San José, esposo de la Virgen María
fecha: 19 de marzo
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
canonización: bíblico
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Solemnidad de san José, esposo de la Bienaventurada Virgen María,
varón justo, nacido de la estirpe de David, que hizo las veces de padre para
con el Hijo de Dios, Cristo Jesús, el cual quiso ser llamado hijo de José, y le
estuvo sujeto como un hijo a su padre. La Iglesia lo venera con especial honor
como patrón, a quien el Señor constituyó sobre su familia.
Patronazgos: Patrono de la Iglesia Católica (proclamado por SS Pío IX), de México,
Filipinas, Canadá, China, Perú, Rusia, Vietnam y Austria, entre los países,
Bohemia y Baviera, entre otras muchas regiones; de los matrimonios y familias,
de los niños, los jóvenes y los huérfanos, de la virginidad, de los obreros,
artesanos, carpinteros, leñadores, sepultureros, ingenieros, educadores,
viajantes, exiliados, moribundos, protector contra problemas en los ojos, y
para invocar en las tentaciones y la desesperación, para vender, comprar o
conseguir vivienda, para tener una buena muerte, también es patrono de muchas
diócesis del mundo y muchas instituciones religiosas se ponen bajo su
patrocinio.
Tradiciones, refranes,
devociones: España, Honduras, Bolivia, Italia, Liechtenstein y Portugal celebran
en este día el «día del padre».
Las «Fallas» en Valencia, España, y muchas otras fiestas se realizan en homenaje a san José.
Refranes [tomados de BADARE y otras fuentes]:
Si por San José / no ha venido el cucut, / o és mort o s'ha perdut (castellano-aragonés)
¿Nieve por San José? Poca y alguna vez.
No digas corderada, que San José o la Virgen de marzo no sia pasada (aragonés, parece que se refiere a que aun pueden morir ovejas por el frío)
Por San José bendito, hace la perdiz su nido.
Por San José, los sapos se empiezan a ver.
Las «Fallas» en Valencia, España, y muchas otras fiestas se realizan en homenaje a san José.
Refranes [tomados de BADARE y otras fuentes]:
Si por San José / no ha venido el cucut, / o és mort o s'ha perdut (castellano-aragonés)
¿Nieve por San José? Poca y alguna vez.
No digas corderada, que San José o la Virgen de marzo no sia pasada (aragonés, parece que se refiere a que aun pueden morir ovejas por el frío)
Por San José bendito, hace la perdiz su nido.
Por San José, los sapos se empiezan a ver.
Oración: Dios todopoderoso, que confiaste los
primeros misterios de la salvación de los hombres a la fiel custodia de San
José, haz que, por su intercesión, la Iglesia los conserve fielmente y los
lleve a plenitud en su misión salvadora. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica)
La historia de la vida de san José, dice
Butler, no ha sido escrita por los hombres, pero sus acciones principales las
relata el propio Espíritu Santo por medio de los Evangelios. Lo que de él se
dice allí es tan conocido, que apenas necesita comentario: San José era de
ascendencia real y su genealogía nos la dan tanto san Mateo como san Lucas. Fue
el custodio del buen nombre de Nuestra Señora y por ese motivo, necesariamente
confidente de los secretos celestiales; fue el padre adoptivo de Jesús, el
encargado de guiar y sostener a la Sagrada Familia y el responsable, en cierto
sentido, de la educación de aquel que siendo Dios, se complacía en llamarse
«hijo del hombre». Fue el oficio de José el que Jesús aprendió, su modo de
hablar el que el Niño habrá imitado; fue José a quien la misma Santísima Virgen
pareció investir con los plenos derechos paternales, cuando dijo sin
restricción alguna: «Tu padre y yo, apenados, te buscábamos». No es de admirar
que el evangelista hiciera suya esta frase y nos diga, refiriéndose a los
incidentes ocurridos durante la presentación del Niño en el Templo, que «Su
padre y su madre estaban maravillados de las cosas que se decían de Él».
