaret-Jerusalén), tanto judía como extranjera (Israel-Roma)... Fue, ¿un
campesino?, ¿un 'tekton' griego o 'chapuzas ilustrado', como su padre
José?, ¿un predicador ambulante?, ¿un hacedor del bien?, ¿un profeta?, ¿un
visionario?, ¿un blasfemo religioso?, ¿un agitador político?... Lo que está muy
claro es que nadie de sus contemporáneos le vio como un DIOS, semejante al
Yavé-YOSOY de Israel o al Ra de Egipto a al Zeus de Atenas o al Júpiter de
la Roma Capitolina.
Con este hombre llamado Jesús
de Nazaret, tal vez sin él pretenderlo en sus palabras y en sus hechos, se
inició un gran movimiento que desde entonces 'se sigue moviendo...' ¡y tanto!
Hasta nuestros días... Los propios
seguidores de aquel Jesús le abandonaron en el tramo final de su desvivimiento en esta vida. Y más de cincuenta años después,
los seguidores de los seguidores -como el autor del Evangelio de Juan- se
atreven a hablar de él, de Él, de ÉL igualándolo a DIOS, el único y verdadero DIOS. Creo que
esto es lo que leemos en 'el cuarto Evangelio' y en el texto de la liturgia del
domingo día diez de mayo.
Leemos este texto en medio de
esta 'contaminación mundial' de la que estamos siendo conscientes nosotros, a
nuestra manera, pero sobre todo comprenderán este 'nuevo caos programado'
quienes vienen detrás, desde los adolescentes de hoy hasta los niños que
empezarán a respirar en breve... ¿Será un Mundial Orden Nuevo (MON)? Como ya lo escribí en otra no lejana presentación,
para ti y para mí es un evangelio vivo "entrenar la mente para ver lo
bueno de cada situación". Y espero que esto valga ya como presentación de
los comentarios. Si no fuera así, ya sabes cómo borrar estas opiniones.
Encuentras a continuación los
comentarios del relato de Juan y de los Hechos.
Domingo 5º de Pascua. Ciclo A (10.05.2020): Juan 14,1-12.
Tú y yo somos Camino, Amor, Dios... Lo escribo CONTIGO,
Leo bien la cita del texto evangélico para este domingo
quinto ya del tiempo llamado de la Pascua: Juan 14,1-12. El domingo
pasado nos propusieron la lectura de Juan 10,1-10. ¿Podrán las personas de la
celebración hacerse una mediana idea de quién es, qué hace o dice este Jesús de
Nazaret del Evangelista Juan? ¡Qué manera tan manipuladora del leer un
Evangelio!
Me tomo ahora la molestia de recordar dos expresiones que
escribí en el comentario del domingo anterior. Este Evangelista nos escribía
hace una semana que su Jesús de Nazaret les decía a las autoridades de la
Religión de Israel esto: ‘Yo soy la puerta... Yo soy el Pastor’. Esto
sucedía en el final de la fiesta de las Tiendas, la fiesta del Templo y de
Jerusalén.
En este nuevo domingo, el texto que leemos en Juan nos vuelve
a poner en boca de Jesús esta otra expresión que se suele citar en los escritos
de espiritualidad católica venga o no a cuento de lo que se esté hablando: “Yo
soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14,6-7). Esto sucedía en la larga
sobremesa de la fiesta de la Pascua donde se había, según este único Evangelio,
lavado los pies y se acababa de proclamar el único mandamiento de la
evangelización de este Jesús: “En esto conocerán todos que sois mis
seguidores: si os amáis unos a otros” (Jn 13,35).
Parece ser que la propuesta de este Jesús, galileo y laico,
no ha caído nada bien en los adentros de los comensales de la cena, ya sean
hombres o mujeres. Por esta razón uno tras otro se irán atreviendo a preguntar
a Jesús sus incomprensiones. El primero será Simón Pedro (Jn 13,36), luego
Tomás (Jn 14,5), después Felipe (14,8), más tarde Judas (Jn 14,22). Según el
relato del Evangelista, María Magdalena y las demás mujeres permanecen
calladas. Escuchan.
Esta narración de la cena y sobrecena de la Pascua de Jesús
con los suyos se asemeja a las narraciones griegas de los llamados ‘simposios’
(‘mientras comemos con’). Ningún otro Evangelista nos ha contado una última
cena de Jesús con estas características. ¡Muy curioso!
¿Existió en la realidad del año treinta (años más o menos) de
nuestra historia una cena de Jesús con los suyos como nos la ha contado el
cuarto Evangelio en alguno de los años de la década final de este siglo
primero? Lo más probable es que una cena así sólo existió, con todo el lujo de
gestos y de palabras, en la mente creativa del Evangelista que tuvo la osadía
de equiparar, igualar, identificar a su Jesús de Nazaret con el propio
Yavé-Dios-YOSOY del credo y de la religión de su pueblo Israel. Este
Evangelista, ¿resucitó a Jesús como su Dios? Eso parece.
