En Brasil se han abierto las ventanas del
infierno
2019-02-08
En Brasil hay una
constatación innegable: en muchos sectores se nota la irrupción de odio, de
ofensas, de palabras gruesas de todo tipo, de distorsión, de prejuicios y de
miles y miles de fake news que, en gran parte, dieron la victoria al
presidente actual. Hay también youtubers que falsean la realidad,
mezclando palabrotas con burlas y burdo moralismo, susceptibles de un proceso
judicial.
‘Comunista’
y ‘socialista’ se han vuelto palabras acusadoras. Ni siquiera se define su
significado real, como si estuviésemos todavía en la Guerra Fría de hace
treinta años. Cuántos, incluso un ministro de parcas luces, envían a sus
críticos a Cuba, Corea del Norte o Venezuela... La mayoría no ha leído una sola
página de Teología de la Liberación, tenida por marxista. Ignoran cuál es su
propósito básico: la opción por los pobres y por su liberación, esto es, a
favor de la mayoría de la humanidad, que es pobre. En fin, respiramos aires
tóxicos.
Muchos
muestran una completa falta de educación y degradación de la mente. En la
campaña electoral esta rabia encubierta salió del armario. Se ha reforzado la
violencia preexistente, dando legitimación a una verdadera cultura de violencia
contra indígenas, quilombolas, negros y negras, especialmente contra los LGBTI
y los opositores.
Necesitamos
comprender el por qué de este despropósito demencial. Nos iluminan dos
intérpretes de Brasil pertinentes aquí: Paulo Prado, Retrato de Brasil;
ensayo sobre la tristeza brasilera (1928) y Sérgio Buarque de Holanda, Raíces
de Brasil (1936) en su capítulo V: “El hombre cordial”.
Ambos
tienen algo en común, al decir de Ronaldo Vainfas, pues los dos «intentan
descifrar el carácter brasilero a partir de sus emociones» (Intérpretes de
Brasil, vol. II, 2002 p.16), pero lo hacen en sentido contrario. Paulo
Prado es profundamente pesimista caracterizando al brasilero por la lujuria, la
codicia y la tristeza. Buarque de Holanda hace diferenciaciones en cuanto a la
cordialidad.
«La
aportación brasileña a la civilización será la cordialidad, daremos al mundo el
“hombre cordial”. La llaneza en el trato, la hospitalidad, la generosidad,
virtudes tan alabadas por los extranjeros que nos visitan, representan, en
efecto, un rasgo definido del carácter brasileño» (p. 106). Pero luego observa:
«Sería un engaño suponer que estas virtudes puedan significar “buenas maneras,
civilidad” (107). Y continúa: «La enemistad bien puede ser tan cordial como la
amistad, ya que una y otra nacen del corazón» (107, nota 157). Sabemos que del
corazón emergen tanto el amor como el odio. La tradición psicoanalítica nos
confirma que en él impera el reino de los sentimientos. Estimo que definiríamos
mejor el carácter del brasileño si sostuviésemos que su diseño básico no es la
razón sino el sentimiento. Y este es contradictorio: puede
expresarse como amor y también como odio virulento.
Pues
esta faceta dual, ambigua, de la “cordialidad”, mejor dicho “del sentimiento”
del brasilero, adquirió alas hoy y ha ocupado mentes y corazones. Domina la
“falta de buenas maneras y de civismo”. Sólo tienes que abrir los sitios web,
los twitters, facebooks y youtubes para constatar que las ventanas del infierno
se han abierto de par en par. De ahí salieron demonios, separando a personas,
ofendiendo a figuras tan beneméritas como Dráuzio Varela y como a la
mundialmente apreciada de Paulo Freire. La palabra de un incivilizado ocupa el
mismo espacio que la del Papa Francisco o la del Dalai Lama. Pero éste es sólo
el lado de sombra del sentimiento brasileño. Está también el lado de luz,
enfatizado antes por Buarque de Holanda y también por Cassiano Ricardo. Tenemos
que rescatarlo para que no tengamos que vivir en una sociedad de bárbaros en la
que nadie consiga convivir humana y civilizadamente.
No
hay por qué desesperarse. La condición del propio universo está hecha de orden
y desorden (caos y cosmos), las culturas poseen su lado sim-bólico y dia-bólico
y cada persona humana está habitada por la pulsión de vida (eros) y la
pulsión de muerte (thánatos). Tal hecho no es un defecto de la creación,
es la condición natural de las cosas. Las religiones, las éticas y las
civilizaciones nacieron para dar hegemonía a la luz sobre las sombras a fin de
impedir que nos devoremos unos a otros. Termina el pesimista Pablo Prado: «la
confianza en el futuro no puede ser peor que en el pasado» (p. 98). Estamos de
acuerdo.
Nos
inspira este verso de Agustín Neto, líder de la liberación de Angola: «No basta
que nuestra Causa sea pura y justa. Es necesario que la pureza y la justicia
existan dentro de nosotros» (Poemas de Angola, 1976, 50).
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