Davide Barbieri está ahora casado, tiene 6 hijos y evangeliza a multitud de jóvenes
De gánster, a vagabundo destruido por la heroína: el Santísimo le «enganchó» y transformó su vida
Davide Barbieri era un despojo para el mundo, una persona que no debe ser vista. Traficante de drogas, ladrón y finalmente también adicto a la heroína nadie creía en él hasta que una persona mayor le encontró viviendo en la calle y le dijo que había alguien que le quería. Años después Davide pudo salir de este mundo gracias a un potente encuentro con Dios, se casó, es padre de seis hijos, y es él ahora el que ayuda a los jóvenes a salir de la adicción utilizando a Cristo como la mejor medicina posible.
Este italiano nacido en un pequeño pueblo cercano a Turín recuerda no haber tenido una infancia feliz. “Mis padres no estaban muy unidos. Mi padre apoyaba al Partido Comunista y mi madre sufrió una depresión crónica toda su vida”, afirma en una entrevista en el programa Cambio de Agujas de Euk Mamie.
Las "heridas profundas" de su infancia
Todo lo que llegaría después en su vida se fue sembrando en su infancia y adolescencia. Creció en una familia en la que el amor no existía, es más, define aquellos años como un “reino del terror” pues su padre les pegaba creyendo que así había que hacer las cosas. Mientras tanto, su madre debido a su enfermedad mental unas veces actuaba como católica, otras se sentía budista o incluso no creía en nada. “En casa había mucha confusión”, señala, y esto fue provocando “heridas muy profundas” en su interior.
Davide, tras el Papa durante la última visita que Francisco realizó a Irlanda en 2018, y donde su familia dio la bienvenida al Pontífice en el santuario de Knock
En aquel tiempo fueron los salesianos los que frenaron lo que más adelante se desataría. Él y su hermano pasaban las tardes en el oratorio. Allí jugaban al fútbol. “Esa parroquia fue mi familia, y esa gente buena nos cuidaba. Eran personas llenas de amor y de alegría. Y esto no lo recibía en casa”.
Sin embargo, esa falta de amor en casa estalló en forma de rebeldía. Davide empezó a robar dinero a su madre y a los 12 años sus compañeros del equipo de fútbol le introdujeron en el tabaco, el alcohol y la marihuana. Muy rápidamente empezó a abusar de estas sustancias “para matar el dolor que llevaba dentro de mí”.
El salto al vacío
Pero el salto definitivo al vacío lo dio a los 14 años cuando empezó a consumir heroína. Era su respuesta a su sufrimiento interno. Esta destructiva droga sería su compañera inseparable durante los siguientes 11 años.
A partir de ese instante, la droga fue su “dios”. Siguiendo a aquellos que le metieron en este mundo de muerte se convirtió en un criminal internacional. “Viví en Holanda, en Francia, en España y traficaba con drogas de Holanda a Italia, robaba bancos y a la gente por la calle. Pienso que todo el rencor que guardaba dentro salió. No temía la muerte. Pensaba que nadie podía hacerme daño porque ya había sido dañado en casa. Esta máscara me iba perfectamente bien y me hice un profesional de ello”, relata Davide.
Inmerso en una oscuridad total intentó suicidarse hasta en cinco ocasiones. Sin alegría y sin ningún deseo por vivir la heroína estaba acabando con él. Pesaba 40 kilos, estaba enfermo del hígado, sólo le funcionaba un riñón y las venas las tenía destrozadas de los pinchazos.
De traficante a vagabundo consumido por la droga
Así fue como este hombre acabó en la calle como vagabundo, durmiendo entre cartones en la estación de tren de Turín. Pero entonces apareció un ‘ángel’ en su vida llamado Peter.
Cada lunes por la noche, este hombre mayor iba a la estación a dar té caliente y un bocadillo a las personas sin hogar. Allí conoció a Davide. “¿Cómo estás, hijo mío?”, le preguntó. “Nunca había escuchado palabras así antes. Peter fue un salvavidas, era Jesús para mí, fue mi primer encuentro con Jesús”, recuerda de aquel momento.
Y al volver otro día este buen samaritano le dijo: “’Si algún día te despiertas y estás harto de esta vida hay un sitio que te espera’. Y me dio una tarjeta de la Comunidad del Cenáculo”.
"No quiero morir en la calle"
Ese día llegó. Se despertó la mañana del 16 de agosto de 1996. Se pinchó y en un tren fue a casa de sus padres cinco años después de que hubieran tenido la última noticia suya. “No quiero morir en la calle”, le dijo a su madre destrozado cuando ésta abrió la puerta. Pero para poder flanquear la entrada su madre le hizo que prometiera que iría a la comunidad del Cenáculo. Él accedió.
Cinco días después, el 21 de agosto, entraba en esta comunidad católica que ayuda a personas con adicciones. Allí estaba Peter, su ángel. Davide pasó cinco años en esta casa y salió siendo una persona completamente nueva. Había literalmente resucitado.
Una nueva vida gracias a Dios
“Me enamoré de Jesús en cuanto entré por la puerta. Supe que estaba en casa”, cuenta. Aunque no todo fue fácil, pues tuvo que luchar duramente contra la adicción y las tentaciones del demonio.
De hecho, la Adoración era algo que le costaba entender y que calificaba como sectario. Además, un sacerdote cada noche le despertaba a las dos de la madrugada para que fuera a la capilla ante el Sagrario. Davide no quería y cuando al fin iba intentaba molestar a los demás.
Insistiendo a este sacerdote por qué le despertaba a esas horas la respuesta fue la siguiente: “Jesús me lo mandó, te quiere ahí a esa hora, es la hora de la misericordia”.
Enganchado, pero al Santísimo
Davide sorprendido por esta contestación cerró los ojos y dijo entonces para sí mismo: “Jesús, enséñame, ¿eres real o no? Las lágrimas cayeron de mis mejillas, pero no eran de tristeza sino de alegría".
En los siguientes seis meses todas las noches se levantaba y Dios le mostró cada momento en su vida en la que había estado presente y él no le había visto. En los años en los que estuvo en la comunidad nunca más faltó a su cita con el Sagrario a las 2 de la madrugada.
El Papa saluda a Davide, a su esposa y a sus seis hijos en el santuario de Knock en Irlanda
Una vida entregada al prójimo
Siendo literalmente un hombre bueno dejó la comunidad en 2001 y entonces abrió ayudó a abrir una casa de la comunidad en Irlanda. Allí Dios tenía reservado un gran regalo para él. En este país conoció a su esposa, con la que hoy tiene seis hijos. “Somos personas sencillas, pero amamos a Dios muchísimo”, afirma.
Destaca ese amor de su esposa por un rechazado, un criminal como era y que le aceptó como era. “Sabia quien era y Dios nos bendijo con seis hijos. Me bendijo cuando estaba en la estación de tren y cuando me rendí a su amor todo salió bien”.
Ahora, Davide Barbieri es un laico activo y comprometido en Irlanda. Durante la visita del Papa Francisco en 2018 a Irlanda su familia fue la encargada de saludar y recibir al Pontífice en el santuario mariano de Knock.
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