domingo, 15 de marzo de 2020
El día internacional de la mujer nos desafía a pensar (Leonardo Boff) 13032020
El día internacional de la mujer nos desafía
a pensar
2020-03-13
El Día Internacional de
la Mujer, aunque en el fondo cada día es el día de la mujer, nos ofrece la
oportunidad de pensar en el desafío que nos plantea el movimiento feminista
mundial.
Ese movimiento más que otros ha hecho dos revoluciones:
puso en cuestión el machismo y el patriarcalismo. El machismo como la
dominación del hombre sobre la vida de la mujer, que dura ya siglos. La lucha
de las mujeres nos despertó hacia la cuestión de género, que envuelve
relaciones de poder. Este no puede ser sólo del hombre. Debe ser compartido
entre el hombre y la mujer. Evitar la división sexual del trabajo y priorizar
la lógica de compartir y de coparticipar en todo el proyecto de vida a dos. De
aquí surge una relación más justa y armoniosa.
En segundo lugar, el movimiento feminista ha hecho tal vez
la crítica más consistente a la cultura patriarcal, que organizó toda la
sociedad y las distintas instancias de la vida y también de la religión. El
hombre asumió el poder a través del cual somete a los demás, dirige el Estado,
crea la burocracia, organiza el ejército y hace guerras. Casi todos los héroes
y la mayoría de las divinidades son masculinas. Él ocupa la vida pública y
relega a la mujer a la vida privada y familiar. El patriarcado ha sido
desmantelado teóricamente por la crítica feminista, si bien en la práctica
intente siempre de nuevo dominar a la mujer. Un refugio especial del
patriarcado son los medios de comunicación y el marketing, que usan a la mujer,
no sólo su todo, sino las partes de ella, sus pechos, sus piernas, sus partes
íntimas. Es una forma de transformar a la mujer en objeto y uso.
La gran contribución del feminismo ha sido haber mostrado
que todas o casi todas las culturas que existen hoy son patriarcales. Como
consecuencia mantienen la desigualdad en la relación hombre-mujer en todos los
ámbitos. Sea en EEUU, en Alemania o en Brasil, una mujer, en el mismo trabajo,
incluso siendo más competente, por el hecho de ser mujer gana un 20-30% menos
que el hombre que ejecuta la misma función. No basta tener conciencia de la
superación teórica del patriarcado, hay que demoler sus hábitos mantenidos en
las instituciones y en los comportamientos sociales.
Pero no siempre ha sido así. El ser humano existe desde
hace ya 7-8 millones de años. En la primera fase, que duró millones de años,
las relaciones hombre-mujer eran de armonía y de equilibrio con la naturaleza.
Contrariamente a lo que cree el pensamiento patriarcal, la verdadera
convivencia humana no fue regida por la violencia de unos sobre otros sino por
la solidaridad y por la cooperación. La violencia es reciente en el proceso de
la antropogénesis. Comenzó con el homo faber hace dos millones de años,
que en su búsqueda de alimentos, especialmente en la caza, empezó a usar el
instrumento y la fuerza. Ahí el masculino pasó a ser el género predominante.
Adquirió hegemonía al surgir hace 8 mil años la agricultura, los pueblos, las
ciudades y los imperios. Las relaciones hombre-mujer pasaron a ser de
desigualdad: él ha ocupado toda la vida pública, gobierna solo y relega a la
mujer a la función de procreadora y cuidadora del hogar.
Los cambios siempre buscados culminan en el siglo XX con la
segunda revolución industrial cuando la mujer entra en el dominio público
porque el sistema competitivo fabrica más máquinas que machos. Desde finales
del siglo XX hasta hoy, las mujeres son la mayoría en la humanidad y casi el
50% de la fuerza laboral mundial. Con esto se cierra, en cierto modo, el ciclo
patriarcal y comienza un nuevo paradigma de valoración de las diferencias y de
búsqueda de la igualdad, que aún debe ser alcanzada.
Las mujeres aportan algo radicalmente nuevo al sistema
productivo y al Estado. No será solo competitivo y autoritario. La mujer aporta
lo que vive en el dominio privado: los valores de solidaridad, de compartir y
de cuidado. Milenariamente ha sido educada para el altruismo. Si un bebé no
tiene a su disposición a alguien desinteresado que lo cuide, no durará ni unos
días. De esta manera, la entrada de las mujeres en el dominio público masculino
es condición esencial para la humanización y una mayor cooperación en el mundo
del trabajo y, lo que es fundamental, ayuda a revertir el proceso de
destrucción de la naturaleza y de la especie humana.
Esto quedó claro para la conciencia colectiva en el Informe
de las Naciones Unidas para el Fondo de Población (UNFPA) que sostiene: “la
raza humana ha estado saqueando la Tierra de manera insostenible, y dar a las
mujeres un mayor poder de decisión sobre su futuro puede salvar al planeta de
su destrucción” . Véase que aquí no se habla de “poder de participación”,
que siempre lo han tenido, sino de “poder de decisión”.
Ellas son las que entienden de vida puesto que la generan.
Serán las principales protagonistas en la decisión de una
biocivilización asentada en el cuidado, la solidaridad y la lógica del corazón,
sin la cual la vida no germina. Ellas, junto con los hombres que desentrañaron
su dimensión de anima (cuidado, gentileza y amor) que se articula con la
dimensión animus (razón, organización, dirección), presentes en
proporciones propias en cada persona, pueden dar un nuevo rumbo a nuestra
existencia en este planeta y alejarnos del camino sin retorno, camino de
perdición.
Página
de Boff en Koinonía
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