domingo, 23 de mayo de 2021

Domingo de Pentecostés Ciclo B (23.05.2021): Juan 20,19-23. El aire es VIDA, es el espíritu y CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 26º: 23.05.2021- LA NARIZ DE JESÚS

 

Nadie manda en el aire

El pasado martes, día 11 de mayo de 2021, hubo Motu Proprio del Sumo Pontífice Francisco... A estas alturas del fin de semana la noticia se conoce en medio mundo y en buena parte del otro medio. Más de uno habrá exclamado "¡Por fin!". Ahora sólo deseo transcribir dos citas textuales y casi nada más. 

La primera cita es el comienzo de la Carta apostólica: "El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo" (nº 1). 

La segunda cita es un poco más amplia y dice así al referirse a las personas de los Catequistas: "Se requiere que sean fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos, dispuestos a ejercer el ministerio donde sea necesario, y animados por un verdadero entusiasmo apostólico. En consecuencia, después de haber ponderado cada aspecto, en virtud de la autoridad apostólica instituyo el ministerio laical de Catequista. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se encargará en breve de publicar el Rito de Institución del ministerio laical de Catequista" (nº 8).

Entiendo que está bien claro que se trata de un 'ministerio' (en minúsculas, desde su origen latino del 'menos que') por estar a la orden y al servicio de un MAGISTERIO (en mayúsculas, desde su origen latino del 'más que'). El Magisterio reside en el sacerdocio y el diaconado; en cambio, el ministerio es lo propio y adecuado para el laicado. ¿Pero no se nos ha dicho, y repetido hace nada, aquello del 'TUTTI FRATERLLI'? 

¡¡¡Seguimos anclados en los dos párrafos de Lumen Gentium 9!!! En el primero de ellos todos somos iguales desde el Bautismo. Pero inmediatamente, en el segundo párrafo, unos son los que mandan, porque en ellos reside toda la autoridad y son pastores como el Pastor único, y otros son los que obedecen para el buen funcionamiento de la institución eclesial. 

No hemos superado nada de esta realidad. Parece que estamos acostumbrados al baile de las normales rutinas de la autoridad romana vaticana: dos pasos hacia adelante y uno y medio hacia atrás. Y creemos que progresamos adecuadamente. Pues ya se ve... Y que cada mente aguante la realidad de sus preguntas y de sus propias respuestas. Creo que así son estos datos. No voy a tratar de convertir, cambiar o transfigurar nada, sólo trato de comprenderlo. Y me sigo diciendo muy personalmente que 'Así, no'.

Y, por cierto, si el ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo, ¿cómo se come eso de que yo ahora y por mi autoridad instituyo... qué...? Me declaro incompetente para armonizar tanta contradicción, y lo escribo.

El aire de pentecostés sopla donde y como quiere. Y una cosa es cierta, sea como sea la realidad en apariencia o en virtualidad, el aire no es patrimonio de nadie. Nadie manda en el aire. Cuanto más aire 'se consume', qué insondable misterio, más aire 'existe y se mueve'. Lo que sí me sorprende es ¡lo tardo y lento que soy en aprender!

Pero todo llegará, me siguen aconsejando mis neuronas. 

A continuación siguen los comentarios del relato de Juan y otra sugerencia sobre 'La nariz del judío y laico Jesús'.

En el archivo adjunto se encuentran también estos mismos comentarios.

 

Domingo de Pentecostés Ciclo B (23.05.2021): Juan 20,19-23. El aire es VIDA, es el espíritu. Me lo digo y lo escribo CONTIGO,

Después de celebrar la memoria de la Ascensión, se nos propone en la Iglesia católica la celebración de la Bajada del Espíritu desde lo alto hasta la tierra. Fiesta de Pentecostés. Según la tradición, es tiempo de Confirmaciones en las diócesis eclesiásticas católicas. Y con este sacramento, que suele celebrarse alrededor de los 18 años, se concluye el tiempo de la ‘iniciación cristiana’. Primero fue el Bautismo y después la Comunión-Eucaristía. No siempre fue así en nuestra Iglesia, pero así suele celebrarse ahora.

 Pentecostés es el tiempo del Espíritu. ¿Se habrá elegido por este motivo la lectura de Juan 20,19-23? Sobre todo y especialmente por Jn 20,22: “Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: recibid el Espíritu Santo”. Esto que se dice de Jesús de Nazaret sucede, según este Evangelio, el primer día de la semana por la tarde, cuando el día de aquella primavera de Jerusalén estaba dejando paso a la llegada de la noche. Según este narrador de los hechos, la Bajada del Espíritu no aconteció cincuenta días después de la resurrección, se la entienda como se la desee entender.

 En este momento y según el Evangelista, las seguidoras y seguidores de aquel Jesús de Nazaret estaban reunidos y compartían el miedo de ser identificados con el condenado, ejecutado y sepultado Jesús de Nazaret. Quiero imaginar que para este Evangelio estaban ahí el llamado discípulo amado, Pedro y María Magdalena. Así lo comprendo después de haber leído Juan 20,1-18 donde se nos cuenta lo sucedido en la mañana de aquel mismo día.

 En cambio, en aquel recinto cerrado a cal y canto no se encontraban dos de los llamados DOCE seguidores. El uno, Judas el traidor. Y el otro ausente es Tomás. Ni el uno ni el otro recibieron en aquella tarde-noche el soplo del Espíritu Santo. Probablemente, Tomás lo debería haber recibido ocho días más tarde, pero nada de esto se nos dice en Jn 20,24-29. Tal vez ésta pueda ser la razón no confesada por la que ningún papa de la iglesia católica quiso adoptar el nombre de Tomás.

