domingo, 15 de marzo de 2020

Domingo 3º de Cuaresma A (15.03.2020): Juan 4,5-42 (Los maridos de la samaritana tienen nombre propio) y Domingo 16º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (15.03.2020): Hch 10,19-48 ( “Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)).


Hoy voy a comenzar por citarme. Tal cual y así de claro. Que cada lector valore el dato como mejor le siente en sus adentros. El título que vas a leer como 'frontis' del primer comentario del Evangelio, del relato del Evangelio que se nos propone para este domingo tercero de la Cuaresma, ese título me pertenece y está publicado en una revista de unos cinco mil ejemplares de tirada en su día y de unos tres mil en la actualidad. 'Los maridos de la samaritana tienen nombre propio' está publicado en la penúltima página de Educar hoy, del mes de marzo del año 1991. Casi treinta años. Esos cinco nombres nunca me los he aprendido de memoria y eso que sólo son cinco. Cuando alguien me los pregunta siempre le digo lo mismo: se me han olvidado, pero los puedes encontrar en tal sitio. Vete, busca y lee. Cuando leas el comentario de ese evangelio tan conocido de 'La samaritana" constatarás la identidad de los nombres de los maridos y a partir de ese dato puedes hilvanar tu propio comentario interpretativo. Sólo quiero decirte que en ese diálogo de Jesús y la samaritana se llega a un punto de encuentro revolucionario. Tan revolucionario que aún sigue siendo un motivo de búsqueda y de encuentro, de trabajo compartido. El Jesús de Nazaret y la mujer samaritana del Evangelio de Juan llegan a la conclusión de que no se necesita ni templo ni religión ni sacerdocio, ni liturgias, ni tradiciones... No hay otra religión que la del abrazo, que la del amarse unos a otros.
Cuando escribo esta presentación reconozco que estamos en días de esa 'reivindicación del lugar de la mujer en la iglesia, el asunto del sacerdocio, la cuestión de la eucaristía que se empeña en consagrar de tal modo o manera, y... el no menos importante asunto de 'la mujer trabajadora'. El Jesús de Juan y su mujer de Samaría lo arreglaron en una mañana de encuentro junto a un pozo con agua y con un abrazo, inmenso, entrañable, sacramental y plenamente humano. Más de uno de los lectores afirmará que el hecho así nunca tuvo lugar. Pero nunca dejaré de preguntarme por qué nos lo escribió así aquel cronista de Jesús que se llamaba Juan y que nunca fue aquel discípulo del propio Jesús y con el mismo nombre. ¿Que me quiso contar este narrador creyente de su Jesús de Nazaret que nos habla aquí, junto al pozo de Samaría, de un laico de Galilea 'que pasa de toda expresión o tradición o institucionalización religiosa que no sea la de humanizarse como personas para saborear el gusto de la convivencia plena? Este Jesús del capítulo cuarto de Juan no inició ninguna religión. Ni la cristiana ni la católica. 
Y, para no alargarme más, me callo sobre el otro comentario, el del Libro de los Hechos. Ya tendremos otra oportunidad...
A continuación, los comentarios. 

Domingo 3º de Cuaresma A (15.03.2020): Juan 4,5-42
Los maridos de la samaritana tienen nombre propio. Los escribo CONTIGO,

El relato del Evangelio que se nos propone para el tercer domingo de la Cuaresma del Ciclo A lo encontramos en el texto de Juan 4,5-42. He escrito intencionadamente la expresión ‘lo encontramos’, porque deseo que cada lector se tome la molestia de buscarlo y leerlo en su propia Biblia. Propongo este ejercicio para facilitar la comprensión de un relato que necesitaría un buen puñado de páginas como ésta para agotar el agua de vida que almacena en su pozo.

Cuenta este narrador que Jesús de Nazaret “abandonó Judea y regresó a Galilea. En su viaje a través de Samaría llegó a un pueblo llamado Sicar... Allí estaba el pozo de Jacob... y fatigado por la caminata se sentó junto al pozo. Era casi mediodía” (Juan 4,4-6).

Y todo lector recuerda, con estas pistas iniciales, el encuentro a solas de este Jesús de Nazaret con la mujer samaritana que llegó a sacar agua, como era su costumbre, de aquel pozo. Y en el diálogo entre ambos, solo entre ambos, porque nadie más estuvo presente, salió a relucir el dato de ‘los cinco maridos’ de la mujer samaritana. En principio eran cinco. Luego fueron seis.

Suelo comentar que mientras no se sepan los nombres de estos ‘cinco maridos’ no se llegará a atisbar el verdadero alcance de esta narración, mito o midrás del Evangelista. Por ahorrar tiempo y espacio voy a escribir aquí estos nombres y pido perdón por su rareza en la pronunciación: Sucot Benot (uno), Nergal (dos), Asimá (tres), Nibjaz Tartac (cuatro) y Adramelec Anamelec (cinco). Estos se encuentran citados en el 2º Libro de los Reyes 17,29-31.

