Más de 'El virus de
la corona'
Sigues y sigo, leyente y
escribiente, atrapado en la casa por la amenaza de 'El virus de la corona'. A
muchos les tiene hasta la coronilla. A todos nos tiene 'encarcelados' en
nuestra propia casa. ¿Encarcelados en nuestra propia casa? Y quien no lo asume
así, por lo que sea, se lo llevan al hospital y a muchos se los llevan un poco
más lejos del hospital... Y la vida y la Vida y la VIDA no dicen nada.
Siguen.
Creo que este trío de la
'vida, Vida y VIDA' está confirmando una vez más que el viejo proverbio aquel
tiene razón: "El cielo y la tierra no son humanos, y contemplan a las
personas como si fueran perros de paja". Lao Tsé dixit.
Seguramente que a muchos nos
irrita esta manera de pensar, pero ¿quién pude demostrar que es cierto el
proverbio?, ¿quién puede demostrar que es falso el proverbio? Sólo nos queda
aceptar la ignorancia. No sabemos, aunque nos neguemos a aceptar que las cosas
y sus relaciones nos resultan desconocidas y hasta chirriantes. Tal vez alguna
ciencia del futuro descubra una explicación allí donde ahora se empantana
nuestra sabiduría.
Me traen estas cosas mis
neuronas a los surcos de esta pantalla porque hay que enfrentarse con un
texto del Cuarto Evangelio que es el de llamado 'de Juan', Evangelio de
Juan. Se trata de un texto que se le puede calificar de falso y verdadero a un
tiempo.
Si se lee y entiende en su
literalidad, el mensaje es verdadero y así se ha interpretado durante tiempo y
tiempo dentro de la Iglesia y de su evangelización.
Pero si el texto se lee y
entiende desde su interpretación simbólica el abanico de interpretaciones se
multiplica y diversifica hasta conceder que cada lector entienda lo que le
parezca.
Este texto es el llamado 'La
resurrección de Lázaro'. Me he atrevido a escribir mi propia interpretación. Sé
que no será ni verdadera ni falsa, sino todo lo contrario. Bien clarito. Es la
mía. Y con ella me quedo. Y la escribo después de haber leído un buen puñado de
otras interpretaciones.
En los días del
encarcelamiento en la propia casa por 'el virus de la corona' se
tendrá tiempo para la lectura y meditación críticas. Por favor, no deje de
pensar en todo esto y en todo cuanto lea y medite sobre este asunto por los
entendidos verdaderos o falsos... Leer es respirar, meditar o escribir es
vivir.
A continuación, los
comentarios. También los puedes leer en el archivo adjunto.
Domingo
5º de Cuaresma A (29.03.2020): Juan 11,1-45
¿Quiénes
son Lázaro, Marta y María? Me
lo pregunto CONTIGO,
En
la semana pasada se nos leía la curación del ciego de nacimiento ocurrida en
Jerusalén durante el transcurso de la fiesta de ‘Las tiendas’. Y en este quinto
domingo de la Cuaresma se nos propone el relato llamado ‘La resurrección de Lázaro’
o, como señalan otros investigadores más meticulosos, ‘La revivificación de
Lázaro’ (Juan 11). El Evangelista nos lo ha contado en relación con la
celebración de la fiesta de ‘La dedicación del Templo de Jerusalén’ (Juan
10,22).
Ésta
era la fiesta del invierno. En ella, cuenta el Evangelista, se han encontrado
‘las autoridades judías’ y Jesús de Nazaret. Y han discutido a cerca de la
realidad del Mesías. Y aquellos ‘judíos’ intentaron apresar a Jesús y
ejecutarlo, pero este Jesús se les escapó de las manos y se marchó fuera y
lejos de Jerusalén y de la tierra de Israel, ‘al otro lado del Jordán’, la
Transjordania.
Y
en ese lugar estaba con quienes creían en él. Y hasta ese lugar le llegó la
noticia, primero, de que su ‘amigo querido’ estaba muy enfermo. Y poco tiempo
después, al tercer día, Lázaro, su amigo, murió y Jesús decidió regresar a
Judea para... devolver lo que siempre es vida a la Vida o dicho con el
narrador que pone en boca de su Jesús estas palabras: “Desatadlo y dejadle
andar” (Juan 11,44). Llegado a este punto debo preguntarme quién es este
Lázaro.
¿Quién
es este Lázaro? ¿Quién es este amigo tan querido para
Jesús? Ningún otro Evangelio nos ha hablado de esta persona. No me puedo creer
que ninguno de los tres Sinópticos ignorasen que su Jesús de Nazaret había
resucitado a un muerto bien muerto, porque este Lázaro llevaba ya cuatro días y
olía a muerto y a muerte (Jn 11,39). Y la prueba definitiva de toda cuestión
crítica: ¿Por qué este Evangelista no nos ha contado la reacción emocionada de
este Lázaro que vivió, murió y volvió a la vida? Muy despacio me digo que este
Lázaro estuvo siempre y sólo en el imaginario creyente del autor de este
relato.