 No deseo que se olvide que el autor de estas noticias escribe en la última década del siglo primero de la historia. Más de sesenta años después de que estos supuestos acontecimientos hubieran sucedido. Ninguno de los tres Evangelista anteriores nos cuenta estas cosas del primer día de la semana de esta manera. Por más que un investigador concienzudo pretenda encajar las piezas de los hechos sobre los cien primeros días después de la muerte de Jesús, por poner un tiempo estimado razonable, jamás conseguirá componer la cuadratura de este círculo.

 En medio de tanta inseguridad incierta ante lo que sucedió o no sucedió me seguiré preguntando por la presencia del Espíritu, sea de Dios, sea de Jesús o sea de todo ser que respira. ¿Será el Espíritu aquello que los sabios judíos llamaban ‘ruaj’, vocablo femenino, soplo, aliento, aire, brisa o vendaval?

 ¿Será el Espíritu aquello que los sabios griegos llamaban ‘pneuma’, también aire, aliento, viento? ¿Será, por fin, o también, el Espíritu la tercera persona de la trinidad divina que los sabios cristianos se atrevieron a simbolizar en una paloma que recordaría siempre aquella paloma mediterránea del arca de Noé que sobrevoló las aguas del universal diluvio?

 Y con estas preguntas en mis entrañas, la imaginación de mis neuronas sólo alcanza en cada reflexión que me hago sobre el Espíritu que éste no es otra realidad que el aire que tú y yo respiramos. O que él nos respira. ¿Respirar no es vivir? El aire se nos hizo casi grito en el nacer. El aire nos mantiene, es abundante, es gratis, está siempre. Es VIDA, es el espíritu. Carmelo Bueno Heras 

 

CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos. Domingo 26º: 23.05.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...

LA NARIZ DE JESÚS

 Después de evocar en esta página bíblica el asunto de las manos, la boca, los oídos y los ojos de Jesús, imagino que los lectores asiduos esperan que escriba sobre el quinto sentido de Jesús, para completar los modestos apuntes de una sugerente Cristología a la vez corporal, existencial y humana. ¿Cómo era la nariz de Jesús? Tal vez tengamos que preguntárselo a los artistas que se atrevieron, en la historia de la expresión plástica religiosa, a inmortalizar la nariz de Jesús. La contemplación de sus múltiples obras no nos disipará las dudas: seguramente habrá tantas narices como pintores, grabadores o escultores. Quizá, como alternativa, sea bueno observar a cuantas personas judías se crucen por el camino de nuestra vida para catalogar sus distintos tipos de nariz. Intuyo que esta exhaustiva investigación nos aportará un elevado número de dudas sobre la nariz de Jesús. Ciertamente, la nariz de Jesús era judía.

 

Los relatos evangélicos tampoco clarifican la respuesta, porque sus autores nunca se plantearon tal pregunta. Sin embargo, la lectura de estos relatos nos descubre al menos dos datos relacionados con esta curiosa cuestión de la nariz de Jesús. Su capacidad olfativa se vio alterada por la fragancia de un fino perfume valiosísimo y por el hedor irrespirable de la descomposición de la vida. El primer dato está presente en las cuatro tradiciones evangélicas (Mc 14,3-9; Mt 26,6-13; Lucas 7,36-50; Jn 12,1-11). El segundo, sólo se puede encontrar en el texto del cuarto Evangelio (Jn 11,32-42).

 

Sí, la nariz de Jesús percibió el irrespirable hedor de la descomposición de la vida en la figura de Lázaro. Ante este hecho, Jesús lloró y cuantos lo vieron comentaban lo mucho que le amaba. Si Lázaro hubiera sido una persona de “carne y hueso” devuelta a la vida después de su muerte, ¿los evangelios sinópticos no nos habrían contado tan sorprendente acontecimiento? Lázaro es, según los investigadores de las cuestiones bíblicas, símbolo del Israel que rechaza la vida que es Jesús, que rechaza el pan, la luz, el agua y el templo de Dios que es Jesús y por eso, irremediablemente muere. Rechazar a Jesús es rechazar también al Dios Padre de todos en quien cree. Pero, no todo el pueblo es así. Ahí están Marta y María, hermanas del muerto, que acogen a Jesús y confiesan su fe en la luz y en la vida que él encarna. El hedor de la descomposición de la vida no es otra cosa que el rechazo de la persona de Jesús y de su Dios. Ante estas actitudes, Jesús se siente siempre profundamente conmovido y por eso actúa.

 

También la nariz de Jesús se alteró al verse impregnado por las esencias de un perfume derramado sobre él por María, según Juan, o por una desconocida mujer, según los sinópticos. Tales mujeres sabían bien lo que su gesto representaba: le estaban proclamando el “Mesías-Cristo” de Dios. Esta confesión de fe, esta acogida de Jesús y esta confianza puesta en él eran, según el judaísmo de entonces, una blasfemia. Con este gesto simbólico estaban firmando su propia sentencia de muerte y la de Jesús (Éxodo 30,22-33). Ante estas actitudes, también Jesús se siente conmovido y recomienda que este gesto sea siempre recordado allí donde se anuncie la Buena Noticia de Dios.

 

La nariz de Jesús era judía. Por eso conoció el aroma de aquella religiosidad que conducía a la descomposición de la vida. Ante todo esto, la nariz de Jesús exhaló e inhaló el perfume alternativo de su Buena Noticia, que unas mujeres acertaron a percibir y a difundir. Carmelo Bueno Heras. Educar hoy 101 (febrero.2006). 

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