domingo, 17 de mayo de 2020

Domingo 6º de Pascua. Ciclo A (17.05.2020): Juan 14,15-21. Amaos unos a otros. Y nada más. y Domingo 25º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (17.05.2020): Hch 14,20b-28. “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

El dios de mi credo

¿Cómo te llamas? ¿Quién eres? ¿Te importa saberlo? Yo soy quien sea. Siempre estaré contigo. Dentro de ti. ¿Soy quien tú quieras que sea? Probablemente. Y nada más. Así me entiendo yo cuando leo Éxodo 3,14-16.
Preséntanos al Padre, pidió un tal Felipe de los Doce a Jesús de Nazaret según el cuarto Evangelista. Leo exclusivamente en Juan 14,8. ¿Y la respuesta? Tú me ha visto a mí, tú has visto al Padre. ¿El otro es ‘dios’ para mí? Sí. ¿El otro es ‘padre-madre’ para mí? Sí.
¿Por qué así? Porque nada ni nadie es más importante que cada persona.

Esta mi confesión transcrita en cien palabras nace de la lectura del texto evangélico de este domingo 17 de mayo y del domingo anterior, 10 de mayo. Los comentarios correspondientes a los relatos de este domingo 17 de mayo los encuentras, como siempre, a continuación. 

Domingo 6º de Pascua. Ciclo A (17.05.2020): Juan 14,15-21.
Amaos unos a otros. Y nada más. Así lo escribo CONTIGO,

En la primera línea de esta página se nos informa de que estamos en la sexta semana del tiempo de pascua. Seis semanas ya desde aquel ‘primer día’ después de la fiesta de Pascua de la que nos dejó constatación escrita el Evangelista Juan. Y ahora, los responsables de las lecturas del Evangelio en la liturgia nos proponen, como el domingo pasado, un relato de la sobrecena de la pascua judía de Jesús y sus seguidores en el Cenáculo de Jerusalén (Jn 14,15-21). Un nuevo despropósito, me digo. ¿Podremos así entender el mensaje de este Evangelista?

Volveré a decirlo: esta pedagogía de la liturgia eucarística se sirve del Evangelio al que llega incluso a manipular, tal vez, por ignorancia. La liturgia se sirve, o aprovecha, del Evangelio para sus propios intereses. Y lo expreso así porque debe entenderse que todo texto dice lo que dice siempre dentro del contexto en el que se escribe. Sólo así podrá ser luz para otros contextos.

Escribo esto después de leerme un largo texto sobre la realidad del Covid-19 y su presencia en la vida cuaresmal de la Iglesia y de su liturgia: ‘Ánimo, no tengáis miedo’(Mc 6,50) (Carta a todas las mujeres y hombres viri-coronables).  Pliego de Vida Nueva 3170. La carta es muy sugerente y nada despreciable, pero en ningún momento se comenta nada a propósito de la cita expresa de Marcos. Ni una leve alusión. A la mente creadora del Evangelio le han robado la expresión sin detenerse a contemplar la luz de su mensaje. No se lo explican mis neuronas.  

Lo lamento mucho en esta ocasión, José Ignacio González Faus, teólogo y jesuita, que sabes de la centralidad de cada uno de los libros de la Biblia en las reflexiones de los servidores del Evangelio. Este silencio en tu documento no me lo puedo callar, porque no me ha dejado saborear en paz lo que has escrito. Al evangelizar, ¿no debe tratarse a la Biblia con más cariño?

Al comentar ahora el relato de Juan 14,15-21 me recuerdo que se trata de una de las teselas del mosaico de este simposio elaborado por su narrador en el capítulo decimotercero y decimocuarto del cuarto Evangelio. Y con más precisión, estas palabras que se le ponen en boca a Jesús de Nazaret están dirigidas a Felipe (14,8) que le preguntó explícitamente por ‘el Padre’: “Preséntanos al Padre” (14,8). ¡Qué atrevimiento, desear ver al Padre nuestro!

En este impresionante mosaico del simposio de Juan atrae y atrapa mi atención la tesela del único mandamiento de aquel Jesús de Galilea. Ella es la luz que todo lo ilumina en este mensaje tan sencillo como plenamente humano y humanizador. Un mandamiento que lo escribe dos veces para que nunca nadie lo malinterprete: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos (amigos, de Jesús, seguidores, cristianos, personas, humanos, mujeres, varones), si os amáis unos a otros” (Jn 13,35). Es el único mandamiento de este Jesús. Toda su religión.

