El dios de mi credo
¿Cómo te llamas?
¿Quién eres? ¿Te importa saberlo? Yo soy quien sea. Siempre estaré contigo.
Dentro de ti. ¿Soy quien tú quieras que sea? Probablemente. Y nada más. Así me
entiendo yo cuando leo Éxodo 3,14-16.
Preséntanos al
Padre, pidió un tal Felipe de los Doce a Jesús de Nazaret según el cuarto
Evangelista. Leo exclusivamente en Juan 14,8. ¿Y la respuesta? Tú me ha visto a
mí, tú has visto al Padre. ¿El otro es ‘dios’ para mí? Sí. ¿El otro es
‘padre-madre’ para mí? Sí.
¿Por qué así?
Porque nada ni nadie es más importante que cada persona.
Esta mi
confesión transcrita en cien palabras nace de la lectura del texto evangélico
de este domingo 17 de mayo y del domingo anterior, 10 de mayo. Los comentarios
correspondientes a los relatos de este domingo 17 de mayo los encuentras, como
siempre, a continuación.
Domingo 6º de Pascua. Ciclo A (17.05.2020): Juan 14,15-21.
Amaos unos a otros. Y nada más. Así
lo escribo CONTIGO,
En la primera línea de esta página se nos informa
de que estamos en la sexta semana del tiempo de pascua. Seis semanas ya desde
aquel ‘primer día’ después de la fiesta de Pascua de la que nos dejó
constatación escrita el Evangelista Juan. Y ahora, los responsables de las
lecturas del Evangelio en la liturgia nos proponen, como el domingo pasado, un
relato de la sobrecena de la pascua judía de Jesús y sus seguidores en el
Cenáculo de Jerusalén (Jn 14,15-21). Un nuevo despropósito, me digo. ¿Podremos
así entender el mensaje de este Evangelista?
Volveré a decirlo: esta pedagogía de la liturgia
eucarística se sirve del Evangelio al que llega incluso a manipular, tal vez,
por ignorancia. La liturgia se sirve, o aprovecha, del Evangelio para sus
propios intereses. Y lo expreso así porque debe entenderse que todo texto dice
lo que dice siempre dentro del contexto en el que se escribe. Sólo así podrá
ser luz para otros contextos.
Escribo esto después de leerme un largo texto
sobre la realidad del Covid-19 y su presencia en la vida cuaresmal de la
Iglesia y de su liturgia: ‘Ánimo, no tengáis miedo’(Mc 6,50) (Carta a todas
las mujeres y hombres viri-coronables). Pliego de Vida Nueva 3170. La
carta es muy sugerente y nada despreciable, pero en ningún momento se comenta
nada a propósito de la cita expresa de Marcos. Ni una leve alusión. A la mente
creadora del Evangelio le han robado la expresión sin detenerse a contemplar la
luz de su mensaje. No se lo explican mis neuronas.
Lo lamento mucho en esta ocasión, José Ignacio
González Faus, teólogo y jesuita, que sabes de la centralidad de cada uno de
los libros de la Biblia en las reflexiones de los servidores del Evangelio.
Este silencio en tu documento no me lo puedo callar, porque no me ha dejado
saborear en paz lo que has escrito. Al evangelizar, ¿no debe tratarse a la
Biblia con más cariño?
Al comentar ahora el relato de Juan 14,15-21
me recuerdo que se trata de una de las teselas del mosaico de este simposio
elaborado por su narrador en el capítulo decimotercero y decimocuarto del
cuarto Evangelio. Y con más precisión, estas palabras que se le ponen en boca a
Jesús de Nazaret están dirigidas a Felipe (14,8) que le preguntó explícitamente
por ‘el Padre’: “Preséntanos al Padre” (14,8). ¡Qué atrevimiento, desear
ver al Padre nuestro!
En este impresionante mosaico del simposio de
Juan atrae y atrapa mi atención la tesela del único mandamiento de aquel Jesús
de Galilea. Ella es la luz que todo lo ilumina en este mensaje tan sencillo
como plenamente humano y humanizador. Un mandamiento que lo escribe dos veces
para que nunca nadie lo malinterprete: “En esto conocerán todos que sois mis
discípulos (amigos, de Jesús, seguidores, cristianos, personas, humanos,
mujeres, varones), si os amáis unos a otros” (Jn 13,35). Es el único
mandamiento de este Jesús. Toda su religión.
