Pasó la Pascua. Otra más.
El camino de una nueva Pascua
quedará ya recorrido y acabado y sellado. Será el domingo nueve de mayo. Cada
uno podremos saber cómo fue la experiencia de este año. Toda Pascua es el
recuerdo de 'un paso'. A veces puede ser el recuerdo de un paseo, el recuerdo
de un paso a paso, la constante constatación de 'pasar'... Correremos siempre
el peligro de ser pasantes, paseantes, pasadores o incluso pasotas...
Pasa el sol, la luna, el
aire, el río, la luz, la semilla que despierta, el camino, la hoja de un libro,
la línea de un verso, un dolor, una fiebre, un fracaso, un éxtasis, una
vacuna... Todo pasa y todo queda, decía un poeta sencillamente sabio como don
Antonio Machado, el educador y amante de las palabras y de las imágenes...
En el último domingo de la Pascua
quiere la iglesia que nos leamos Juan 15,9-17, unas palabras que según
su Evangelista pronunció Jesús en aquella sala donde compartió la cena final
con sus seguidoras y seguidores. El diálogo de aquellos comensales continúa
hasta el final del capítulo decimoquinto y durante los dos siguientes
capítulos. Pero lo último que se nos va a leer en este domingo será Juan
15,17, textualmente: "Lo que os mando es que os améis unos a
otros".
Recordamos que esto ya se lo
habíamos oído o leído a este Jesús de Nazaret en Juan 13,35.
Volveré a decir que éste
parece ser que es el único mandamiento del Jesús del cuarto Evangelio. Frente a
los diez de aquel Moisés y de su Yavé-Dios, nos encontramos ahora con el único
de Jesús. Y en la tradición de nuestra religión se ha tenido que discernir. Y
ahí seguimos con aquellos diez a cuestas.
Una vez más nos encontramos
con un Jesús de Nazaret provocativo, provocador.
Jesús de Nazaret no deja de
ser judío, no deja de ser creyente, no deja de ser humano. Pero parece que lo es
'a su manera'. Recuerdo este dato porque tengo un compromiso escrito desde la
presentación anterior. Se recordará que copié al pie de la letra la cuarta de
las veinte tesis que nos dejó el teólogo suizo Hans Küng, que acaba de pasar
del 'aquí' al 'allá' (¿Y...?). En esas veinte tesis de su reflexión crítica,
como muchos habrán vuelto a constatar, se responde a tres preguntas:
¿Quién es cristiano? (tesis
1-3)
¿Quién es Cristo? (tesis
4-15)
¿Quién obra cristianamente?
(tesis 16-20)
Y quienes se hayan acercado
nuevamente a este librito (20 tesis sobre ser cristiano, Cristiandad,
Madrid, 1977, 96 páginas) habrán constatado que a estas tesis primeras le
siguen otras "16 tesis sobre el puesto de la mujer en la Iglesia y la
sociedad" páginas 79-88.
Dicho todo esto, vuelvo al
texto inspirado del universal don Antonio Machado, "al volver la vista
atrás..."
Punto y seguido, final del
tiempo de Pascua, sin embargo el camino sigue: 'El sol es radiante en tiempo de
luna menguante,
adelante'.
A continuación se encuentran
los comentarios bíblicos.
Domingo 6º de
Pascua Ciclo B (09.05.2021): Juan 15,9-17
Que os améis los
unos a los otros. Me lo escribo
CONTIGO,
Comenté la semana pasada que me iba a
dedicar a la lectura de Juan 15-17. Me parecía poco lo propuesto por la
autoridad litúrgica vaticana a la que se le llena la boca con los consejos
sobre la lectura del Evangelio. Ellos dicen, y no hacen, creo yo. Repetiré
ahora aquí una de mis propuestas siempre desoídas: Es tiempo oportuno para
establecer un Ciclo D dedicado a la lectura continuada y completa del cuarto
Evangelio en las cincuenta y dos semanas de un año para saborear una buena
noticia más sorprendente de lo que pueda imaginarse.
La
mano narradora de estos tres capítulos del llamado Evangelio de Juan creo que
es la misma que nos ha dejado escrito el Prólogo (Juan 1,1-18) donde se nos
presenta a Jesús de Nazaret en su identidad teológica de Palabra creadora junto
a Yavé Dios creador según la primera página del Génesis. Y es también la misma
mano narradora del último capítulo (Juan 21) en donde se nos cuenta la
aparición del resucitado Jesús de Nazaret en Galilea y en su Lago de abundancia
de peces, de vida y de futuro.
Para
este brillante narrador y teólogo, a quien llamaré Juan el de la Vid (Jn 15,1),
su Jesús de Nazaret es el único Hijo de Dios y Dios como él sin dejar de ser
una persona como lo fueron todos los importantes hombres o mujeres de la
historia pasada de este pueblo único entre todos los demás pueblos. Después de
leerse con detenimiento Juan 15-17 se comprende que la identidad del Dios Yavé
de Israel quede superada definitivamente en esa identidad que se acabará
llamando Trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Nadie que lea y medite
críticamente, por ejemplo, Juan 16,12-15 dejará de recordar el misterio del
credo y del dogma cristiano.
