sábado, 28 de marzo de 2020
Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra (Leonardo Boff) 27032020
Coronavirus: autodefensa de la propia Tierra
2020-03-27
La pandemia del
coronavirus nos revela que el modo como habitamos la Casa Común es pernicioso
para su naturaleza. La lección que nos transmite reza así: es imperativo
reformatear nuestro estilo de vida en ella, como un planeta vivo que es. Ella
nos viene avisando de que, así como nos estamos comportando, no podemos continuar.
En caso contrario, la propia Tierra se tendrá que librar de nosotros, seres
excesivamente agresivos y maléficos para el conjunto del sistema-vida.
En este momento, ante el hecho de estar en medio de una
guerra mundial, es importante que seamos conscientes de nuestra relación hacia
ella y de la responsabilidad que tenemos en el destino común Tierra
viva-humanidad.
Acompáñenme en este razonamiento, veamos: El Universo
existe desde hace ya 13,7 mil millones de años, desde que ocurrió el big bang.
La Tierra, hace 4,4 mil millones. La Vida, hace 3,8 mil millones. El ser humano
hace 7-8 millones. Nosotros, el homo sapiens/demens actual, hace 100 mil
años. Todos, el Universo, la Tierra y nosotros mismos, estamos formados con los
mismos elementos físico-químicos (cerca de 100) que se forjaron, como en un
horno, en el interior de las grandes estrellas rojas durante 2-3 mil millones
de años (por lo tanto hace 10-12 mil millones años).
La Vida, probablemente, comenzó a partir de una bacteria
originaria, madre de todos los vivientes. La acompañaron un número inimaginable
de microorganismos. Nos dice Edward O. Wilson, tal vez el mayor biólogo vivo:
sólo en un gramo de tierra viven cerca de 10 mil millones de bacterias
de hasta 6mil especies diferentes (La creación: cómo salvar la vida en
la Tierra, 2008, p. 26). Imaginemos la cantidad incontable de esos
microorganismos en toda la Tierra, siendo que solamente el 5% de la vida es
visible, y el 95%, invisible: el reino de las bacterias, de los hongos, y de
los virus...
Sigan acompañándome en mi razonamiento: hoy es considerado
un dato científico, desde 2002, cuando James Lovelock y su equipo demostraron
ante una comunidad científica de miles de especialistas en Holanda que la
Tierra no sólo tiene vida sobre ella, ella misma está viva. Emerge como un
«ente vivo»; no como un animal, sino como un sistema que regula los elementos
físico-químicos y ecológicos, como hacen los demás organismos vivos, de tal
forma que se mantiene vivo y continúa produciendo una miríada de formas de
vida. La llamaron Gaia.
Otro dato que cambia nuestra percepción de la realidad: En
la perspectiva de los astronautas, ya sea desde la Luna o desde las naves
espaciales, así lo testimoniaron muchos de ellos: no existe distinción entre
Tierra y Humanidad... Ambas forman una entidad única y compleja. Se
consiguió hacer una foto de la Tierra antes de penetrar en el espacio sideral,
fuera del sistema solar: en ella aparece, en palabras del cosmólogo Carl Sagan,
como “un pálido punto azul”. Nosotros estamos, pues, dentro de ese pálido punto
azul, como aquella porción de la Tierra que, en un momento de alta complejidad,
empezó a sentir, a pensar, a amar y a percibirse a sí misma como parte de un
Todo mayor. Por lo tanto, nosotros, hombres y mujeres, somos Tierra, que se
deriva de humus (tierra fértil), o del Adam bíblico (tierra
arable).
Sucede que nosotros, olvidando que somos esa porción de la
Tierra misma, comenzamos a saquear sus riquezas en el suelo, en el subsuelo, en
el aire, en el mar, y en todos los niveles. Buscábamos realizar un arriesgado
proyecto de acumular lo más posible bienes materiales para el disfrute humano
–en realidad para el de un pequeño sector poderoso y ya rico de la humanidad–.
El desarrollo de la ciencia y de la técnica de hecho se ha orientado de cara a
ese propósito. Pero, atacando a la Tierra, nos atacamos a nosotros mismos, que
somos Tierra pensante. Y tan lejos ha llegado la codicia de este pequeño grupo
voraz, que, actualmente, la Tierra se siente agotada, hasta el punto de haber
sido afectados sus límites infranqueables. Es lo que técnicamente llamamos la
Sobrecarga de la Tierra (the Earth overshoot): sacamos de ella más de lo
que puede dar. Actualmente ya no consigue reponer lo que le quitamos. Entonces,
da señales de que está enferma, de que ha perdido su equilibrio dinámico,
recalentándose, formando huracanes y terremotos, nevadas antes nunca vistas,
sequías prolongadas e inundaciones devastadoras. Y más aún: ha liberado
microorganismos como el sars, el ébola, el dengue, la chikungunya y ahora el coronavirus.
Son formas de vida de las más primitivas, casi al nivel de nanopartículas, sólo
detectables bajo potentes microscopios electrónicos. Y pueden diezmar al ser
más complejo que la Tierra ha producido y que es parte de ella misma, el ser
humano, hombre y mujer, poco importa su nivel social.
Hasta ahora el coronavirus no puede ser destruido, sólo
podemos impedirle propagarse. Pero ahí está, produciendo una desestabilización
general en la sociedad, en la economía, en la política, en la salud, en las
costumbres, en la escala de valores establecidos...
De repente hemos despertado asustados y perplejos: esta
porción de la Tierra que somos nosotros, puede desaparecer. En otras palabras,
la Tierra misma se defiende contra su propia parte rebelada y enferma. Puede
sentirse obligada la Tierra a hacer una amputación, como hacemos con una pierna
necrosada... Sólo que, esta vez, es toda esa porción tenida por inteligente y
amante, que la Tierra no puede ya aguantar y va a tener que acabar
eliminándola.
Y así será el fin de esta especie de vida que, con su
singularidad de autoconciencia, es una entre millones de otras existentes,
también partes de la Tierra. Ésta, continuará girando alrededor del sol,
empobrecida, hasta que haga surgir otro ser que sea también expresión de ella,
capaz de sensibilidad, de inteligencia y de amor. De nuevo recorrerá un largo
camino para modelar la Casa Común, con otras formas de convivencia –esperamos–
mejores que la que nosotros hemos modelado.
¿Seremos capaces de captar la señal que el coronavirus nos
está enviando, o seguiremos haciendo más de lo mismo, hiriendo a la Tierra
autohiriéndonos en el afán de enriquecerse de unos pocos cueste lo que cueste?
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