Santos Mártires de la caridad
fecha: 28 de febrero
†: 262 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: 262 - país: Egipto
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: Conmemoración de los santos
presbíteros, diáconos y otros muchos, que en Alejandría de Egipto, en tiempo
del emperador Galieno, al declararse una gravísima epidemia, se entregaron al
servicio de los enfermos hasta morir ellos mismos, motivo por el cual la piedad
de los creyentes los consideró corno mártires.
La peste había hecho estragos en la mayor parte del Imperio Romano, durante
los años 249 a 263. Se dice que en Roma habían muerto cinco mil personas en un
sólo día. La ciudad de Alejandría fue una de las más severamente castigadas por
la epidemia; san Dionisio de Alejandría nos dice que ahí se declaró el hambre,
y que esto había provocado tumultos y violencias tan graves, que era más fácil
ir de un extremo al otro del mundo conocido, que atravesar de una calle a otra
en el interior de la ciudad. A estas desgracias vino a añadirse la peste, que
causó tales estragos, que no había casa en la que no se llorara por lo menos a
un muerto. Los cadáveres yacían insepultos; el aire estaba cargado de microbios
y de los vapores pestilenciales del Nilo. Los sobrevivientes vagaban
aterrorizados y el miedo volvía a los paganos crueles, aun con sus parientes
más cercanos. En cuanto alguien caía enfermo, sus amigos huían de él; los
enfermos eran arrojados de su propia casa, antes de morir.
En tan angustiosas circunstancias, los
cristianos de Alejandría dieron gran ejemplo de caridad. Durante las
persecuciones de Decio, Galo y Valeriano habían tenido que ocultarse; sólo
podían reunirse en secreto, o en los barcos que partían de Alejandría, o en las
prisiones. La peste les permitió salir de sus escondrijos. Sin temor al
peligro, acudieron a asistir a los enfermos y a reconfortar a los moribundos;
cerraban los ojos a los muertos y transportaban los cadáveres. Aunque sabían
perfectamente que se exponían a contraer el mal, lavaban y enterraban
decentemente a las víctimas de la enfermedad. El obispo de la ciudad escribió:
«Muchos que habían curado a otros murieron apestados. La muerte nos ha
arrebatado así a los mejores de nuestros hermanos: sacerdotes, diáconos y
laicos excepcionales. Su heroica muerte, motivada por la fe, apenas es inferior
a la de los mártires». Reconociendo el valor de estas palabras de san Dionisio,
el Martirologio Romano honra a esos distinguidos cristianos como mártires. La
caridad que mostraron asistiendo a sus perseguidores en las enfermedades, es un
ejemplo de lo que debe ser nuestra actitud con los pobres, que no son nuestros
enemigos, sino nuestros correligionarios.
Lo que sabemos sobre los actos de caridad
de los cristianos en Alejandría, figura en los escritos de Eusebio. Historia
Eclesiástica, lib. VII, c. XXII, donde se reproduce la carta de San Dionisio.
El texto griego se encuentra en la edición de Feltoe de The letters and other remains
of Dionysius of Alexandria, pp. 79-84. El cuadro es «La plaga de Ashdod», de
Nicolás Poussin (1630), Museo del Louvre, París.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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