Beata María Teresa de San José Tauscher, virgen y fundadora
fecha: 20 de septiembre
n.: 1855 - †: 1938 - país: Países Bajos
canonización: B: Benedicto XVI 13 may 2006
hagiografía: Vaticano
n.: 1855 - †: 1938 - país: Países Bajos
canonización: B: Benedicto XVI 13 may 2006
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Sittard, Paises Bajos, beata
María Teresa de San José (Ana Maria) Tauscher, virgen y fundadora de las
Hermanas Carmelitas del Divino Corazón de Jesús.
Nació en Sandow (Brandenburgo, hoy
Polonia), el 19 de junio de 1855. Su padre era pastor luterano, y su madre,
aunque era luterana, sentía un gran amor por la santísima Virgen, por lo cual,
el 24 de julio, cuando su hija fue bautizada, le puso el nombre de Ana María.
Administró el bautismo su abuelo paterno, también pastor luterano. Su infancia
transcurrió de modo feliz y despreocupado, con su madre, a quien amaba
tiernamente, y con su padre, que le dedicaba los ratos libres de su ministerio.
En mayo de 1862 su padre fue nombrado superintendente en Arnswalde, a donde se
mudó con la familia, que mientras tanto había aumentado con el nacimiento de
otras dos niñas: Lisa y Magdalena.
En aquel ambiente tan diverso, Ana María
comenzó una vida nueva, ya no en la soledad del campo, sino en el movimiento de
una gran casa parroquial, donde su padre y su madre se dedicaban con gran
empeño a las diversas actividades pastorales y caritativas. En efecto, su
madre, acompañada por ella, reunía a los niños para el catecismo y visitaba a
los pobres y a los enfermos. Así se suscitó en Ana María un gran amor al
prójimo, especialmente a los más necesitados.
En 1865 su padre fue trasladado a Berlín.
Allí Ana María comenzó a sentirse mal, por lo cual tuvo que dejar la escuela, a
la que volvió después con mucho esfuerzo. A causa de su delicada salud y con
vistas a los estudios, en 1870 sus padres decidieron enviarla, con su hermana
Lisa, a un colegio para niñas de los Hermanos Moravos, también protestantes,
situado en el campo. Entre ellos había personas muy devotas y en Ana María
surgió el deseo de una completa consagración a Dios. El aire sano la ayudó a
restablecerse pronto, y en contacto con la naturaleza su temperamento tímido
fue abriéndose más.
Durante la Pascua de 1872 su padre la hizo
volver a casa para que recibiera la Confirmación. Fue para ella una gran
prueba, porque se sentía cada vez más alejada del luteranismo. En algunas
ocasiones, incluso en el colegio para niñas, no había querido decir a qué
religión pertenecía, declarando que seguía una suya propia. En discusiones con
pastores protestantes que frecuentaban a su familia, se comentó que su manera
de razonar era más católica que protestante.
Pasó el verano de 1873 en casa de sus
abuelos. En esa circunstancia recibió una propuesta de matrimonio, que rechazó
inmediatamente, afrontando con firmeza la ira de su abuelo, al que, por lo
demás, amaba mucho. En 1874 murió su madre, que sólo tenía 45 años de edad, y
Ana María, quebrantada por el dolor, tuvo que hacerse cargo de la familia.
Cinco años después, su padre volvió a casarse, y la eximió de esa
responsabilidad. Así, pudo finalmente realizar el deseo que cultivaba desde
hacía mucho tiempo: constituir una asociación de señoritas que se dedicaran a
diversas labores manuales, para después venderlas y así ayudar a las misiones.
Para ofrecer a Dios un gran sacrificio,
aceptó en Colonia el cargo de directora del manicomio de la ciudad. En medio de
las duras pruebas derivadas del contacto con los enfermos mentales, recibió la
gracia de Dios de adherirse a la fe católica. Fue acogida oficialmente en la
Iglesia católica el 30 de octubre de 1888. Cada vez sentía más intensamente el
deseo de consagrarse completamente a Dios. Después de leer el libro de la
autobiografía de santa Teresa de Jesús, se orientó hacia el Carmelo, pero su
confesor le dijo que no era ese su camino. Con el tiempo vio claramente que
Dios la llamaba a fundar una congregación que, impregnada del espíritu
carmelitano de oración y reparación, se dedicara a la asistencia a los niños
huérfanos, pobres y abandonados: las Carmelitas del Divino Corazón de Jesús.
En su autobiografía narra los grandes
sufrimientos que afrontó al inicio de la Congregación. Expulsada de la casa
paterna, así como de Alemania, donde el cardenal Kopp le negó la autorización
de llevar el hábito religioso, anduvo errante de un país a otro, hasta que
llegó a Rocca di Papa, cerca de Roma, donde en junio de 1904 el cardenal
Satolli le dio permiso de conseguir una vieja casa, que llamó: el Carmelo del
Divino Corazón de Jesús. Allí, el 3 de enero de 1906, la madre y sus primeras
compañeras emitieron los primeros votos religiosos válidos según el derecho
canónico.
Pasada la tribulación, le fue permitido
volver a Alemania, donde se habían multiplicado sus obras, llamadas «Casas de
San José». En 1912 partió para América para fundar allí el Carmelo del Divino
Corazón de Jesús. Mientras se ocupaba de las nuevas fundaciones, estalló en
Europa la primera guerra mundial y la casa madre de Rocca di Papa fue
expropiada por el Gobierno italiano por ser «propiedad alemana». Cuando volvió
de América, en 1920, tuvo que buscar una nueva casa madre. La encontró en
Sittard, Países Bajos. Allí pasó los últimos años de su vida. A causa de su deteriorada
salud ya no podía viajar. Se dedicaba a la formación espiritual de sus
religiosas y a la consolidación de la Congregación, elaborando las
Constituciones. Murió santamente el 20 de septiembre de 1938, y fue beatificada
el 13 de mayo de 2006.
fuente: Vaticano
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