El provocador
Creo que ningún lector de
estas líneas ignora que Jesús de Nazaret fue, es y será... 'la vid'. Esto me
suena como un poco bien a medias. Se me entiende, ¿no? Probablemente.
Jesús de Nazaret fue, es y
será el pan, el agua, el camino... Claro, es el lenguaje del cuarto Evangelista
llamado Juan. Jesús de Nazaret fue, es y será el único hijo de Dios y segunda
persona de esa divinidad que es la Santísima Trinidad. Dicen que esto le
pertenece también al cuarto Evangelista. Y de él ha pasado al mensaje explícito
del credo y dogma cristianocatólico y más.
Jesús de Nazaret fue, es y
será... hombre y dios. Nunca se van a dejar de escribir páginas y páginas sobre
estas cuestiones. En esa ciencia teológica que se ha llegado a llamar
Cristología, que algunos propusieron llamarla Jesusología y hasta
Jesuscristología, se venía a sintetizar casi todo esto diciendo aquello de 'El
Jesús de la historia y el Cristo de la fe'. ¿Dos en uno? ¿El mismo y único?
En esta cuestión casi siempre se acaba en un lío complicado de desliar.
Cuando me paro a pensar con
cierta serenidad esta cuestión mis neuronas me traen a la consciencia un texto
que desde las épocas de estudiante me llamó la atención y que viene a ser como
un trujal al que acudo para apaciguar la sed de saber. Cito textualmente ese
lugar de mis encuentros:
"4. Cristo no es
otro que el histórico Jesús de Nazaret: ni sacerdote, ni revolucionario
político, ni monje asceta, ni moralista piadoso; sino provocador en todos los
sentidos... Por consiguiente, mucho ha captado ya de Jesús el que no intenta
encuadrarlo en el esquema de esas coordenadas: 'establishment' y revolución,
evasión y compromiso. Jesús rompe todos los esquemas. Es provocador, sí, pero
hacia la derecha y la izquierda: manifiestamente más cercano a Dios que los
sacerdotes, más libre frente al mundo que los ascetas, más moral que los
moralistas, más revolucionario que los revolucionarios. ¿Por qué Jesús no se
dejó encasillar? Esto va ligado con lo que él mismo quiso. Y él, ¿qué quiso
realmente?" Fin de la cita.
La próxima semana y
en este mismo lugar diré de quién es este mensaje y dónde encontrarlo.
Quienes ya lo sepan recordarán qué huella dejó en ellos cuando lo leyeron
y meditaron por primera vez. Y qué ha significado para ellos. Quienes tengan
humor y paciencia pueden dejarse empapar por estas afirmaciones. Y
en un puñado de jornadas encontrarán alguna luz más al saber
quién escribía así y dónde lo dejó editado.
Buena semana final de abril y
a la vez inauguradora del mes de mayo.
A continuación se
encuentran los dos comentarios evangélicos como en cada semana.
Domingo 5º de Pascua Ciclo B (02.05.2021): Juan 15,1-8
Del sarmiento, uva, vino y nueva vid. Me lo digo y escribo CONTIGO,
En
este nuevo domingo día dos de mayo se nos propone la lectura evangélica de Juan
15,1-8. En el próximo domingo nos leerán la continuación del relato en Juan
15,9-17. Y después nunca se nos propone la continuación en Juan 15,18-27, ni
Juan 16, ni Juan 17. Por qué, por qué... Porque no se desea que el pueblo lea,
comprenda y se decida a ser libre y responsable. Cuanto más se lea de manera
crítica más lejos se estará de la tutela de quien se cree ser la única voz.
Dicho
esto, dispongo de quince días para leerme despacio Juan 15-17. Se trata de un
pequeño evangelio. Tal vez allá por el año cien de nuestra historia algún
encandilado lector de lo que tenía ante sus ojos se sintió movido a continuar
la narración de su propia experiencia de fe en Jesús de Nazaret, el laico
galileo que había vivido como judío fuera de lo normal y le invitaba a él,
nuevo evangelista, a contar su propia nueva noticia.
La
tarea era muy sencilla, pensó aquel anónimo escritor creyente y mediterráneo.
En su pedazo inmaculado de pergamino escribió, en su lengua, ‘YOSOY’ con las
mismas grafías que ya conocía de las muchas veces que lo había visto en el
escrito que tenía entre manos. YOSOY la vid, escribió. Y le gustó
lo que había escrito.
Seguramente
las cosas no sucedieron de esta manera, pero así me las estoy imaginando cada
vez que leo en este Evangelio de Juan los capítulos 13º y 14º desde cuando se
dice: “Antes de la fiesta de Pascua” (13,1) hasta cuando leo: “Levantaos.
Vámonos de aquí” (final de Juan 14). La secuencia lógica de la
narración me grita que aquel Evangelio original de Juan continuaba de esta
manera: “Dicho esto, pasó Jesús con sus discípulos al otro lado del torrente
Cedrón, donde había un huerto...” (Juan 18,1).
En
la tarea de mi imaginación me atrevo a pensar que aquel anónimo creyente y
escritor estaba fascinado por la supuesta imagen de un Jesús de Nazaret buen orador,
hablador, predicador, comunicador y profeta. Es más, creo que en la última de
las notas que se fue copiando para las meditaciones de sus adentros aún estaba
fresca la tinta de la expresión “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’
(Juan 14,6).
Una
vid, otra, y otra... Una viña. Un viñedo. Las personas. Una familia. Un
poblado. Una nación. Un campo. Una tierra. Israel. El judaísmo. Una religión.