Por si esto no fuera ya una manifiesta blasfemia para la
religiosidad judía, este cuarto Evangelio lleva su atrevimiento más lejos aún y
se atreve a anunciar explícitamente a sus lectores que este YO SOY que
identifica a su Jesús con Yavé-Dios es también cada uno de nosotros. Tú y yo y
todo ser humano es también otro ‘YO SOY camino’, otro ‘YO SOY verdad’, otro ‘YO
SOY vida’..., otro ‘YO SOY Dios’. Y Juan precisa aquí que este Dios es PADRE
(Jn 14,1).
En mis adentros siento que lo debo escribir porque ya está
dicho en este simposio de Juan, tú y yo somos el ‘YO SOY amor’ que es como
decir ‘YO SOY dios’. El amor es dios. Dios es amor.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 24º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (10.05.2020): Hch 14,8-20.
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Seguimos acompañando a Bernabé y Pablo que tuvieron que huir
de Iconio porque corría serio peligro su integridad personal. ¿No iban
anunciando una buena noticia? Sin olvidarme de esta pregunta sigo el viaje por
las tierras ocupadas por Roma en la región de Licaonia y en una de sus ciudades
llamada Listra, según me va descubriendo el texto: “Había en Listra un
hombre lisiado y cojo de nacimiento, que nunca había podido andar” (Hch
14,8). Es sencillo visualizarlo.
Los lectores habituales de los relatos de Lucas ya estamos
imaginando la curación completa de este hombre tan deshumanizado por la
enfermedad desde su nacimiento. Los tres versículos siguientes nos lo
constatan. Tan sorprendente es este ‘milagro de curación física’ como el obrado
por Pedro y Juan en la Puerta Hermosa (Hch 3,1-10) y como el realizado por el
propio Jesús de Nazaret un sábado y en la sinagoga (Lc 6,6-11). Y semejante
también al poder de hacer milagros que Yavé-Dios de Israel concede a Moisés
(Éxodo 4,1-9). ¿Milagros? Símbolos.
Después de esta ‘puesta en escena’ de Bernabé y Pablo, ¿a
quién puede extrañar la reacción de las gentes de Listra, desde la autoridad
hasta el más pequeño de los habitantes?: “A Bernabé lo llamaban Zeus y a
Pablo, Hermes, porque se encargaba de hablar” (Hch 14,12).
Entonces y aquí es cuando el narrador vuelve a sintetizar el
contenido del mensaje de estos evangelizadores en tierra de gentiles: “Nosotros
os predicamos el Evangelio para que dejéis los dioses falsos y os convirtáis al
dios vivo que hizo el cielo, la tierra y el mar y todo cuanto contienen” (Hch
14,15). ¡Ni una sola palabra sobre la persona y mensaje de Jesús de Nazaret!
Quiero pensar que nuestro narrador Lucas no pone en boca de
sus evangelizadores nada sobre la persona del judío y laico de Galilea llamado
Jesús de Nazaret por tratarse de un poblado gentil, griego y pagano. Y aún así
me persigue otra duda cuando releo despacio que aquellas gentes hablaban ‘la
lengua de Licaonia’ (14,11). ¿En qué lengua común llegaron a entenderse unos y
otros? Y, ¿cuánto tiempo pasaron los evangelizadores hasta conseguir reunir una
pequeña iglesia de creyentes con unas mínimas garantías de permanencia?
Y estas dudas se me acrecientan aún más cuando se acaba la
lectura de lo acontecido en esta tierra de Listra. Dice el narrador que “llegaron
unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la gente de Listra y
apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad medio muerto. Los
discípulos se ocuparon de él, se levantó y volvieron a la ciudad” (Hch
14,18-20). De Bernabé ni una palabra. A mí me sorprende. Por ahora sólo tomo
nota.
Con esta información, dramática cuando menos, acaba la tarea
evangelizadora fuera de las tierras de Judea, Samaría y Galilea, como había
sugerido el Resucitado en la primera aparición que se nos contó en el comienzo
de esta crónica (Hch 1,8). Además de la iglesia o grupo de los DOCE, de los
SIETE, de la CASA DE MARÍA y de los CINCO, Lucas nos ha contado a su manera la
presencia de grupos o iglesias en tierras de judíos alejadas de Israel y
en pueblos de paganos. Hasta este momento del relato, el viaje de ida de
los evangelizadores. Nos queda aún leer cómo fue el regreso a la iglesia de los
CINCO y cómo se valoró esta primera evangelización.
Carmelo Bueno Heras
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