Esta información debe de estar anunciada explícitamente en algún lugar del capítulo cuarto del Evangelio de Juan en su propia Biblia. Si no fuera así, le recomiendo cambiar de Biblia. Y aunque sea sólo por pura curiosidad sugiero que debe de leerse todo el capítulo decimoséptimo del segundo Libro de los Reyes. Los cinco primeros maridos de la samaritana fueron los cinco dioses de los cinco pueblos del imperio asirio que tuvo su capital en Nínive. El sexto marido de la mujer samaritana es el dios al que obedecen y adoran los samaritanos del tiempo de Jesús, los herederos de aquel  imperio asirio. Y había samaritanos buenos (Lc 10,25).

Por estas razones, entre otras muchas más, el asunto central del relato del cuarto Evangelio de Juan 4,4-42 no es una cuestión de relaciones matrimoniales de hombre y mujer, sino de cuestiones de política internacional (conquistas imperiales, sometimientos de pueblos, ocupación de tierras, deportaciones de personas y temas semejantes) y de cuestiones de Religión (templos, sacerdocios, dogmas, credos, ritos, tradiciones). Cuestiones de política y de religión como siempre han existido entre pueblos de esta madre nuestra que es la tierra.

Y en estas cuestiones, siempre actuales, de política y de religión la propuesta del Jesús de Nazaret del Evangelista Juan es muy clara, y tan evidente como el sentido común: “Ha llegado la hora en que la persona de verdad, los hombres y las mujeres, ateos o creyentes, seguidores de Jesús, conscientes o no, católicos vaticanos, cristianos por lo social, conservadores o progresistas... ha llegado la hora de que... nos amemos unos a otros”. Creo que así transcribo con fidelidad a este Jn 4,17-26 y a este mismo Jn 13,35No hay otra política ni otra religión.
Carmelo Bueno Heras

Domingo 16º de ‘Los Hechos de los Apóstoles’ (15.03.2020): Hch 10,19-48
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)

En el comentario anterior dejamos a Pedro, el cabeza del grupo de los DOCE, confuso y confundido ante las voces de sus visiones. Y así nos lo recuerda el Evangelista Lucas mientras imaginamos que este hombre permanece en la azotea de la casa de Simón el curtidor en Jafa y a orillas del Mar Mediterráneo: “Pedro seguía dándole vueltas a la visión”  (Hch 10,19). Esto va a resultar ser el comienzo de una etapa nueva y definitiva en la vida de este judío de Galilea.

Constatamos que esto es así por una razón: el narrador que lo sabe todo nos dice a los lectores que ‘aquí y ahora’, en la confusión de Pedro, habla el Espíritu. El mismo del que nos habló el Resucitado en Hechos 1,8. Para este Lucas, los susurros de su Espíritu acaban siempre alterando los adentros de sus escuchadores. Quien escucha, aunque esté confundido, decide: “Hay unos hombres que te buscan. Date prisa. Baja. Y vete con ellos... los he enviado yo”.

Una vez más me sorprende la habilidad narrativa de este Evangelizador Lucas. ¿Cuándo tuvo la oportunidad de entrevistarse con Pedro para que le confesara tales y tan profundas intimidades? Siempre he pensado que esto sólo sucedió en el imaginario literario y teológico de las neuronas de Lucas.

Aceptado esto y, sobre todo, decidido Pedro a ponerse en manos de aquellos hombres paganos que le buscan, la narración de los hechos fluye de la  pluma del escritor como un río de aguas vivas, cristalinas, abundantes e incontenibles. Desde Jafa y acompañado, Pedro llega hasta la puerta de la casa de Cornelio en Cesarea (Hch 10,20-26). Ahora sabemos que tanto Pedro como Cornelio, al margen de cualquier otra identidad, son personas. Dos hombres.

En Hechos 10,27-33, se nos da cuenta con todo detalle de las finalidades del encuentro de ambas personas y cuantas otras más les acompañan, tanto a Pedro como a Cornelio. Y deseo destacar estas palabras que pone Lucas en labios de su evangelizador Pedro que ya está comenzando a dejarse evangelizar. ¿Cómo no percibir la distancia de los mensajes de Pedro cuando habló en Hch 10,14-15 y lo que proclama en Hch 10,28?

Las gentes no judías van a escuchar la Buena Noticia del Evangelio. Y..., ¡éstas sí escucharán!

Este anuncio del Evangelio lo está realizando Pedro, un judío de Galilea y ‘todavía’ la cabeza visible y audible del reconocido como grupo de los judeocristianos entorno a los DOCE. Creo que impresiona imaginarse a este Pedro hablar de Jesús de Nazaret como lo hace aquí, según las palabras que Lucas puso en su boca: Hechos 10,34-44.

En Hechos 10,45-48, el narrador pone punto final a la evangelización realizada por Pedro en aquellas tierras alejadas de Jerusalén y Judea donde se había sembrado el Evangelio por los creyentes del grupo de los SIETE, de Felipe y Esteban... La siembra está realizada, pero que nadie olvide que “los creyentes circuncidados (judeocristianos) se sorprendieron de que el Espíritu Santo habitase también en los adentros de los gentiles (no judíos o extranjeros)”. ¡Qué distinto es este Pedro de casa de Cornelio de aquel otro del día de Galilea según Lc 9,18-21!
Carmelo Bueno Heras

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