¿Quién es el Padre? Sea quien sea o esté
donde esté, sólo se le comprenderá o se le verá si os amáis unos a otros.
¿Quién es Jesús? Sea quien sea y esté donde esté, sólo se le
comprenderá o se le verá si os amáis unos a otros. ¿Quién es el
Espíritu? Sea quien sea y esté donde esté, sólo se le comprenderá o se le
verá si os amáis unos a otros. Esto que acabo de escribir y que acabas de leer,
¿no es una manera de expresar el mismo mensaje de Jn 14,15-21? Así lo
creo.
Domingo 25º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’
(17.05.2020): Hch 14,20b-28.
“Ellos sí escucharán” (Hechos
28,28-29)
Ahora ya sí, Lucas nos cuenta el final de este
primer viaje. Pero antes, me permito comentar un apunte a propósito de una
palabra del último verso del texto de Hechos que comenté la semana pasada. Me
refiero a la expresión ‘se levantó’ (Hch 14,20). Se refiere a ‘Pablo se
levantó’. El término en griego de esta forma verbal puede también traducirse a
nuestra lengua como ‘resucitó’. Así lo hace este cronista en su Evangelio al
hablar del resucitado Jesús (Lc 24). ¿Podría traducirse ‘Pablo resucitó’? Uno
nunca sabe qué pasaba por la mente del narrador.
“Al día siguiente salió con Bernabé para
Derbe” (Hch 14,20b). Siguen en tierras de la región de
Licaonia y se nos informa de que en Derbe también evangelizaron y dejaron
establecida una nueva iglesia. Más escueto, imposible.
La continuación del relato en Hechos 14,21-23
también nos manifiesta esa misma técnica narrativa que utiliza tan pocos
elementos para contar una inmensidad inabarcable de mensaje. Se nos cuenta aquí
el viaje de regreso: Derbe, Listra, Iconio y Antioquía de Pisidia. Pablo y
Bernabé visitan los grupos de seguidores en cada ciudad y tratan de asegurar la
organización interna de cada una de estas cuatro pequeñas iglesias. Lucas
menciona aquí dos cuestiones que no comenta, pero que son de capital
importancia: El Reino de Dios y los presbíteros.
En Hch 14,24-26 se condensa la narración
de la larguísima etapa que recorren Pablo y Bernabé desde el Asia Menor y sus
tierras de Pisidia, Panfilia, Perge y Atalía para embarcarse y llegar a
Antioquía de Siria, en donde habían iniciado el viaje. Parece ser que en este
regreso no pasan por la isla de Chipre. ¿Les preocupó, tal vez, tener que
explicar la ausencia de Juan Marcos?
“Al llegar a Antioquía reunieron a la iglesia,
les contaron lo que Dios había hecho por medio de ellos y cómo había abierto a
los gentiles la puerta de la fe. Se quedaron allí bastante tiempo con los
discípulos” (Hch 14,27-28).
Aquí se acaba el decimocuarto capítulo del Libro
de los Hechos y, según lo anunciado por el propio Lucas desde el capítulo
primero, también podría haberse acabado el Libro. Ya ha quedado cumplido y
contado el proyecto evangelizador que, partiendo de Jerusalén, se ha extendido
por Judea, Samaría y hasta las tierras de los gentiles en los confines del mundo
(Hechos 1,4-8). Incluso se ha cumplido ya lo anunciado a Ananías sobre Saulo en
Hch 9,8-16.
En este momento de la narración de Lucas estimo
oportuno pararme a constatar la pluralidad de grupos, comunidades,
iglesias o como se les desee llamar a cuantas personas integran este
‘movimiento de seguidores’ del laico y galileo Jesús de Nazaret: el grupo de
los DOCE, el grupo de los SIETE y los grupos que de ellos surgieron al
abandonar Jerusalén por la muerte de Esteban, el grupo de la CASA DE MARÍA con
otras mujeres, el grupo de los CINCO de la ciudad de Antioquía de Siria y desde
ella los grupos de Chipre y de Así Menor, Antioquía, Iconio, Listra y Derbe.
Junto a esta pluralidad de grupos dentro del mismo movimiento debo recordar que
Lucas me citó a hombres y mujeres como: Pedro, Juan, Santiago, Bernabé,
Esteban, Felipe, Ananías, Saulo-Pablo, Cornelio, Rosa, María, Juan Marcos,
Ágabo... ¡Toda una sana pluralidad!
Carmelo Bueno Heras
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