Me
está sucediendo ahora como a un excelente narrador llamado Sergio del Molino,
autor del libro ‘La España vacía’ que en la página 146 escribe este apunte tan
críticamente iluminador: ‘no conocemos la versión de Lázaro sobre su
propia resurrección’. ¿Quién es este Lázaro del Evangelista Juan?
Puestos a imaginar, cada lector e intérprete debe elaborarse su propia
respuesta. Para mí, este Lázaro del cuarto evangelista es un símbolo del propio
pueblo de Israel que su autor conoce de primera mano.
Este
pueblo de Israel del tiempo de Jesús y de finales del siglo primero es un
pueblo atrapado en la Ley, atado por Roma... ¿Para siempre? ¡Por tiempo nada
más! Lo vuelvo a evocar o repetir: ‘Desatadlo y dejadle andar’. Hablar
así es decirle o decirnos: eres libre, vuela. Y...
Y
es muy cierto que haber estado atado y apresado durante tiempo y tiempo genera
miedo cuando se ve y se siente desatado y liberado. Afortunadamente, este
Lázaro-Israel dispuso de las dos alas de sus dos hermanas, Marta y María. Dos
mujeres. Aquel pueblo de Israel escucha de labios de un hombre de su tierra, el
laico de Galilea, que las mujeres de este pueblo son las alas de su nueva y
estrenada libertad. Y me digo, con sonora sencillez, que hoy la Iglesia sólo
encontrará el camino de su libertad en las alas de sus mujeres todavía
apartadas y silenciadas.
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 18º de ‘Los Hechos de los
Apóstoles’ (22.03.2020): Hch 11,19-30
“Ellos sí escucharán” (Hechos 28,28-29)
Nos
acaba de dejar el narrador Lucas a Pedro en su Jerusalén y con sus DOCE en paz,
aunque sea una paz prendida con alfileres. Poquito más adelante, retomará este
hilo narrativo. En Hechos 11,19 retoma aquel otro hilo del tejido
narrativo que nos hablaba de la tarea evangelizadora del grupo de los SIETE y
nos lo escribe así: “Los dispersados en la persecución, provocada por el
apedreamiento de Esteban, llegaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía de Siria,
sin compartir la palabra más que con los judíos. Pero...”.
Pero
en la ciudad de Antioquía esta palabra fue compartida también con los griegos,
los gentiles, los extranjeros, los no circuncidados. Ellos sí escucharán...
Esto lo añado yo, ahora, como escribo en el recuadro a modo de título de cada
comentario de este Libro de los Hechos. Hecha esta presentación, conviene
leerse el relato completo de Hechos 11,19-30 para caer en la cuenta de
los tres breves apartados de este texto lleno de tesoros literarios y
evangélicos.
En
Hechos 11,19-21, como he señalado más arriba, se retoma la actividad
evangelizadora del grupo de los SIETE. Esta actividad recorren la ‘Ruta del
Mar’ en sentido norte como si se deseara llegar a contactar con la ‘Ruta de la
seda’. Estos evangelizadores tampoco le tienen miedo al mar. Llegan a la isla
de Chipre en el extremo más oriental del Mar Mediterráneo. La buena noticia de
Jesús de Nazaret se abre al mundo, traspasa fronteras Por tierra y mar.
En
Hechos 11,22-26 el narrador Lucas detiene su mirada en Antioquía de
Siria, una tierra que está hoy tanto en Turquía como en Siria, en tierra
firme y muy cerca del mar. Una población con su estrategia particular. A
partir de este momento, esta ciudad será un centro de presencia y
evangelización que no se olvidará en la historia del movimiento de Jesús de
Nazaret.
Cuenta
el narrador que en Antioquía se sembró, se arraigó y se maduró en buenos y
abundantes frutos la semilla de Jesús y de su Reino de Dios. La misión de los
SIETE constituye una nueva primavera eclesial, tanta que en Jerusalén el grupo
de los DOCE decide enviar a un ‘observador’ llamado Bernabé a quien ya
conocemos los lectores por su procedencia chipriota (4,36-37) y por su tarea de
sabio acompañante de Saulo (9,26-30). Este Bernabé vio cuanto sucedía en
Antioquía y no regresó a Jerusalén, sino que decidió viajar a Tarso y traerse a
Saulo. En esta comunidad eclesial de Antioquía se está gestando un modo nuevo
de ‘ser de Jesús’.
En
Hechos 11,27-30 nos informa Lucas, a modo de narrador que lo sabe todo,
de la llegada a Antioquía ‘de unos profetas’ procedentes de Jerusalén. Uno de
ellos tiene nombre propio, Ágabo, y está ‘movido por el Espíritu’.
Cuando Lucas dice ‘esto’ de alguno de sus personajes está identificando a
cada uno de ellos con el propio Jesús de Nazaret. No va a ser esta la primera y
la última vez que Lucas nos habla de este profeta tan desconocido en la
iglesia.
Cuando
escucho las palabras de este profeta Ágabo (11,28) recuerdo las
constataciones de los griegos contra los judeocristianos por el desamparo ‘de
las viudas’ que dieron origen a la constitución del grupo de los SIETE. ¿Por
qué Lucas habla aquí de esta solidaridad y no de la sacramentalidad del
sacerdocio de varones o de la consagración del pan y vino o del perdón?
Carmelo
Bueno Heras
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