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Monseñor Enrique Díaz Díaz: Buscando guías
VIII Domingo Ordinario
Sirácide 27, 5-8: “No alabes a nadie antes de que hable”.
Salmo 91: “¡Qué bueno es darte gracias, Señor!”.
I Corintios 15, 54-58: “Nos ha dado la victoria por nuestro Señor Jesucristo”.
San Lucas 6, 39-45: “La boca habla de lo que está lleno el corazón”.
Caminábamos en medio de la selva al paso del experto guía a quien acompañaba su hijo pequeño. En medio de veredas, piedras, lodos y riachuelos, con frecuencia el camino se tornaba difícil. Cuando llegábamos a algún paso complicado, invariablemente el guía se dirigía a su niño advirtiendo: “Fíjese dónde pisa, porque se puede caer”. Nosotros entendíamos que no sólo lo decía por el niño, sino también por nosotros. Después de cuatro o cinco advertencias, el pequeño, fastidiado por tantas indicaciones, se volvió a su padre y le contestó: “Fíjese dónde pisa usted, porque donde usted pise, yo también voy a pisar”. Es más fácil seguir las huellas que las palabras. ¡Qué fácil es decir a los otros por dónde caminar! ¡Qué difícil dar el ejemplo! Educar es acercar, acompañar, dar testimonio.
Jesús enseña con su palabra y con su ejemplo. Sus “consejos” a los discípulos recogen la sabiduría popular y la sicología natural: un ciego no es un buen guía, un discípulo no es más que su maestro, la viga estorba más que la paja, cada árbol se reconoce por sus frutos y de lo que hay en el corazón habla la boca. Dichos populares pero que encierran profundas verdades aplicadas al camino del Reino, a la vida familiar y la vida de comunidad. Ahora que se ponen sobre el tapete y se cuestionan las formas y reformas educativas convendría tener muy presentes estas sencillas sentencias. ¿Quién está educando a los niños? ¿Quién dirige a la sociedad? Es hermoso ver que la mayoría de nuestras escuelas, las calles y caminos se ven llenos de jóvenes y niños que se encaminan a los centros de estudios. ¿Qué irán a aprender? ¿Cómo es la educación que se les está dando? Las lecturas de este día nos hacen reflexionar y nos ayudan a valorar los cimientos que tendremos en cuenta en la educación.
La primera condición para educar es dar vida. Y la vida se da con el amor, con el ejemplo, con el acompañamiento y la cercanía. Las escuelas en general sólo podrán proporcionar conocimientos, pero no van enseñando actitudes. Pocos maestros, dignos de todo nuestro reconocimiento, se acercan a los alumnos para enseñarles el camino de la vida e infundirles valores. Es la tarea de los papás, de los maestros y de todos los educadores. Es cierto que debemos transmitir conocimientos, pero sobre todo debemos enseñar actitudes, valores y mirar el interior de los niños y de los jóvenes.
En el evangelio Cristo critica la forma de enseñar de algunos maestros que quieren guiar cuando ellos mismos están ciegos y no conocen el camino. “Saca primero la viga que llevas en el ojo” recomienda. No es raro encontrar quien critique todo y no proponga nada, quien se fije en los defectos de los demás y no viva con coherencia. Con frecuencia nos encontramos que quien educa contradice sus enseñanzas con su forma de vivir. Se pretende enseñar a base de regaños, insultos y agresiones, más que con cercanía y amor.
Hoy es importante reflexionar cómo es la educación y qué estamos haciendo para educar cristianamente. Ciertamente se ha generado mucha polémica con la nueva ley de educación, pero si no hace cambiar nuestras perspectivas y nuestras actitudes, leyes vendrán y se irán y nosotros seguiremos igual. Lo importante es educar en los valores, en la verdad y en el amor.
¿Quién está guiando a la sociedad? De repente entre los noticieros y sus comentaristas aparece una preocupación por “la gente”, expresión que no sé específicamente a quien se refiere, porque se pierde en el anonimato sin ninguna persona en particular. Y la “gente dice”, y la “gente escoge”, y la “gente prefiere”. Y a veces estas elecciones y estas propuestas parecen tan absurdas que uno se pregunta por qué la “gente” ha elegido lo que no tiene ningún sentido. Después descubrimos, con asombro, que hay “directores de opinión”, “manipuladores de masas” y “anónimos” en las redes sociales que se encargan precisamente de eso: hacer creer a las personas que ellas están eligiendo lo que ellos les han puesto por delante.