La tierra que Yavé Dios nos prometió. ¿El reinado de Dios? YOSOY la vid.
Imagino
que en las meditaciones de aquel creyente de finales del siglo primero todas
estas palabras e imágenes iban y venían como repeticiones armoniosas de un
mantra a la vez provocativo y apaciguador: Yo soy la vid y mi padre es el
viñador. La vid verdadera. El viñador verdadero.
La
imagen de la vid le crecía dentro al escritor y creyente como le había crecido
en los adentros de su propio pozo a la samaritana de Juan 4 el agua limpia,
abundante, sana, fresca y gratis. Cuando bebas de esa agua ya no tendrás sed ni
tendrás que venir aquí a buscarla. Yo soy la vid, mi padre es el viñador y tú
eres el sarmiento. Vosotros sois los sarmientos. Y ahí está el fruto, el
racimo, la uva, el vino, la vida.
Agua,
pan, luz, pastor, puerta, camino, vid. YOSOY pan de VIDA. YOSOY luz del mundo.
YOSOY la vid del viñador, de los sarmientos y de la VIDA. Y de cada sarmiento,
¿no surge también una nueva vid? Sí. Carmelo Bueno Heras
CINCO
MINUTOS con la Biblia entre las manos.
Domingo 23º: 02.05.2021. Después de comentar
los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
USTED MISMO, ¿POR QUÉ NO?
Quiero, en
estos cinco minutos de asuntos bíblicos, atreverme a juntar palabras para
describir los sentimientos que se desatan en mis entretelas cada vez que me
detengo en estos dos breves textos del llamado Evangelio según san Juan: "Jesús
realizó en presencia de sus discípulos otras muchas acciones que no están en
este libro. Hemos escrito éstas para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo
de Dios, y con esta fe tengáis vida gracias a él" (Juan 20,30-31). "Pedro
se volvió y vio que los seguía el discípulo preferido de Jesús... Éste es el
discípulo que da testimonio de estos hechos: Él mismo los ha escrito y nos
consta que su testimonio es verdadero. Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se
escribieran una por una, me parece que los libros no cabrían en el mundo"
(Juan 21,20-25).
Si uno se detiene en estos
textos, se constata que el autor de este Evangelio es, por una parte, un
"nosotros". ¿Una comunidad? ¿Una Iglesia? ¿De dónde? ¿Cuándo lo
escribe? Y, por otra parte, parece ser que el autor es 'el discípulo preferido
de Jesús'. ¿Quién es este discípulo? ¿Por qué no tiene nombre en el Evangelio?
¿Por qué la tradición casi siempre lo llama Juan?
Si el lector consulta en su
propia Biblia estos dos textos observará que se trata de los versos finales de
los capítulos 20 y 21. Se dice, entre los estudiosos, que este Evangelio
terminaba originalmente en el capítulo 20. Otros indican que el capítulo 21
pertenece a este Evangelio original, porque señala, en síntesis, la misión y
los hechos de los apóstoles después de la Resurrección de Jesús. Sea como fuere
esta cuestión, lo cierto es que la autoría de este Evangelio queda
claramente indefinida. Por eso, entiendo que la tradición eclesial deseó
siempre despejar toda posible duda y afirmar que fue Juan, uno de los Doce, su
autor.
Personalmente, en este asunto
del autor, me gusta prestar atención, más al texto del Evangelio que a la
tradición. Y, sobre todo, me gusta cuestionarme sobre la implicación que tiene
para mi vida de creyente lo que el texto dice explícitamente: "Nosotros
hemos escrito..." y "Este discípulo preferido de Jesús da testimonio
de estos hechos...".
El "nosotros hemos
escrito..." me evoca la presencia de una comunidad del siglo I que se tomó
en serio su identidad de "cristiana", su misión de "anunciar la
Buena Noticia" y su atrevimiento de "contar por escrito lo que
pensaba y creía sobre Jesús". Desde esta convicción, tengo la gratísima
impresión de que estoy releyendo en vivo la Buena Noticia de Jesús cada vez que
a mi alrededor me encuentro con cristianos ocupados en ser comunidad y que así
escriben de nuevo, con su vida y sus palabras, este mismo llamado cuarto
Evangelio.
Del mismo modo, el anónimo
"discípulo al que Jesús quería" me parece que no es "uno",
sino "muchos". El propio texto de este Evangelio señala que Jesús quería
a Lázaro, a Marta la servidora, a María la del perfume, a la acogedora
samaritana, al convertido Nicodemo, a los novios de la boda, al ciego de
nacimiento, al paralítico de toda la vida, a Natanael, al funcionario real, a
los Doce... Y quiere Jesús también a todos aquellos que se hacen servidores
lavando los pies de los "considerados esclavos" y a los que aman a
los demás como él enseñó a amar (13,35). ¿Acaso todas estas personas no son
explícitamente y uno a uno el discípulo preferido de Jesús? ¿Acaso tú y yo no
nos sentimos constantemente queridos por Jesús? Si todos estos "discípulos
amados de Jesús", que decidieron vivir como él, tuvieran la osadía de
narrar su fe en Jesús, ¿cabrían acaso en el mundo sus testimonios escritos?
Por todo esto, para mí, y así
lo escribo y lo digo abiertamente, el autor de este cuarto Evangelio es también
usted mismo, ¿por qué no? Carmelo Bueno Heras. Educar hoy 78 (junio
2001).
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