¿Quién es el Padre? Sea quien sea o esté donde esté, sólo se le comprenderá o se le verá si os amáis unos a otros. ¿Quién es Jesús? Sea quien sea y esté donde esté, sólo se le comprenderá  o se le verá si os amáis unos a otros. ¿Quién es el Espíritu? Sea quien sea y esté donde esté, sólo se le comprenderá o se le verá si os amáis unos a otros. Esto que acabo de escribir y que acabas de leer, ¿no es una manera de expresar el mismo mensaje de Jn 14,15-21? Así lo creo.
  
Domingo 25º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (17.05.2020): Hch 14,20b-28.
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

Ahora ya sí, Lucas nos cuenta el final de este primer viaje. Pero antes, me permito comentar un apunte a propósito de una palabra del último verso del texto de Hechos que comenté la semana pasada. Me refiero a la expresión ‘se levantó’ (Hch 14,20). Se refiere a ‘Pablo se levantó’. El término en griego de esta forma verbal puede también traducirse a nuestra lengua como ‘resucitó’. Así lo hace este cronista en su Evangelio al hablar del resucitado Jesús (Lc 24). ¿Podría traducirse ‘Pablo resucitó’? Uno nunca sabe qué pasaba por la mente del narrador.

“Al día siguiente salió con Bernabé para Derbe” (Hch 14,20b). Siguen en tierras de la región de Licaonia y se nos informa de que en Derbe también evangelizaron y dejaron establecida una nueva iglesia. Más escueto, imposible.

La continuación del relato en Hechos 14,21-23 también nos manifiesta esa misma técnica narrativa que utiliza tan pocos elementos para contar una inmensidad inabarcable de mensaje. Se nos cuenta aquí el viaje de regreso: Derbe, Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia. Pablo y Bernabé visitan los grupos de seguidores en cada ciudad y tratan de asegurar la organización interna de cada una de estas cuatro pequeñas iglesias. Lucas menciona aquí dos cuestiones que no comenta, pero que son de capital importancia: El Reino de Dios y los presbíteros.

En Hch 14,24-26 se condensa la narración de la larguísima etapa que recorren Pablo y Bernabé desde el Asia Menor y sus tierras de Pisidia, Panfilia, Perge y Atalía para embarcarse y llegar a Antioquía de Siria, en donde habían iniciado el viaje. Parece ser que en este regreso no pasan por la isla de Chipre. ¿Les preocupó, tal vez, tener que explicar la ausencia de Juan Marcos?

“Al llegar a Antioquía reunieron a la iglesia, les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los discípulos” (Hch 14,27-28).

Aquí se acaba el decimocuarto capítulo del Libro de los Hechos y, según lo anunciado por el propio Lucas desde el capítulo primero, también podría haberse acabado el Libro. Ya ha quedado cumplido y contado el proyecto evangelizador que, partiendo de Jerusalén, se ha extendido por Judea, Samaría y hasta las tierras de los gentiles en los confines del mundo (Hechos 1,4-8). Incluso se ha cumplido ya lo anunciado a Ananías sobre Saulo en Hch 9,8-16.

En este momento de la narración de Lucas estimo oportuno pararme a constatar la pluralidad de grupos, comunidades, iglesias o como se les desee llamar a cuantas personas integran este ‘movimiento de seguidores’ del laico y galileo Jesús de Nazaret: el grupo de los DOCE, el grupo de los SIETE y los grupos que de ellos surgieron al abandonar Jerusalén por la muerte de Esteban, el grupo de la CASA DE MARÍA con otras mujeres, el grupo de los CINCO de la ciudad de Antioquía de Siria y desde ella los grupos de Chipre y de Así Menor, Antioquía, Iconio, Listra y Derbe. Junto a esta pluralidad de grupos dentro del mismo movimiento debo recordar que Lucas me citó a hombres y mujeres como: Pedro, Juan, Santiago, Bernabé, Esteban, Felipe, Ananías, Saulo-Pablo, Cornelio, Rosa, María, Juan Marcos, Ágabo... ¡Toda una sana pluralidad!
Carmelo Bueno Heras

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