De todos modos, nuestros conocimientos
positivos referentes a la vida de san José son muy limitados; a la «tradición»
conservada en los evangelios apócrifos, hay que considerarla completamente
inútil, por provenir de la fantasía, más que de una auténtica transmisión de
hechos. Podemos suponer que se desposó con María, su prometida, de acuerdo con
las ceremonias prescritas por el ritual judío, pero no se conoce claramente la
naturaleza de este ceremonial, especialmente tratándose de gente humilde, y que
José y María eran de esa condición se comprueba por el hecho de que durante la
purificación de María en el templo sólo pudieron hacer la ofrenda de dos
tórtolas. Esta misma pobreza muestra que es enteramente improbable la historia
de la rivalidad de doce pretendientes a la mano de María, los que depositaron
sus varas con el Sumo Sacerdote y los portentos que distinguieron de las demás,
la vara de José, que fue la única en florecer. Los detalles proporcionados por
el llamado «Protoevangelio», por el «Evangelio del pseudo-Mateo», por la
«Historia de José, el Carpintero», etc., son, en muchos aspectos, extravagantes
y contradictorios entre sí. Debemos contentarnos con los simples hechos que
relatan los Evangelios de que, después de la Anunciación, cuando el embarazo de
María entristeció a su esposo, sus temores fueron disipados por una visión
angélica; que recibió otros avisos del mismo ángel, primero para que buscara
refugio en Egipto y después, para que regresara a Palestina; que estuvo
presente en Belén cuando Nuestro Señor fue recostado en el pesebre y cuando los
pastores acudieron a adorarle; que también acompañaba a María cuando ésta puso
al Niño en los brazos del santo Simeón y, finalmente, que compartió el dolor de
su esposa por la pérdida de su Hijo en Jerusalén y su gozo cuando lo
encontraron discutiendo con los doctores en el Templo. El mérito de san José se
resume en la frase evangélica: «fue un varón justo». Éste es el elogio que hace
de él la Sagrada Escritura, y el mayor y mejor que podemos hacer nosotros.
Aunque ahora se venera especialmente a san
José con oraciones que se ofrecen para obtener la gracia de una buena muerte,
este aspecto de la devoción popular al santo tardó en ser reconocido. El
Rituale Romanum, publicado con autorización en 1614, a pesar de que incluye
amplios y antiguos formularios para ayudar a los enfermos y moribundos, no
menciona en ninguna parte, incluyendo las letanías, el nombre de san José, y
sólo en tiempos recientes se ha reparado esta omisión. Lo que hace este
silencio más notable, es el hecho de que la relación que se da de la muerte de
san José en la «Historia de José el Carpintero», apócrifa, parece haber sido
muy popular en la Iglesia oriental y que esa historia fue el verdadero punto de
partida del interés por el santo. Más aún, ahí es donde encontramos el primer
indicio de algo relacionado con una celebración litúrgica. El reconocimiento
que ahora se le otorga a san José en el Occidente, según opinión general, se
derivó de fuentes orientales, pero el asunto es muy oscuro. De cualquier modo,
debe tenerse en cuenta que la «Historia de José, el Carpintero» se escribió
originalmente en griego, aunque ahora sólo la conocemos por las traducciones
copta y arábiga. En este documento se hace una narración muy completa de la
última enfermedad de san José, de su temor a los juicios de Dios, de sus
autoreproches y de los esfuerzos que hicieron Nuestro Señor y su Madre para
consolarlo y facilitarle su paso a la otra vida, así como de las promesas que
hizo Jesús de proteger, en la vida y en la muerte, a los que hagan el bien en
nombre de José. Es fácil comprender que esas supuestas promesas debieron haber
causado honda impresión en la gente sencilla; la mayoría, sin duda, creyó que
incluían una garantía divina de su cumplimiento. En todas las épocas de la
historia del mundo, nos encontramos parecidas extravagancias, que se
desarrollan a la par de los grandes movimientos de devoción popular. Lo
maravilloso es que, en casi mil años, según parece, no encontramos rasgos
reconocibles ni en el Oriente ni en el Occidente, de que tales promesas hayan
despertado mucho interés. El Dr. L. Stern, persona altamente autorizada que se
interesó mucho por este documento, creía que el original en griego de la
"Historia de José, el Carpintero" podía remontarse al siglo IV, pero
esta estimación de su antigüedad, en opinión del padre Paul Peeters, es quizás
excesiva.
Por lo que se refiere a Occidente, hay
algunas menciones primitivas -no más atrás del siglo VIII- en martirologios del
norte de Francia y Bélgica, que se extendieron luego a Iglaterra e Irlanda,
llegando al catálogo de santos (Feliré) de san Oengus.
Este testimonio es muy valioso, porque comprueba la presencia de los nombres de
santos que él menciona en el documento que usó; pero un martirologio no es un
calendario litúrgico y no nos permite concluir que tal o cual santo fuera
celebrado en tal o cual fecha en un monasterio u otro. Estas alusiones
primitivas fueron más bien un punto de partida para futuros acontecimientos,
aunque se desarrollaron lentamente. En el primer Misal Romano impreso (1474),
no se encuentra ninguna conmemoración de san José, ni aparece su nombre en el
calendario. En Roma encontramos por primera vez, en 1505, una misa en honor de
san José, aunque un breviario romano de 1482 le dedica una fiesta con nueve
lecciones. Pero en ciertas localidades y bajo la influencia de maestros
individuales, había comenzado un culto notable, mucho antes de esto.
Probablemente las representaciones de autos sacramentales en los que, con
frecuencia, se asignaba a san José un papel prominente, contribuyeron en parte
a este resultado. El Beato Hermán, premonstratense que vivió en la segunda
mitad del siglo XII, tomó el nombre de José y creía que se le había concedido
la seguridad de obtener su protección especial. Parece que santa Margarita de
Cortona, la beata Margarita de Cittá di Castello, santa Brígida de Suecia y san
Vicente Ferrer, honraron particularmente a san José en sus devociones privadas.