Ojalá
pudiéramos tener la oportunidad de proclamar en las asambleas litúrgicas estos
mensajes tanto del primer autor a quien llamamos Juan, como de este segundo
Juan el de la Vid que se atrevió a ser un editor creativo de la buena Noticia
de Jesús de Nazaret que nos había dejado el primero. Por esta misma razón nos
invita en su capítulo final a todos los lectores a hacer otro tanto y compartir
quién es para cada uno aquel Jesús de Nazaret vivo en los adentros de cada
creyente (Juan 21,24-25).
Dicho
todo lo anterior, y escrito queda, deseo detener mis neuronas en un par de
versículos del relato que se nos va a leer y comentar en la Palabra de la
Celebración del domingo día nueve de mayo (Juan 15,9-17).
Escucharemos
este mensaje puesto en boca de este Jesús del segundo Juan 15,12:
“Este es mi
mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado”.
Un
poquito después y como palabras finales de este relato proclamado oiremos del
mismo Jesús y del mismo Juan 15,17:
“Lo que os
mando es que os améis los unos a los otros”.
Seguramente
que a unos les sonarán igual ambas expresiones y a otros no. La diferencia es
evidente. Sólo pretendo advertir: mi sentido común me dice que cada uno es como
es. Cada uno somos como somos y por muchos que sean nuestros esfuerzos jamás
llegaremos a sentirnos, identificarnos, sabernos y empatizarnos hasta ser ‘como
el otro’. Más de uno recordaremos aquello de que ‘cada cual se siente a gusto
en sus propias zapatillas’.
Acabo
el comentario con el clarificador mensaje, por su sencillez y precisión, de
ambos Juanes (Jn 13,35 el primero y Jn 15,17 el segundo): “Que os améis los
unos a los otros, en esto conocerán todos que sois como yo; éste es mi
único mandamiento”. Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la Biblia entre las manos.
Domingo 24º: 09.05.2021. Después de comentar
los cuatro Evangelios y Hechos ¡completos!...
JUAN
TRECE TREINTA Y CINCO
Tengo
la intuición de que los lectores de esta página no acudirán inmediatamente a
consultar en su Biblia la citada cita. Se espera que en algún momento se transcribirá su contenido. Lo
hago ya, para no demorar la presencia de esta miel en tus labios de curiosidad:
“En esto conocerán todos que sois mis discípulos”. Pero, ¿sabrías
completar mentalmente el mensaje?
Estas
palabras brotan de la boca de Jesús en un momento singular. Se acaba de narrar
el sorprendente gesto del lavado de los pies de los discípulos y ha finalizado
la cena, la última de Jesús con los suyos. Nos gustaría saber lo que ocurrió
después. Lucas (22,19-27) nos dice que se desató entre ellos un altercado. Para
Mateo y Marcos, la cena concluye con el canto de unos salmos. El cuarto
evangelio, ¿más informado o mejor intérprete de los hechos?, narra un
prolongado diálogo de sobremesa de Jesús con los Once.
Jesús
inicia este diálogo. Las palabras de este versículo cierran su primera
intervención. A cualquier oyente le suenan a síntesis de lo que se ha deseado
comunicar. Podría decirse que se trata de una precisa declaración de
principios. Jesús está señalando los perfiles del signo por el que serán
reconocidos todos y cada uno de sus seguidores: los presentes en aquel lugar y
los futuros, en cualquier rincón del mundo y de la historia. ¿Pronunció Jesús
estas palabras en tan memorable espacio y tiempo? ¿No es extraño que sea sólo
este evangelista el que nos las haya transmitido? Creo que nadie tuvo o tendrá
la verdadera respuesta a estas preguntas. Lo que sí importa es la convicción
que tiene este autor y sus primeros oyentes que se han atrevido a poner en boca
del Maestro las señas de identidad de la vida, la fe y la misión de todo
seguidor de Jesús.
En
la declaración de estas señas de identidad no figura alusión alguna a la divina
ley de Moisés. Nada se dice de tiempos, lugares, ritos, posturas, frecuencias,
modos, grados, cantidades... Lisa y llanamente, como se dice en el lenguaje de
nuestras gentes, “si os amáis unos a otros”. Esto es todo. Éste es el
signo. ¿Cuándo hay que amarse?, ¿dónde hay que amarse?, ¿cómo hay que amarse?,
¿hasta dónde hay que amarse?, ¿para qué, por qué...? Si él o aquellos primeros
seguidores no le pusieron fronteras al amor, ¿quién es quién para hacerlo?
Y
termino. Los comentaristas del evangelio de Juan han escrito de esto más y
mejor que lo que acabas de leer. He querido expresar una vez más mi profunda
alegría al releer, meditar, orar o vivir desde esta profunda experiencia
humanizadora y cristiana. He querido recordar contigo las palabras de este
versículo, porque nunca las encontrarás en el Código de Derecho Canónico, ni en
el Nuevo Catecismo de la Iglesia, ni en el Diurnal de las Horas. Tan sólo las
hallarás una vez en todos los documentos del Concilio Vaticano II (AA, 8).
Y,
lo que más me duele: si cada domingo acoges en tu corazón la buena noticia del
evangelio, sólo disfrutarás la felicidad de oírlas una vez cada tres años, el
quinto domingo de Pascua del ciclo C. Afortunadamente, siempre podrás tener en
tus manos Jn 13,35. Carmelo
Bueno Heras. Educar hoy 89
(octubre 2003).
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