¿Quién guía a esta sociedad? ¿Por qué se adoptan posturas que parecen contrarias a nuestras costumbres y a nuestros ideales? Es una triste realidad que hay quienes se encargan de manipular y dirigir hacia sus fines comerciales, políticos y mercantilistas, el pensamiento de la sociedad. ¿Cuáles son sus intereses? ¿Cuáles son sus ganancias? Tendremos que estar muy atentos para descubrir quiénes y por qué nos guían.
Ya Jesús, desde aquellos tiempos, nos deja entrever que no siempre la “voluntad popular” es signo de democracia y que no siempre una abrumadora mayoría es signo de libertad. ¿Cómo explicar el Domingo de Ramos con aquella multitud exaltándolo y alabándolo, si a los tres días se presenta esa misma multitud condenándolo y exigiendo su crucifixión? Hay guías, líderes que no se tientan el corazón para conducir a la perdición con tal de lograr sus propósitos. Jesús nos pone en alerta, sobre todo después de habernos presentado el camino verdadero a la felicidad, para que no nos dejemos guiar por esos ciegos. “Si un ciego guía a otro ciego caerán los dos en un hoyo”. Se acusa la falta de líderes, pero hay líderes que guían a la corrupción, a las falsas felicidades y al fracaso. Cristo es nuestro único líder y nuestro único guía. Dejémonos guiar por sus silbos amorosos para encontrar la verdadera felicidad.
¡Qué difícil es encontrar un consejero sincero y sabio! Podremos tener muy buenos consultores económicos y fiscales, consejeros de negocios, pero encontrar a alguien en quien confiar nuestra vida, es bastante difícil. Ya decía un gran escritor que nadie acepta consejos y que, en cambio, todos estamos dispuestos a aceptar dinero, entonces, concluía, es más importante el dinero que los consejos. ¿Y quién se arriesga a dar un consejo? Todavía más difícil, porque tendríamos que ponernos en los zapatos del otro, en sus circunstancias y limitaciones, para poder aconsejar con sabiduría. Pero a lo que con frecuencia estamos dispuestos, es a criticar y a acusar. Lo vemos en nuestra patria: son muchas las acusaciones de partidos y de personajes, y pocas las aportaciones y compromisos. Esto sucede también en los grupos pequeños, en la comunidad y en la familia. Por eso es la invitación de Jesús a buscar primero la armonía y el equilibrio interior antes de buscar dar a otros la paz que nosotros no hemos encontrado.
Se necesita estar muy cercano al otro, participar de sus necesidades y forma de sentir, escuchar, atender para poder entender. No, de ninguna manera se trata de solapar o condescender con el mal. Ser muy claro para denunciar qué está mal, pero no condenar al que se ha equivocado. Ser duros con el pecado pero no con el pecador. Es lo que hace Cristo como nos lo manifiesta a cada momento San Lucas. Siempre está dispuesto a la misericordia pero también siempre tiene una gran claridad para desenmascarar el pecado y la mentira. ¿Quiénes son ahora nuestros guías y hacia dónde nos están llevando? Tendremos que pensar si la sentencia de Jesús condenando a “guías ciegos”, no se hace duramente real en nuestros ambientes. ¿De dónde toman los jóvenes sus modelos? ¿Cuáles son las aspiraciones que van poniendo en su corazón? Son muchas las preguntas y las reflexiones que hoy nos podemos hacer delante de Jesús. Que solamente Él sea nuestro guía y nuestro maestro.
Si todavía tenemos dudas sobre nuestros métodos de educar, contemplemos los resultados que hemos obtenido porque “cada árbol se conoce por sus frutos”. Nos encontramos con una sociedad fría, apática, alejada de Dios, egoísta y autosuficiente. ¿Qué hemos sembrado? ¿Cómo hemos educado? Cuando Jesús habla de los frutos, claramente se refiere a los frutos de justicia, de verdad, de amor. De esos frutos que brotan del corazón y no solamente de la boca. Cristo caminaba cercano a sus discípulos y les enseñaba más con el ejemplo que con las palabras: el amor, el servicio, la generosidad, los ideales… el Reino. Si estamos contentos con nuestra sociedad y lo que hemos logrado, continuemos educando igual. Pero si descubrimos que hemos errado el camino, tendremos que volver a Jesús que es el único camino que nos da la vida verdadera.
Señor Jesús, enséñanos a mirar como Tú miras, con ojos claros y limpios, y a descubrir caminos para dar frutos de amor y de justicia. Amén.
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