A principios del siglo XV, algunos escritores influyentes, como el cardenal
Pedro D´Ailly, Juan Gerson y san Bernardino de Siena, abogaron calurosamente
por su causa y sin duda, debido sobre todo a su influencia, antes de finalizar
el mismo siglo, la fiesta de san José comenzó a celebrarse litúrgicamente en
muchas partes de Europa occidental. La pretensión de que los carmelitas
introdujeron la devoción del Oriente está completamente desprovista de
fundamento; el nombre de san José no se menciona en ninguna parte del
Ordinarium de Sibert de Beka y, aunque el primer Breviario carmelita que fue
impreso (1480), reconoce su fiesta, esto parece haber sido fruto de la
costumbre, ya aceptada en Bélgica, en donde se imprimió el mencionado
Breviario. El capítulo carmelita celebrado en Nimes en 1498, fue el primero que
autorizó formalmente este agregado al calendario de la orden. Pero de ahí en
adelante, la devoción se extendió rápidamente y es indudable que el celo y el
entusiasmo desplegados por la gran santa Teresa en la causa de san José
produjeron una honda impresión en la Iglesia. En 1621, el Papa Gregorio XV
declaró la celebración de san José fiesta de precepto y, aunque después se
anuló esta obligación en Inglaterra y otras partes, no por eso ha disminuido,
aún en nuestros días, el fervor y confianza de sus innumerables devotos.
Testimonio elocuente de este hecho es el gran número de iglesias dedicadas en
su honor y las muchas congregaciones religiosas, tanto de hombres como de
mujeres, que llevan su nombre. [Por no mencionar, ya en el mundo hispano, la
arraigada costumbre de utilizar para los niños -y en menor medida, en la forma
de «Josefina», para las niñas- el nombre de José, costumbre que sin embargo no
parece tan antigua].
Notas de ETF: he tomado el artículo del Butler, pero resumiendo en algunos aspectos los detalles excesivamente centrados en Irlanda, y corrigiendo algunas cuestiones de redacción, por lo que esta versión no coincidirá ni con la versión impresa en 1964, ni con las reproducciones de la misma (errores de escaneo incluidos) que circulan por internet; no obstante esos cambios que me parecieron imprescindibles, creo que es una de las mejores hagiografías, porque se ciñe a lo escaso verídico que poseemos, y además ayuda a comprender cómo se fue llegando tanto a la solemnidad litúrgica como a algunos aspectos de la devoción. Aunque el P. Thurston -al menos en la traducción del P. Guinea- habla de «padre adoptivo», lo correcto es «padre putativo», es decir, aquel a quien se le imputa la paternidad, que sigue siendo de otro, i.e. de Dios Padre. El uso del hipocorístico «Pepe» para los millones de José, sobre todo en España, aunque también en sus países de influencia, proviene, según se dice, del uso de escribir siempre al lado del nombre José las siglas «pp», precisamente como abreviatura de «pater putativus».
Omito la detallada bibliografía del Butler, porque se ha avanzado mucho en los últimos decenios en el conocimiento de las fuentes apócrifas, por lo que, aunque conceptualmente sigue teniendo plena validez lo que señala el artículo, hoy habría de ser apoyado en otras fuentes. Para la cuestión de las dos genealogías de Jesús, las dos por vía de José, puede leerse mi artículo de divulgación Las genealogías de Jesús; sobre este mismo tema, y en general sobre las tradiciones evangélicas referidas a José, sigue siendo la mejor fuente exegética el decisivo «El nacimiento del Mesías» de Raymond Brown.
Imágenes: la iconografía e imaginería josefinas son, a partir del Renacimiento, vastísimas; he seleccionado tres que considero particularmente bellas:
-Una rara escultura del 1250 aproximadamente, atribuida al arquitecto y escultor Arnolfo Di Cambio, «San José durmiendo», que se encuentra en la Catedral de Orvieto (Italia).
-Una de las «Sagrada Familia» de Murillo, obra de aprox. 1660, óleo sobre tela de 186 x 155 cm que se encuentra en la Basílica de San Esteban, en Budapest. ¿Quién se anima a elegir un solo Murillo entre todos los murillos? sin embargo he seleccionado ésta porque es difícil encontrar una obra donde el Niño esté en brazos de José.
-«El sueño de José», de Rembrandt, óleo sobre tela de 105 X 83 cm, de aproximadamente la época de su «Baño de Betsabé», y otras de gran profundidad del maestro holandés, es decir, de aproximadamente 1650; también se encuentra en Budapest, en el Museo de Bellas Artes.
Síntesis del artículo y notas, Abel Della Costa.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente
enlace: https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_924
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